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Revista Costarricense de Cardiología

versión impresa ISSN 1409-4142

Rev. costarric. cardiol vol.3 no.2 San José ago. 2001

 

 
Editorial
 
 
De lo que no se habla
¿por qué se puede dormir a los animales y no a los hombres?

 

Dr. Juan Carlos Ansin*
 

La muerte ha merecido un número considerable de páginas a lo largo de la historia y de la literatura, pero muy poco se ha dicho del proceso de morir. Holanda acaba de legalizar lo que por varios siglos los médicos han venido haciendo en silencio: ayudar a bien morir. Justamente en el siglo donde más y mejor se vive es cuando peor se muere. Solos, humillados por el tiempo y la crueldad de la enfermedad, transidos de inimaginables dolores físicos y de los otros, para los cuales no existe analgesia, hombres, mujeres y niños emprenden diariamente el camino final. No hay ser humano ni médico que no tenga, alguna vez, que enfrentar ese instante en que se entrega la vida. El primero en acuñar el término Eutanasia ha sido Sir Francis Bacon (sic) "... el médico debe procurar al enfermo, cuando no haya más esperanzas, una muerte dulce y apacible pues esta eutanasia no es una parte menor de la felicidad" Debe quedar plenamente establecido que la muerte, en la mayoría de los casos, es un proceso irreversible y lento donde el cuerpo muere por etapas. Primero lo hacen los órganos más especializados, como el cerebro y el corazón y por último, los tejidos menos diferenciados. La ciencia médica así como las instituciones legales y religiosas reconocen la muerte cerebral -manifestada por un electroencefalograma chato- como definición de muerte. Ahora bien, es por todos conocido -aunque de ello no se hable- que llegado el momento final, las personas suelen dejar testimonio, ya sea en forma verbal, ya en forma escrita, cuándo, cómo y dónde desean morir y algunos expresan qué hacer con los distintos órganos de su cuerpo (donarlos, cremarlos, etc.) Existen básicamente dos formas de asistir al enfermo terminal, una forma es la de actuar pasivamente, cuando las esperanzas de sobrevivir son prácticamente nulas (determinada por una junta médica) y los sufrimientos (físicos, psicológicos y morales) son incompatibles con la resistencia, los deseos, expectativas y creencias del paciente, allí solo nos resta administrar cuidados paliativos, rodeando al enfermo de un entorno humano y psicológico adecuado. Si el médico o quien, por su orden, administra un medicamento o realiza un procedimiento a sabiendas de que acelera la muerte, aún cuando ello le sea requerido por el moribundo, estaría ejecutando un acto de eutanasia activa, la cual, en muchos países es penada como homicidio, excepto en la Holanda de hoy y, desde 1988, en el estado norteamericano de Oregon. Lo que dificulta la interpretación acerca de la muerte digna son, desde luego, como todo en la vida, las incompatibilidades entre las distintas creencias religiosas o las costumbres culturales de los diferentes actores de este cotidiano drama humano. No rara vez, esas diferencias enfrentan al médico, a los familiares y al enfermo creando así una situación crítica, de gran tensión emocional, que termina por romper los delicados lazos de afecto, armonía, paz y serenidad tan necesarios en esa hora sublime. Es por eso que, mi interés en el tema se centra, no tanto en la cuestión legal, sino en la imprescindible necesidad del médico -especialmente de los jóvenes- de conocer los distintos aspectos bioéticos y socio-culturales que rodean y determinan la relación con su paciente. A menudo médicos católicos deben atender enfermos judíos, musulmanes o cristianos no católicos. También se da el caso recíproco de médicos creyentes que deben tratar con enfermos ateos o agnósticos, situación que en esa circunstancia tan especial origina obstáculos formidables, por un lado a la creencia o a la fe religiosa y por el otro, a la responsabilidad y a la ética profesional. Así pues, tanto éste, como muchos otros temas vivenciales, no tienen una sola perspectiva, ni una sola respuesta, ni una sola verdad, y los valores morales que se imbrican, dependen de una actitud ética relativa a esas costumbres culturales que son las que integran, globalmente, el cuerpo social de una nación. La sociedad panameña, en este aspecto es particularmente rica y variada y es por ello que al momento de legislar se deben contemplar con espíritu ecuménico, tanto los deseos de una mayoría católica como los derechos de las minorías que en y con ella conviven. Veamos qué dijo Pablo VI, el 3 de octubre de 1970 ante el Congreso de Asociaciones Médicas Católicas Internacionales: "...Es ilícito atentar contra la vida del moribundo con el falaz pretexto de proporcionarle una muerte dulce y tranquila..." y agrega: "Sin el consentimiento del enfermo la eutanasia es un homicidio. Su consentimiento la convierte en un suicidio... El carácter sagrado de la vida es el que prohibe al médico matar... pero no por eso el médico está obligado moralmente a utilizar todas las técnicas de supervivencia ofrecidas por una ciencia cada vez más innovadora..." y remata así este enjundioso párrafo: "...El deber del médico es más bien el de emplearse a calmar el sufrimiento en vez de querer prolongar lo máximo posible una vida que ya no es totalmente humana..."

La Iglesia Protestante opina en la voz de Etienne Roux, pastor de Nimes... " Si bien es verdad que la vida nos ha sido dada por Dios, también lo es que el mismo Dios nos ha permitido dirigirla; el hombre es dueño de su destino y, por lo tanto, puede rechazar los cuidados que estime vanos." El profesor de Filosofía y Moral de la Facultad de Teología Protestante de París, André Dumas, añade: .... " Hay que evitar renunciar a la lucha contra la muerte y al mismo tiempo evitar el encarnizamiento en favor de la vida (distanasia) que equivale a negar a la muerte..."

El vicepresidente del Tribunal Rabínico de Francia, el gran rabino Guggenheim, precisa: "...Es Dios el que da la vida. Ninguna autoridad humana puede permitirse, en ningún caso ni por ningún motivo disponer de ella a su antojo... Está prohibido cualquier cosa que pueda adelantar la muerte de un agonizante. Hay que abstenerse de friccionarle, de lavarle o quitarle la almohada, porque con esos gestos se corre el riesgo de precipitar su fin..."

Deisaku Ikeda, del movimiento budista japonés, opina: "...Cuando la conciencia queda reducida, incluso en un coma profundo, los intercambios con el entorno siguen siendo posibles en lo más remoto del espíritu. En estas circunstancias la posibilidad de pasar con dignidad de la vida a la muerte no depende de la conexión o desconexión de un aparato, ni de la pérdida de conciencia. Lo importante es que la persona no sea tratada como un objeto, sino como un sujeto..."

He aquí pues cuatro actitudes con sus semejanzas y sus diferencias, todas tienen algo en común, el supremo valor de la dignidad humana, que mientras para unos radica en el carácter sagrado -divino- de la vida, para otros lo hace dentro mismo de la condición humana. Condición que se basa en la capacidad del hombre de discernir entre el bien y el mal y que llevó a Arnold Toynbee a decir: ... "El hombre es el único ser perverso de la Tierra, porque sólo él, pudiendo hacer el bien, escoge el mal."

En conclusión, es este terrible destino el que ha hecho del hombre un esclavo permanente de su propia libertad y el que ha desarrollado una forma sutil y perversa de "eutanasia" utilitaria como lo son las guerras, la pena de muerte y las confrontaciones de limpieza étnica y/o religiosa. En circa 1600 a.C. los egipcios utilizando piedras como una forma primitiva de DIU ( dispositivos intra uterinos) eliminaron legalmente la cruel práctica del infanticidio selectivo (mujeres y discapacitados). El aborto es otro ejemplo de "eutanasia" utilitaria y es la demostración más elocuente de uno de los fracasos más resonantes de la humanidad. Fracasa la pareja en no entender que cada coito normal lleva implícita la posibilidad de engendrar otro ser humano. Fracasa la sociedad cuando se muestra timorata para resolver un problema que es 100% evitable. Pero en la antigüedad, también los ancianos corrieron la misma suerte que los niños. En ambos casos se obedecía a leyes de supervivencia social donde precisamente los derechos del individuo estaban supeditados a los intereses colectivos. Una situación que en la era contemporánea permitió se abrieran las puertas de campos de concentración nazis y los siberianos del Gulag y de los Balcanes. Son estas paradojas netamente humanas las que impulsan y fomentan tanto temor a la hora de tomar decisiones legales o de sentar jurisprudencia o normas de conducta ética, tanto en quienes apoyan una acción activa para una muerte digna, como en los que se oponen tenazmente a ellas. Ambos esgrimen criterios valederos, fundamentados en experiencias harto elocuentes, como las que acabamos de citar. Otra sutileza es la que nos brinda la explosión tecnológica que estamos viviendo y que los médicos contemplamos a diario, es ese encarnizamiento con que tratamos de combatir la muerte como si ella fuese un enemigo mortal y no una experiencia de vida o un alivio. Citaré como perfecto ejemplo de distanasia un hecho muy documentado pero poco conocido: la muerte del general español Francisco Franco. " En 1975 un primer reporte periodístico de la agencia UPI expresaba lo siguiente: ...Los doctores que tratan al general Franco están utilizando todos los recursos que tienen para mantenerlo vivo...El último parte médico describe que el líder español de 82 años mostró signos de neumonía, los médicos lo mantuvieron sentado como parte del tratamiento. Uno de ellos expresó su esperanza de recobro. Al menos cuatro artefactos mecánicos han sido utilizados en la batalla por la supervivencia del general Franco. Un desfibrilador aplicado sobre su pecho está siendo accionado cada vez que los latidos de su corazón decaen. Una bomba de asistencia circulatoria empuja su sangre cada vez que su circulación falla. Varias veces en estos 25 días de crisis el general Franco ha estado conectado con varios tubos, uno a la máquina de oxigenación, otro por la nariz para la alimentación. Otro tubo sale del pecho por medio del cual se drenan líquidos del tórax, también de su abdomen para aliviar la presión de su estómago y otro en su muslo izquierdo para tratar los coágulos de sangre. Estos esfuerzos son considerables dado que anteriormente el general había sufrido tres infartos de miocardio. Él ha sido sometido también a dos operaciones de emergencia. Una para colocarle un parche a una arteria rota y prevenir así una muerte por hemorragia, una segunda para removerle una úlcera sangrante del estómago. Hasta ahora ha recibido 15 litros de sangre. Sus pulmones permanecen congestionados...sus riñones fallan y su hígado se encuentra débil. Sus intestinos son atacados por parálisis periódicas...ocasionalmente sufre de sangrados rectales. La ascitis produce acumulación de líquido en el abdomen. Se han formado coágulos en el muslo izquierdo. Ha perdido 22 libras de sus 110 que pesaba antes. Se le acumula gran cantidad de moco en su boca. La influenza (gripe) fue la explicación oficial que ocasionó su confinamiento el 17 de octubre."

Mientras el hombre desconfíe del hombre, la eutanasia activa, seguirá siendo algo de lo que no se habla pero que existe y se lleva a cabo en secreto.
 
 

* Consultorios Médicos Paitilla, Ciudad de Panamá, Panamá
   jcansinl@pananet.com

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