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Medicina Legal de Costa Rica

On-line version ISSN 2215-5287Print version ISSN 1409-0015

Med. leg. Costa Rica vol.26 n.2 Heredia Sep. 2009

 

Editorial

¿Existe Violencia Social en Costa Rica?

Dr. Max Paguaga López

* Medico Forense. Presidente de la Asociación Costarricense de Medicina Forense

Hoy Costa Rica vive un clima de violencia creciente y de diversas formas por lo que todos los días escuchamos noticias en ese sentido, esto obviamente justifica la preocupación de la gente respecto del problema de la inseguridad ciudadana. Las casas están enrejadas o con muros encubiertos con alambre de púas o navajas. Vivimos encarcelados y temerosos. Guardias de seguridad, videocámaras y cortinas metálicas custodian todos los comercios, fábricas, bancos y condominios. Cada mes al menos 300 personas tramitan permiso para portar armas. La violencia ha invadido hasta los estadios de fútbol. Decenas de accidentes automovilísticos cercenan la población. Los homicidios violentos siguen aumentando. La intolerancia, el irrespeto, las violaciones de los derechos, la agresividad y el maltrato ya están inmersos en la sociedad por lo que un sentimiento de impotencia invade a los ciudadanos decentes que finalmente sufren de ansiedad y cambios de comportamiento.

Sobre el origen de esta situación pueden apuntarse algunas causas muy evidentes pero que se insiste en negar o disimular. Veamos algunos ejemplos.

En el ámbito familiar nos encontramos con una gran desintegración. Sin suficiente afecto ni apoyo entre la familia los niños fácilmente desarrollan una baja autoestima. No debemos olvidar que la familia es el lugar fundamental de aprendizaje de las costumbres y tradiciones. Es en familia donde aprendemos las actitudes, normas y valores que nos permiten la convivencia en sociedad; nuestra conducta como amigos, vecinos y comunitarios es primordialmente producto de nuestro diario vivir y aprendizaje en familia donde construimos nuestra manera de ser y de actuar. Por lo tanto, cuando la familia enfrenta problemas y dificultades, estos se reflejan en el tejido social como un sin número de situaciones que afectan la convivencia y la paz social. Según datos del Hospital Nacional de Niños, más de 1.500 menores son agredidos cada año en sus hogares, la mayoría de los ataques son cometidos por los padres pero también intervienen otros familiares cercanos como padrastros, hermanos, primos, tíos y abuelos.

En el ámbito escolar nos encontramos con que la deserción crece. No se estimulan con fuerza el deporte y el arte en escuelas y colegios, con la excepción del fútbol que, irónicamente, ha demostrado ser en ocasiones fuente de violencia. Se ha creado una gran confusión entre disciplina y castigo físico, la consecuencia: jóvenes creciendo sin disciplina, sin respeto ni temor por las normas ni las sanciones. Así, al salir del ámbito educativo, las oportunidades económicas no pueden ser equitativas.

En el ámbito social el libertinaje prevalece sobre las reglas básicas requeridas para un buen orden social. Nos hemos acostumbrado a transgredir todas las normas, el ejemplo más fácil de invocar es la manera como conducimos nuestros vehículos.

Finalmente el golpe de gracia lo ha dado un cóctel capaz de desintegrar cualquier sociedad, por más pacífica que se considere: la combinación entre los factores antes mencionados, el consumo de drogas y el crimen organizado cuyas actividades se han hecho muy visibles en las siete provincias durante los últimos meses. El número de personas adictas al crack, según estimaciones del Ministerio de Seguridad Pública, supera 200.000, una cifra ya de por si impresionante pero que obviamente podría ser mayor.

Una de las consecuencias del consumo de crack es el incremento de la violencia y de la inseguridad de bienes y personas, debido a la combinación de la ansiedad que los adictos sienten por conseguir la droga y el bajo costo de esta. Por la obtención de 1.000 colones, el adicto ataca, roba, asalta en cualquier parte y a cualquier persona. Es un error, por ello, afirmar que no hay relación entre el narcotráfico y el incremento de la violencia en el país. La relación es directa y ha crecido al punto que se ha introducido en escuelas y colegios.

Las bandas infiltran a jóvenes estudiantes en los colegios para que proporcionen información sobre sus compañeros para asaltarlos rumbo a sus casas, una vez que terminan las clases. No se trata de actos esporádicos, sino de una estrategia. Los delincuentes acechan particularmente a los estudiantes de séptimo y octavo años escogidos por sus propios compañeros, sabedores, de antemano, desde el interior de las instituciones educativas, del dinero o los objetos de cierto valor (relojes, tenis, bultos, celulares, reproductores de música o cualquier otro bien personal) que las víctimas llevan consigo.

¿Diría usted que no existe violencia social en Costa Rica?

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