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Revistas de Ciencias Administrativas y Financieras de la Seguridad Social

Print version ISSN 1409-1259

Rev. cienc. adm. financ. segur. soc vol.9 n.1 San José Jun. 2001

 

Más allá del concepto
 

Carlos Enrique Fuentes Bolaños *



En las nuevas corrientes de Administración y Gerencia, es común recurrir a algunos términos enfocados a la producción y a la competitividad cuando se refieren a las personas que trabajamos en una organización. Este comentario tiene como propósito revisar el impacto de esos términos en la cotidianidad de nuestras organizaciones sociales. La gran mayoría de estos nuevos vocablos, con justa causa o no, han venido siendo incorporados en el lenguaje administrativo y de uso entre académicos, estudiosos de la materia, tecnócratas y estudiantes de las ciencias sociales.

Veamos aquellos que más llaman la atención.

Un término usual es llamar al trabajador cliente interno y a quien demanda el servicio denominarlo como cliente externo. La primera pregunta que debería plantearse es por qué si el ciudadano es la persona esencial en todo servicio, se le debe considerar externo. ¿Externo con respecto a qué? Si es un servicio privado, quien se considera interno difícilmente podría subsistir sin el externo. En un servicio público no tiene por qué suceder diferente.

¿Por qué dentro de un servicio público a la gente la hemos de llamar cliente? Cliente, conforme nuestra tradición, es la persona que puede escoger algo y ello depende de sus gustos, de la información que tenga disponible y de su capacidad de pago. Muchas empresas, según segmentación que realizan del potencial mercado, escogen el tipo de gente a la que están dispuestas a brindarle un producto o un servicio: por posición económica o por gustos, en la generalidad de los casos. No todas las personas podemos comprar en un determinado tipo establecimiento comercial. En un servicio público, no cabe la segmentación del mercado, dentro de esta específica naturaleza, por discriminante. En Justicia, la ley garantiza trato pronto y cumplido; lo contrario atentaría contra el principio fundamental de ejercer nuestra defensa por los derechos. La segmentación, inimaginable, rompería todo sistema de valores. El abogado litigante atiende clientes en el sentido de ejercicio liberal de la profesión; el juez ejerce sus potestades ante seres humanos, ante el conjunto de ciudadanos.

Otra palabra de nuevo cuño, es que a la gente se nos llama los principales activos de la organización. Un activo, desde el punto de vista contable, se registra en libros con un precio; y a la vez se le estima su depreciación por uso en un determinado periodo. El activo se deprecia y se puede declarar desechable cuando este ya ha cumplido la finalidad por la que fue adquirido. El activo es un medio para lograr un fin: es una herramienta o un aparato para ejecutar una tarea específica. Como objeto sirve en cualquier momento, no tiene horario ni aboga por horas de descanso. Solo con darle un buen mantenimiento y la herramienta prolonga su vida útil.

El activo se deprecia; al ser humano se le aprecia. Llevar al ser humano al concepto de activo, aunque se le llame el más importante activo de la institución, es asemejarlo con un objeto inanimado sin capacidad de reacción ante eventos adversos como la fatiga, los problemas familiares, sus deseos de superación, la motivación, la seguridad y las necesidades de desarrollo. Los activos, como cosas inanimadas, no tienen capacidad de reclamo y estos se pueden mover para donde uno quiera o los necesite. Las personas somos sujetos con derechos y deberes nacidos de la más profunda convicción de que poseemos la capacidad de asentir o disentir. Un activo es el total de lo que posee un comerciante o una empresa, sean estos fijos o circulantes, según nuestras más elementales lecciones de contabilidad.

Los activos los agrupamos para llevar un control sobre ellos, se pueden embodegar, comerciar, exhibir o usar. Las personas nos agrupamos para compartir, para trabajar, para disfrutar en grupo, para solidarizarnos ante algún evento adverso, para hacer deporte, para estudiar o investigar, para animar una fiesta o para reclamar algún derecho.

Dentro de esta misma corriente economicista, es común referirse a las personas como el capital humano. Esta designación algunas agencias la hacen con muy buena voluntad cuando se trata de velar por el bienestar y por el desarrollo de eso que llaman capital humano mediante la educación, la nutrición, el trabajo, la salud, los regímenes asistenciales y otros de similar importancia. ¿Para quiénes los seres humanos somos un capital? ¿Por qué hemos de ser capital y no gente?

Capital, otro término de la Economía, se refiere al caudal o fondos que se poseen para emprender una empresa o negocio. Capitalismo, en forma muy sucinta, es el régimen económico en el cual los medios de producción pertenecen a los que han invertido capital, los capitalistas. La pertenencia como objeto, dentro de nuestro punto de vista, es ajena al sentido de libertad del cual goza el ser humano. Lo contrario a la libre determinación, es la enajenación.

El capital es la inversión que respalda el giro de una empresa. La empresa no puede funcionar sin capital que le sirva para adquirir otros bienes que sustenten la producción. Los activos fijos y circulantes, son consustanciales a ese capital.

Decir que la gente somos capital, aunque se le agregue el adjetivo de humano, es querer abarcarnos como un medio de producción. Como medios de producción se nos consideró a los seres humanos durante mucho tiempo. Ya con algunos decenios de avance de nuestra era industrial, los servicios de salud se diseñaban solo como medios reparadores de dolencias para que el trabajador siguiera produciendo; la facultad de aliviar para seguir laborando. La educación formal se tenía como la elemental alfabetización para que la persona pudiera producir sin pensar. La educación, en nuestros inicios como República, quedaba limitada a quienes precisamente poseían capital.

No es éticamente válido pensar en una adecuada nutrición de una población, solo en espera de sus dividendos en cuanto a una mejor producción en el trabajo. No es éticamente viable, pensar en el deporte y la recreación solo en el tanto nos preparan mejor para producir. El descanso no debe ser solo un alivio para seguir produciendo según lo conciben los términos empresariales. En este sentido la sociedad se estaría perdiendo de la imaginación creadora, de la poesía, de la música, de la pintura, de la danza, de la arquitectura, del simple disfrutar de los pequeños detalles cotidianos y de toda manifestación del espíritu.

Dar al ser humano la categoría de capital, es negar la existencia del espíritu. El ser humano como capital es reducirlo a la categoría de cosa. La mecanización industrial ha dejado una huella indeleble en este concepto, que de nuevo parece acentuarse en nuestros medios modernos de producción.

También se suele decir que el personal de una organización es su mejor inversión. Inversión, desde el punto de vista que lo hemos venido enfocando, es el empleo de capital en un negocio productivo. Pensar que el ser humano somos la mejor inversión de una empresa, es pensar solo en su función netamente productiva. Cuando la persona se enferma o disfruta vacaciones, desde esta óptica utilitarista, podría dejar de ser considerada como la mejor inversión por cuanto no está agregando valor momentáneo a ese capital. Si a esa persona se le facilita que estudie y se supere, si solo se le valorara como inversión para producir mejor y más, se le estaría restando valor a todas aquellas otras contribuciones que como ser humano pudiera dar a otros seres humanos en sociedad.

Se invierte en un banco para ganar intereses, o se invierte en una empresa para multiplicar el capital; lógica del costo de oportunidad. Eso es inversión, sinónimo de alcanzar bienes materiales poniendo cierto nivel de riesgo en el capital. Se invierte con la expectativa de obtener rentabilidad.

Hace poco más de una década se puso de moda el término fuerza de trabajo en salud. Este término vino por influencia de agencias que se dedicaban a estudiar el fenómeno de los procesos de trabajo de las organizaciones sanitarias. Esta corriente retomaba el concepto de Marx (1818-1883) de fuerza de trabajo, y lo asociaba con el personal que trabaja y hace posible el desarrollo de los servicios de salud. Quizá poca atención se puso a este término de la economía política, que Marx lo analizó como "compra y venta de la fuerza de trabajo", la cual solo puede ser vendida por su propio dueño, que a su vez debería gozar de los mismos derechos de quien posee el capital que está dispuesto a comprarla. Como se sabe, K. Marx asienta una crítica al capital y objetiviza al trabajo como mercancía, precisamente para exponer las relaciones de dependencia.

Decir que la gente que trabaja en el sector salud, es fuerza de trabajo es reconocer de nuevo esa labor mecanicista de hacer mover a una organización por el solo hecho de formar parte de un contingente asalariado. Reconocer que la persona es fuerza de trabajo, es asemejarla a los propios procesos técnicos que se desarrollan dentro de una organización como la simple interacción entre departamentos y disciplinas para llegar a alcanzar un objetivo.

La fuerza del trabajo tiene la particularidad de ser medida, según el aporte de cada quien a un proceso productivo. Se mide igual que un insumo material o una inversión monetaria. La fuerza de trabajo, músculo o motor, está desprendida de todo valor ético relacionado con las propias necesidades y expectativas de las personas que desarrollan el trabajo. Emplear este concepto para explicar los procesos de trabajo en salud, es ignorar su verdadera significación en la teoría marxista.

También, hubo una época en que dentro de los procesos de planificación se debía interesar el tecnócrata por medir las "horas hombre".1 Este también es un esfuerzo por medir la contribución de cada quien en una determinada tarea. Si quien planificaba deseaba saber cuánto le iba a costar un determinado proceso, debía incluir las famosas "horas hombre", incluyendo el costo de las horas de descanso, las vacaciones y los posibles retiros por incapacidad. Costo último que tiende a encarecer el producto o el servicio. Para el técnico había una tábula rasa que medía a todos por igual y presuponía el deber de producir de igual forma: otra visión mecanicista del trabajo, por cuanto en un mismo grupo no todos producimos con la misma intensidad. Esta forma mide el costo de producción en el cual también se incluye, el costo de horas máquina, el costo de horas equipo y en general el costo de operación. El mecanicismo de nuevo ganando terreno dentro de las corrientes administrativistas.

En las nuevas formas de organización social a que se ven enfrentadas nuestras organizaciones, es importante revisar si estos términos están cargados de mensajes que tienen como fin insistir solamente en las bondades de la gente productiva.

Así como los activos se deprecian, podremos ir creando un sistema cultural de desvalorizar a aquellas personas que pudieran considerarse como improductivas, sin reconocer en ellas otras capacidades y cualidades o la contribución que hayan dado al desarrollo del país desde cualquier función cumplida en la sociedad. En sentido contrario, podríamos sobrevalorar solo a aquellas personas con máximas capacidades de producción e impedir la participación de las que por uno u otro motivo, no tuvieron iguales oportunidades de acceso a sistemas educativos y de fuentes de trabajo, con lo cual se estaría ampliando aún más el número de excluidos y con ello la brecha de la pobreza. A las personas con máximas capacidades, sin embargo, solo les reconoceríamos sus ventajas competitivas y no su valor integral como personas. Con el tiempo, les esperaría ser sustituidas por generaciones más jóvenes. El envejecimiento de la población también nos pone ante este dilema.

La idea es recuperar el significado que originalmente han tenido palabras como persona, gente, ciudadano y paciente, solo para citar algunas, las cuales han perdido vigencia ante el arrebato de términos que suelen estar cargados de un significado tecnocrático como activo, cliente, inversión o capital. Esta fuerza tecnocrática nos hace creer que el factor principal de una organización es su sistema técnico de producción, olvidándose de las motivaciones de la gente que hace posible el desarrollo de una nación.
 

* CENDEISSS/CCSS.

1 Puede leerse horas hombre y horas mujer, según quien ha de desempeñar la labor presupuestaria.