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Medicina Legal de Costa Rica

On-line version ISSN 2215-5287Print version ISSN 1409-0015

Med. leg. Costa Rica vol.21 n.2 Heredia Sep. 2004

 

Algunos aspectos sobre el debate actual en
torno a la violación sexual

 

Licda. Ana Lorena Hidalgo Solís*


Algunos Aspectos Sobre el Debate Actual Entorno a la Violación Sexual

Resumen

En el juzgamiento de los delitos sexuales se aplica un doble estándar evidenciado, especialmente en los criterios de interpretación de cada una de las pruebas que existen. El problema de la justicia en el caso de la violación sexual es que el significado de lo que es una violación lo aporta la mujer mientras que la norma para su tipificación penal lo aporta el varón y el derecho masculino. Desde este punto de vista, la percepción que el varón tenga sobre los deseos de la mujer es lo que determina si hubo o no una violación. Lo cual lleva a que la ley asuma que si el violador no percibió que la mujer no lo deseaba, no hubo violación, tuvieron una relación sexual. De todo lo anterior parece desprenderse que mientras el derecho y la ideología no presten atención a la realidad vivida por las mujeres víctimas de violación, el paradigma de su interpretación y valoración continuará reforzando y tolerando la violencia sexual como práctica naturalizada de los hombres hacia las mujeres.

Palabras clave

Mujeres, sexualidad, violencia de género, violencia sexual, violación sexual, derecho penal, delitos sexuales, consentimiento, resistencia.

 

Some Aspects About the Actual Climate Debate Sexual Violation

Summary

In the judgment of the sexual felonies it is evidenced an double standard, specially in the interpretation criteria of each one of the existing proofs. The justice problem in cases of the sexual violation is that the meaning of what a violation is, is given by the women while the penal classification is given by the man and the masculine rights. From this point of view, the perception that men has about the woman’s desire is what determines if rape has occurred or not. This leads the law to assume that if the violator did not perceive that that the woman did not desire him, it is not violation, they had sex. All this leads to the deduction that until the Law and the ideology do not pay attention to the reality lived by the women victims of violation, the paradigm of its interpretation and assessment will continue to reinforce and tolerate the sexual violence as a naturalizes practice of men towards women.

Keywords

Women, sexuality, gender violence, sexual violence, sexual violation, penal rights, sexual felony, consensus, resistance.


From women´s point of view,

rape is not prohibited, it is regulated".
MacKinnon


Introducción

Tal como afirma Iris Marion Young: "...lo que hace de la violencia una cara de la opresión es menos el conjunto de actos particulares en sí, a pesar de que estos son a menudo absolutamente horribles, que el contexto social que los rodea y que los hace posible y hasta aceptables. Lo que hace de la violencia un fenómeno de injusticia social y no solo una acción individual moralmente mala, es su carácter sistemático, su existencia en tanto práctica social" ( Young, p. 107). Para esta autora la violencia en contra de las mujeres, al igual que la violencia ejercida contra otros grupos discriminados, es una práctica social legitimada por la cotidianidad, la cultura y las leyes. "Está siempre en el horizonte de la imaginación social, aún para aquellos que no la llevan a cabo". Es tolerada.

La legitimación de la violencia exige la creación y re-creación permanente de discursos que "expliquen" y/o "justifiquen", en el marco de la ideología patriarcal, las diferentes prácticas sociales violentas. Como afirma Foucault, "...las relaciones de poder no pueden disociarse, no pueden establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso...la verdad hace ley, elabora el discurso verdadero que – al menos en parte – decide, trasmite, empuja efectos de poder... somos juzgados, condenados, clasificados, obligados a competir, destinados a vivir en un cierto modo o a morir en función de discursos verdaderos que conllevan efectos específicos de poder" (Foucault, pp. 139-140).

En el caso de la violencia en contra de las mujeres, el/los discursos que se construyen y re-construyen permanentemente para explicarla constituyen una nueva forma de agresión, una revictimización, esta vez desde el plano de lo simbólico. Violentadas en la realidad concreta, en los cuerpos y subjetividades concretas, las mujeres somos de nuevo violentadas desde el imaginario. Es lo que Pierre Bourdieu denomina la violencia simbólica. Mediante la violencia simbólica, la ley social es convertida en ley incorporada. "La violencia simbólica se instituye a través de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador cuando no dispone, para imaginarla o para imaginarse a si mismo, o mejor dicho, para imaginar la relación que tiene con él, de otro instrumento de conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que al no ser más que la forma asimilada de la relación de dominación, hacen que esa relación parezca natural. O, en otras palabras cuando los esquemas que pone en práctica para percibirse y apreciarse o para percibir y apreciar a los dominadores, son el producto de la asimilación de las clasificaciones, de ese modo naturalizado, de las que su ser social es el producto" (Bourdieu, p. 51).

Esta revictimización es posible, entre otras razones, porque los discursos los crean los poderosos. A las victimas y las mujeres rara vez se les permite expresar su vivencia de la realidad y, en no pocas ocasiones cuando esto se permite, es precisamente porque el discurso expresado refleja la percepción normativa, esperada, que la ideología dominante tiene y mantiene sobre ella.

La violación sexual, como experiencia de vida de las mujeres, no escapa a los discursos normatizadores y revictimizantes. El debate crítico sobre estos discursos se produce tanto hacia fuera (sobre el discurso oficial) como hacia adentro del/los discursos del feminismo sobre la violación. Algunos de los asuntos que se traen a debate en la bibliografía sobre el tema son los siguientes:

Mitos y realidad: qué puede/debe considerarse violación, cuándo, cómo, por qué sucede y quién la comete?

La violación: un acto de violencia o un acto sexual?

Qué es lo que realmente pasa antes, durante y después de una violación (pues no se les pregunta a las mujeres sobre lo que lo pensaron, sintieron, hicieron)

Las victimas consienten o resisten la violación?

Primero.

Qué es consentimiento, qué es resistencia?

Para encubrir, minimizar y/o justificar la, la ideología dominante despliega y renueva permanentemente una amplia mitología en relación con la violación la cual, tras la revisión de textos de diferentes países, es asombrosamente similar (si es que todavía podemos asombrarnos de la universalidad del pensamiento patriarcal). Algunos de los mitos más comunes son los siguientes:

La mayoría de las violaciones ocurren como un acto o deseo impulsivo, en un callejón sin salida y son cometidos por un extraño.

Los violadores son enfermos sexuales o degenerados.

No es posible violar a una mujer adulta sin su consentimiento.

Las mujeres provocan la violación por su forma de vestir y/o por su comportamiento.

Las mujeres disfrutan de la violación.

Estos mitos que por diferentes medios buscan, al mismo tiempo, exculpar a los violadores y culpabilizar a las víctimas, son permanentemente reproducidos por los medios de comunicación en la apreciación de cada hecho concreto 74. Según Chejter, "... las noticias de violación en mayor medida que otras exhiben el imaginario social de la sexualidad, del poder, la violencia, la justicia, la verdad, las concepciones de lo normal y desviado, de lo cultural y de lo natural, de lo aceptable y de lo intolerable, desplegando ampliamente las jerarquías y ordenamientos sociales" (Chejter, p. 18). En una investigación que realizara en tres medios de gran circulación en la Argentina, la autora logra comprobar la homogeneidad del discurso mítico y su poco sustento en la realidad. De los resultados de investigación la autora extrae las siguientes nociones presentes en los medios objeto de su estudio y que muy probablemente puedan presentarse también en otras latitudes:

la violación es proyectada como un hecho social propio de los medios marginales, es cotidiano aunque excepcional y marginal, es un hecho que la sociedad debe aceptar con resignación condenatoria, aunque confiando en las autoridades su represión legal;

Los medios construyen una imagen "clásica" de los que es una violación a partir de una ínfima cantidad de casos que son informados y siempre a partir de la percepción que sobre los hechos tienen los mismos cuerpos sociales: policial y/o judicial;

Las noticias escatiman informar sobre las violaciones más frecuentes: aquellas que suceden entre personas conocidas en el marco de relaciones de pareja, laborales, de vecindad... Esto refuerza, además, el mito sobre los lugares y momentos cuando ocurren.

El tratamiento de las noticias de violación sirve para alertar sobre los peligros pero, sobre todo, para mostrar una realidad de transgresiones, inseguridades y delitos que se repiten, al mismo tiempo que muestran la importancia y necesidad del control y de la represión... en esta rutina la violación aparece como un riesgo siempre presente, una advertencia preventiva para las mujeres. Carece de sentidos y características que efectivamente tiene para quienes la viven y se convierte en un discurso burocrático, objetivo, lejano. Una especie de boletín de transgresiones sociales inevitables, a la vez que satisface el voyuerismo masculino. Estrategia para el control del cuerpo y la sexualidad de las mujeres a partir del miedo y del castigo por la trasgresión de su salida al mundo público donde es presa del deseo incontrolable de los machos.

La violación no es noticia en sí misma ya que solo será noticia cuando está asociada a otro delito (por ejemplo: al homicidio) o cuando produce efectos políticos, conflictos internos en la justicia o conflictos sociales, perdiéndose en el olvido o quedando como un marco de fondo;

Existe, en el discurso, un divorcio entre violación y violencia.

La violación no es considerada de por sí un hecho violento - hay que demostrar la violencia - noción que lleva implícita el supuesto consentimiento de la víctima lo que reduce la naturaleza delictiva del hecho. Sin embargo, para ser noticia, la violación debe reflejar un "piso mínimo" de violencia y de brutalidad. Así, los medios se ocupan de ciertas violaciones y ciertos victimarios a los cuales la asignación de violencia les sienta particularmente bien... la violación es generalmente aberrante y obra de depravados. Nos encontramos con una sexualidad extraviada, pero no porque se prescinde del consentimiento de la mujer o ese consentimiento le sea impuesto, sino porque ciertas violaciones implican un apartamiento de lo normal, una trasgresión no solo delictiva sino también sexual... La ausencia de otras violaciones más "civilizadas" en los medios nos impide indagar acerca de las violaciones "normales" a las que las mujeres deben resignarse porque de pronto se induce a admitir que el hombre es diferente de nosotras y tiene instintos que desbordan, que requieren de satisfacción perentoria, son sexualmente agresivos y deben vencer una resistencia que la mujer opone más por el principio de mostrarse honesta que por desearlo verdaderamente.

El cuestionamiento a este pensamiento mítico ha sido históricamente labor del feminismo, respecto de lo cual no hay contradicción. Pero hacia el afuera el cuestionamiento crítico continua. A pesar de que, cómo establece Vigarello, la sociedad (unas más que otras) ha dado pasos importantes para visibilizar la violencia sexual y la violación no como asunto de interés individual, sino como problemática social, persisten en el imaginario nociones profundamente arraigadas que emergen siempre – en el punto ultimo del análisis – para dudar, cuando no se puede condenar, a las víctimas y para exculpar o desnaturalizar los hechos. Nociones que remiten a esencialismos como el ser mujer y el ser hombre, impulsos versus racionalidad, normalidad y aberración, poder y deseo.

La incorporación de otros saberes y de otras disciplinas (como la psicología y la psiquiatría) en el estudio de la violación (lo que Vigarello considera un gran logro para la visibilización de la violación desde la perspectiva del trauma ocasionado a las víctimas 75) produce nuevas revictimizaciones y nuevos espacios, nuevos discursos, donde las mujeres – principales víctimas de este tipo de violencia sexual – deben explicar y demostrar que realmente lo fueron. El discurso ahora reza: ¡por supuesto que le creemos, solamente permítanos que analicemos su estado mental y su estabilidad emocional para demostrar que está realmente impactada por lo que le sucedió¡ Es necesario, entonces, probar que no se está loca, que no se inventaron los hechos, pero además que se está suficientemente deprimida, ansiosa y afectada en el funcionamiento general, a través de una técnica y del discurso de una disciplina esencialmente ideológica, esencialmente patriarcal. ¡Un círculo perverso que muy pocas logran superar a un gran costo personal¡

Tal vez por ello es que el propio Vigarello acepta la diferencia y la eficacia de los procedimientos sancionatorios cuando las víctimas de las violaciones son personas menores de edad y cuando son mujeres adultas. "Sería, no obstante, un error concluir un brusco aumento de los procedimientos por violación de mujeres adultas en la sociedad del siglo XIX. Las sentencias pronunciadas son regularmente inferiores a las pronunciadas por homicidio voluntario: no es que se estanquen las cifras, que aumentan, por supuesto, pero siguen siendo discretas, limitadas incluso. Y es que la jurisprudencia revela ante todo una nueva forma de entender la violencia sexual, una voluntad de designar sus grados y su diversidad, no la posibilidad de liberalizar más las denuncias o de lograr una mayor persecución judicial de los hechos. Trabajo de sensibilidad, exigencia mayor para definir la brutalidad y variar su extensión, esta nueva visión no permite superar la vergüenza de la víctima o la sospecha del instructor. El resultado es esa situación tan característica de la violación de una mujer adulta entre los siglos XVIII y XIX: aumento de la intolerancia respecto a la violencia, tipificación progresiva de hechos que antes no estaban criminalizados, imposibilidad relativa, sin embargo, de trasladar esta precisión a las denuncias y los procesos. Estos límites confirman ante todo el mantenimiento de un dominio sobre la mujer, la existencia de una opinión de principio no igualitaria, la estabilidad relativa de las costumbres a pesar del cambio innegable de la jurisprudencia y la ley. Ilustran también la dificultad persistente para tener materialmente en cuenta la conciencia de la víctima, de objetivas sus debilidades interiores, esa confusión del dominado con la que se refuerza la violencia" (Vigarello, 387-388).

Segundo.

La violación: un hecho de violencia o un hecho sexual?

Para Catharine MacKinnon, el ser violable es esencial al ser mujer 76. Desde su punto de vista, la violación como práctica social es – o debe ser definida – esencialmente como un hecho de naturaleza sexual y no como un hecho de violencia, por cuanto esta definición sería redundante en el tanto el sexo heterosexual es siempre violento. Se entendería aquí sexual como toda aquella manifestación de poder orientada al control del cuerpo de las mujeres y de su sexualidad: "... la sexualidad es una esfera social de poder masculino para la cual el sexo forzado es paradigmático. La violación no es menos sexual por ser violenta. En el tanto la coerción es consustancial a la sexualidad masculina, la violación es sexual en el tanto y porque es violenta" (MacKinnon, 173).

MacKinnon ha sido cuestionada por cuanto, en opinión de algunas feministas, su posición invalida cualquier capacidad de acción y reacción de parte de las mujeres que siempre son vistas como víctimas y porque su ecuación sexo = violencia no permite discriminar una situación de violación de una relación sexual consentida. "Todo vínculo heterosexual, entonces, es violación de la mujer por el varón. Pero, cuando todo es violación, nada lo es" (Hercovich, 14).

En opinión de esta autora, la diferencia sexual construida socialmente a través del género es violenta de por si en tanto discriminatoria. Sin embargo, esta realidad incuestionable no aporta por sí misma elementos adicionales para comprender la naturaleza de la violación. Por ello afirma que la violación sexual es violencia sexual en función de cómo la viven las mujeres. En su opinión, la violación sexual es sexual porque los que violan son machos y son hembras las violadas. La violación sexual es violencia porque, aún cuando no ocurra ni siquiera un empujón, todo lo que allí sucede se consuma a la sombra de la amenaza de muerte y, finalmente, porque la violación sexual es "violencia sexual" y no "sexo violento".

Además de teórico, el debate tiene un alto interés práctico. Como bien establece MacKinnon, " para la ley, la violación es un delito sexual que no se considera delito cuando parece sexo". El agravante es que dentro del imaginario masculino muchas de las situaciones que las mujeres definen como violación, no son igualmente consideradas, particularmente cuando tienen lugar entre personas conocidas, familiares, etc. "...nada real justifica el miedo de la mujer. Para él, el miedo de ella es fingimiento, seducción, parte del juego sexual femenino; su propia excitación es la mejor prueba de ello" (Hercovich, 6) Allí es donde la violencia tiene que aparecer para castigar entonces, no la violación de la integridad física y psicológica de la mujer violada, sino la utilización de la fuerza en grado no aceptable.

"Qué diferencia entonces una violación sexual de cualquier otra relación sexual? El miedo que le produce a la mujer sentirse amenazada de muerte separa sin ambigüedad alguna un acto del otro. Es esta amenaza de muerte, presente en absolutamente todas las violaciones sexuales de las mujeres, lo que las representaciones vigentes y dominantes del ultraje eliminan impunemente y sin dejar rastros... Así, el deseo sexual y la violencia viriles se combinan en una ecuación perversa que convierte los actos de una mujer, obligada a satisfacer la demanda sexual del violador, en moneda de pago a cambio de conservar la vida" (Hercovich, 4).

Cabría la pregunta de si es válido o no este temor de muerte que sienten las mujeres en un contexto de violación considerando que el porcentaje de mujeres asesinadas antes o después de consumado el hecho es proporcionalmente bajo. Aquí habría que recordar lo dicho en el apartado anterior sobre las representaciones socialmente construidas sobre la violación. Las mujeres crecemos conociendo las experiencias de violación que reproducen los medios de comunicación las que, como se ha dicho, por lo generalmente son las más aberrantes, las más violentas. Además, en algún lugar del cuerpo generizado, las mujeres revivimos la experiencia milenaria de sometimiento y violación de las ancestras, es parte de nuestro inconsciente colectivo, activado y reforzado por la realidad cotidiana.

 
Tercero.

Qué es lo que realmente sucede en una situación de violación?

Algunas de las principales críticas a las teorizaciones sobre la violación sexual de mujeres es que pocas personas saben qué es lo que realmente sucede en una situación de violación pues, como se ha dicho, hay más interés en mantener la visión "clásica", oficial, de la violación que conocer la experiencia vivida de las mujeres. La diferencia de enfoque reside principalmente en la percepción que se tienen de las víctimas de violación, no como sujetas pasivas, sino como resistentes luchadoras y sobrevivientes.

Según Ruffa, "desde la perspectiva feminista la noción de estrategias de resistencia ha sido usada para designar el conjunto de acciones que las mujeres realizan para enfrentar o desafiar la violencia sexista y se encuadra en un intento de desplazar a la mujer de la posición de víctima pasiva" (Ruffa, 41). Sin embargo, desde el discurso oficial, la resistencia de las mujeres a la violación es una conducta tanto esperada como negada pues, como bien dice esta autora, la misma matriz ideológica que naturaliza la violencia masculina, naturaliza también la pasividad femenina, al mismo tiempo que invisibiliza la resistencia activa de las mujeres". En este punto se señala también una crítica a algunos discursos feministas pues se considera que los esfuerzos realizados durante décadas para sustentar la indefensión de las mujeres frente a la violencia y discriminación sistémicas de la sociedad patriarcal, han dejado de lado la capacidad de resistencia de las mujeres, siendo que una no contradice a la otra.

En opinión de Hercovich, a partir de una percepción de muerte, las mujeres en el contexto de violación desarrollan muy diversas estrategias y acciones orientadas a su sobrevivencia. Raffa coincide afirmando que muchos de los comportamientos de las mujeres que vistos desde afuera pueden parecer extraños e incomprensibles, adquieren todo su sentido cuando se los interpreta desde el punto de vista de una estrategia de sobrevivencia, por parte de quien tienen que convivir con el agresor o está tratando de salvar su vida o evitar daños graves. Supervivencia que debe entenderse no solo a su significación más obvia y literal, es decir, defenderse del daño físico y de la amenaza de muerte, sino que también se refiere a la supervivencia emocional.

Qué tipo de resistencias es posible esperar en estas situaciones? 77 Siegel y otras, realizaron un estudio con una muestra de 3132 adultos de ambos sexos de la ciudad de Los Angeles, mayores de 18 años sobre experiencias de violencia sexual.. Del total solamente, 365 respondieron las preguntas relacionadas con este tipo de violencia. Entre sus resultados, se apuntan los siguientes:

La estrategia de resistencia más frecuentemente usada, tanto mujeres como varones, fue hablar (27%); en segundo lugar, la resistencia física (23%); huir (15%) y razonar (11%);

Las mujeres utilizaban relativamente más estrategias físicas o combinadas (46%), los varones más estrategias verbales (46.9%) o ninguna estrategia (31.1%) lo cual se puede explicar por el hecho de que las mujeres sufren más ataques físicos que los varones;

La resistencia, particularmente la verbal, reduce la probabilidad del contacto sexual; la resistencia física está asociada con la probabilidad del contacto;

El uso de la fuerza física por parte del agresor es más efectivo que el uso de las presiones verbales para alcanzar el objetivo;

El uso de la fuerza estimula a la víctima a responder físicamente. (Siegel y otras, 63-71).

Para Hercovich en una situación de violación se produce una negociación, se negocian acuerdos. Las mujeres "negocian la vida y los montos de sufrimiento, cediendo lo que en el momento menos las lastimen... A la sombra de la guadaña, ese hombre calmo y/o brutal deviene un enemigo cuyo grado de fiereza es un enigma que la víctima no quiere descifrar y que, asimismo, la compele a la lucidez. Necesita tiempo. Necesita serenarse para poder anticipar los propósitos del violador y evitar que este se los imponga directa y brutalmente. Necesita tiempo. Para ello pregunta. Habla con su atacante. Porque entre ambos hace falta llegar a entendimientos" (Hercovich, 6).

Ahora bien, ésta que es la realidad concreta que viven muchas mujeres en un contexto de violación debe ser silenciada a riesgo de que su comportamiento no sea bien comprendido y de víctima se torne en cómplice o, lo que es lo mismo en este caso, de violación sexual se pase a relación sexual. Esto por cuanto el único tipo de resistencia que acepta la lógica jurídica es la resistencia física demostrable. Cualquier otro tipo de resistencia se interpreta como consentimiento y el sexo consentido no es violación.

Tanto la mujer que resiste como la que supuestamente consiente son condenadas. Quienes resisten "mucho" son acusadas porque desconocen o pretenden desconocer que la resistencia a la violencia masculina es excitante, a mayor resistencia mayor placer. 78 "El concepto de vis gratia o fuerza grata a la mujer, acuñado por el derecho romano, permite erotizar la violencia de la violación, hacer de ella una escena sexual en la que la muerte ya no se presenta como peligro real y perentorio sino como entraña y motor del erotismo. Donde sexo y violencia se solicitan mutuamente estimulados por la "voracidad femenina" y la "carne débil" masculina, la violación sexual termina siendo una contradicción en los términos" (Hercovich, 12).

Las víctimas de agresiones sexuales son las únicas víctimas de las cuales se espera que ejerzan una resistencia. No ocurre lo mismo con ningún otro delito. Así, las mujeres violadas se encuentran en una contradicción irresoluble: deben demostrar, más allá de la duda razonable, que se resistieron a la violación, que el mismo fue un acto no deseado, y, por otro lado, demostrar que su comportamiento no buscó provocar el deseo ni la agresividad del violador. Evidentemente esta contradicción emerge de la definición sobre cuál es el bien jurídico que debe tutelarse en una violación. Desde el punto de vista tradicional, este tendría que ser la honestidad y la honorabilidad. Desde el punto de vista de las víctimas, la vida. Si este fuera el caso, no sería necesario demostrar las evidencias de la resistencia física, interesaría más conocer la eficacia de los recursos de sobrevivencia utilizados.

Otras estrategias utilizadas por las mujeres para reducir el impacto destructivo de la violencia física empleada para someterlas, es desconocido como resistencia tornándose en aquiescencia. Sin embargo, como dice MacKinnon, el consentimiento implica una decisión tomada desde un plano de igualdad y de equidad de poder, cosa que no sucede en un contexto de violación. Para la mentalidad patriarcal, centrada en la posesión de las mujeres a través del control de su cuerpo y de su sexualidad, resulta impensable e incomprensible que una mujer pueda "acceder" a ser penetrada si con ello salva su vida. "En general, para las mujeres vencidas, la vagina no es el altar único ni el más preciado de su feminidad, sino el precio más barato a pagar por la vida. Que abrir las piernas sea el gesto que menos costo tiene desnuda una verdad de las mujeres que la sociedad no está dispuesta tolerar. Porque ataca la base misma de la sexualidad "occidental y cristiana", heterosexual, reproductiva y falocéntrica, que hace de la vagina un santuario. Y de su majestad el pene, su guardián. Este cuestionamiento que ponen sobre el tapete las mujeres violadas las junta con aquellas que deciden trabajar de prostitutas. El valor utilitario que ambas confieren a la vagina constituye una bisagra que hace aún más fácil dudar y acusar a las víctimas de violación. Cabe entonces, hacerse una pregunta: será esto lo que explica la sed de castigo que exhiben las instituciones que deben protegerlas cuando perpetran la a sí llamada segunda violación?" (Hercovich, 8).

En opinión de Rosansky, en el juzgamiento de los delitos sexuales de aplica un doble estandar evidenciado especialmente en los criterios de interpretación de cada una de las pruebas que existen. "Desde la posible provocación inicial por parte de la víctima hasta la aplicación del beneficio de la duda al momento de la sentencia, en innumerables instancias de un expediente es posible detectar esa aplicación de criterios discriminatorios que luego se van a traducir en el razonamiento con el que se estructura la sentencia. En materia de delitos sexuales, en muchos casos primero el juzgador toma íntimamente la decisión de lo que se quiere resolver y luego se analiza la prueba para llegar a la decisión ya tomada" (Rosansky, 4).

Como afirma MacKinnon, el problema de la justicia es que el significado de lo que es una violación lo aporta la mujer mientras que la norma para su tipificación penal lo aporta el varón y el derecho masculino. Desde este punto de vista, la percepción que el varón tenga sobre los deseos de la mujer es lo que determina si hubo o no una violación. Lo cual lleva a que la ley asuma que si el violador no percibió que la mujer no lo deseaba, no hubo violación. Tuvieron una relación sexual.

De todo lo anterior parece desprenderse que mientras el derecho y la ideología no presten atención a la realidad vivida por las mujeres víctimas de violación, el paradigma de su interpretación y valoración continuará reforzando y tolerando la violencia sexual como práctica naturalizada de los hombres hacia las mujeres.

 

Bibliografía

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* Psicóloga
Coordinadora del Área de
Violencia de Genero del INAMU
E-mail: hidelg@racsa.co.cr
 
Recibido para publicación: 14-3-04
Aceptado para publicación: 16-6-04
 

74 "Los medios más que reflejar la realidad social se ocupan de re-producir, recreándola (como lo hace el artista que no es un copista) en la medida en que lo que construyen solidifica lo existente, se acoplan a discursos de poder que como el derecho son sólidos pilares del orden social vigente" (Chejter, p.19)

75 "la violencia sexual ya no pertenece al territorio del mal, sino al sanitario, su evaluación penal no remite tanto a la ética como a la ciencia, como punto culminante de una reflexión emprendida desde hace tiempo" (Vigarello, 381).

76 " Rape is indigenous to women´s social condition... To be rapable, a position that is social not biological, defines what a woman is" (MacKinnon, 178).

77 " Presas de las representaciones dominantes acerca de la violación sexual, las víctimas se enfrentan a una situación que nada tiene que ver con lo imaginado alguna vez. Hubieran esperado un ser inerte, paralizado, y se encuentran con alguien que actúa con lucidez. Desdobladas, se sorprenden al verse, por ejemplo, preparando un té como si nada o tendiendo una cama o jugando de prostituta, al escucharse prometiendo al villano que, tras buscar sus documentos, se irá con él. Meterse en el papel que el libreto del violador les impone es una estrategia para lograr y mantener algún control sobre la situación. Hacerlo no empaña la conciencia punzante que tienen acerca de la amenaza y el peligro, ni empaña el odio que sienten. Al contrario. Por eso, muchas simulan colaborar pero no sin chistar sino subrayando sus actos de obediencia hasta enrarecerlos incluso a los ojos del villano, incomodándolo. Hay, en esta actitud, un impulso de rebeldía, un impulso desafiante paro cauteloso que las revela dramáticamente comprometidas en la escena."(Hercovich, 7)

78 La mujer atacada que soporte el miedo a la violencia y se resista podrá ser culpada porque resulta que ella sabe o debería saber que la resistencia excita. Y conoce, o debería conocer, la máxima que sugiere relajarse y gozar. Pero gozar significa querer y querer anula el delito. En fin, en el interior de este sin sentido que impone el par resistencia-consentimiento, el único modo de evitar la violación es querer ser violada.

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