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Medicina Legal de Costa Rica

On-line version ISSN 2215-5287Print version ISSN 1409-0015

Med. leg. Costa Rica vol.20 n.2 Heredia Sep. 2003

 

Psicotrauma vicariante en el abuso religioso y Psicotrauma en el delito sexual y el divorcio
 
 
Lic. Jorge Alfaro Bolaños *
 
 
Resumen

El presente ensayo, hace referencia al trabajo explicativo desde el psicoanálisis como teoría psicológica del psicotrauma producido en un individuo cuando es abusado desde los lideres religiosos. Explica las funciones del aparato psíquico según Sigmund Freud, en el cual, alerta a la humanidad del contenido de la instancia psíquica que el llamaría ello, donde se producen las pulsiones libidinales, indestructibles e inmortales que no permiten ser controladas desde afuera. También el artículo se refiere a las necesidades que tenemos como científicos sociales de unificar esfuerzos en bien de los individuos expuestos al abuso sexual y de sus agresores.

Palabras clave

Psicoanálisis, psicotrauma, lider religioso, Freud, libido, científicos sociales

Abstract

The following essay introduces the reader to the psychoanalyst theory of the Ego, Super Ego and Id and explains why and how sexual abuse is traumatic for its victims, especially for those who are victimized by religious leaders. The functions of the psyche are explained according to Sigmund Freud, who alerts humanity of the content of the psychic instance which produces libidinal, indestructible, and immortal pulsations that can not be controlled on the outside. The reader will be introduced to the psychoanalyst explanation of the deep damages to the mind and life of those individuals exposed to sexual abuse and their aggressors.

Key words

Psychoanalysis, psycho trauma, religious leader, Freud, libido, social Scientists.

Recibido para publicación: 03-08-03
Aceptado para publicación: 11-08-03
Conferencia dictada en las XVII Jornadas de Medicina Legal, Hotel Fiesta, Puntarenas, 29-30-31 de agosto 2003.

Introducción

En un primer acercamiento hacia la tarea tan complicada que debo compartir con ustedes este día, deseo dejar claro que no es la intención, en ningún momento, de desvalorizar, ni sobredimensionar la problemática a tratar en perjuicio de muchos y muchas personas que han dedicado su vida y sus esfuerzos al servicio de la humanidad a través de la religión, o de las actividades espirituales. Para ellos nuestro reconocimiento y respeto.

Existiendo una gama interminable de teorías psicológicas para explicar un mismo fenómeno social o cultural, tanto como psíquico, es tarea difícil escoger una de ellas que permita visualizar un modelo que exprese una demanda semejante, pero se ha escogido el psicoanálisis para llevar a cabo este ordenamiento de ideas, no porque sea la mejor teoría, sino porque a criterio del suscrito es la que, a través de los tiempos, ha probado ser una teoría muy explicativa de un modelo de personalidad.

Es así como para que podamos unificar criterio, vamos a ubicarnos dentro de la explicación freudiana del aparato psíquico y entonces refrescaremos nuestras memorias indicando que de acuerdo a la explicación aceptada, el aparato psíquico tiene como modelo de personalidad introducir una división de la personalidad en tres partes o instancias: el Ello, el Yo y el Super-Yo. El recién nacido sólo posee Ello; el Yo y el Super-Yo se desarrollan más tarde, durante la vida. Todo lo que es heredado o fijado en la constitución y especialmente en los instintos, haya su primera expresión mental en el Ello.

El Ello expresa la verdadera intención de la vida del organismo individual, a saber, la inmediata satisfacción de sus necesidades innatas. El Ello no conoce precauciones que aseguren la supervivencia. De hecho, una gratificación inmediata e incondicionada de una demanda instintiva, intensamente perseguida por el Ello, puede llevar a un peligroso choque con el mundo exterior y a la muerte del organismo.

Debemos reconocer en esta instancia o división primitiva, características muy particulares entre las cuales están: se rige por el principio del placer, o sea, la exigencia de una descarga inmediata de energía, la que da lugar a la calma y el placer inmediato. El Ello es por entero inconsciente y también posee todos los materiales reprimidos por el Yo y relegados al Ello.

Pero lo más importante es que los procesos mentales del Ello, o comúnmente llamados procesos primarios, no están sujetos a las leyes de la lógica, y están sujetos a funciones perceptivas en su propio interior. Debemos también aceptar que el Ello no conoce valor alguno, ni lo bueno ni lo malo, ni las pautas morales ni consideraciones hacia los demás. "Es una caldera donde hierve la excitación", decía Freud. La energía del Ello es libre, fluida, capaz de descargarse rápidamente, condensada y desplazada con facilidad.

Pero quizás, lo más importante que debe entenderse para el presente trabajo, es que el Ello no cambia y que las impresiones que han sido arrojadas al Ello por la represión son virtualmente inmortales. Estas energías almacenadas en el Ello son los recursos libres, sin dirección y sin control, de la vitalidad de un individuo.

El Ello conduce al individuo al tipo de actos más irresponsables, semejantes a los de un recién nacido. Imaginémonos un adulto recién nacido, con todo el poder y la habilidad de un adulto, gobernado por una caldera donde hierve la excitación y tendremos el retrato de un hombre dirigido por el Ello. (Wolman, 1983: 286)

Quizás deba mencionarse también que en el último resumen de su teoría, Freud escribe, que las auto percepciones gobiernan los acontecimientos del Ello con fuerza despótica. Más adelante, podremos entender un poco más el porqué de esta enumeración tan académica de las funciones del Ello.

Posteriormente, el individuo va a desarrollar el Yo y el Super-Yo y dentro de ese Yo las funciones más importantes van a ser la de auto conservación del organismo, evitar los estímulos excesivos, tratar con estímulos moderados, y finalmente aprendiendo a promover modificaciones propias en el mundo exterior para su propio provecho. Es consciente, calcula consecuencias, tiene razonamiento lógico y considera las relaciones casuales y aprende por la experiencia.

Podríamos decir que para el Yo la salud es anterior al placer, el Yo se aferra a la realidad y persigue la causa del placer siempre que no haya peligro en Ello.

Por allí simultáneamente se irá formando y desarrollando el super Yo, que como instancia del aparato psíquico interioriza las órdenes del medio y de sus padres como restricciones, como temores al castigo y se conforma con las demandas paternas. Las figuras paternas introyectadas son idealizadas y parecen ser más poderosas y gloriosas que en la realidad.

En esta instancia está el reservorio que impone restricciones rígidas, sentimientos de culpa, de aprobación, pero más que todo, las represiones hacia el Ello en sus demandas de satisfacción. (Wolman, 1983: 304).

Como todos sabemos, al final esas demandas del Ello las llamaremos libido o energía sexual.

Después de todo este preámbulo, y recalco nuevamente, sin ningún afán más que el de análisis, someto a su interés; cómo funcionaría la mente de un individuo, a quien las descargas del Ello inconsciente que demandan una satisfacción inmediata, que no conoce precaución, ni mide consecuencias y en cuyo Super-Yo se interiorizó la idea de que tiene la capacidad de perdonar, disculpar, y eliminar todo "pecado", por lo tanto no existirá una instancia en este aparato psíquico que le reprima de los envistes del Ello como podríamos solicitarle a este individuo una conducta decorosa socialmente aceptable o por lo menos que no abusara de los demás. Sostengo la teoría de que el trauma debe estudiarse y verse no sólo desde la víctima sino desde el victimario también, para poderlo entender en su magnitud o su integridad psicológica.

Me parece que desde la psicología, ciencia no diseñada para buscar culpables ni mucho menos para condenar ni reprimir, le es más difícil desplegar su actividad científica dentro de los marcos referenciales para los cuales trabaja, y es por ello que deseo someter a la reflexión algunas experiencias personales en el manejo de pacientes que han sido abusados por religiosos o religiosas.

Este tipo de psicotrauma va más allá de cualquier trauma común de abusos deshonestos, violaciones o simples embistes sexuales, ya que dañan no solo el Yo de la victima sino su Super-Yo que observa, en tremenda desventaja, la interiorización de un padre amoroso que se supone cuida de su ser espiritual, y da paso a los instintos más primitivos del Ello, en su máxima exponencia de ataque, el incesto religioso.

Desde el victimario, quien previamente se convierte en padre de la víctima, y ante quien no sólo se supone custodia su bienestar emocional, sino el bien tan preciado, como es el bienestar espiritual, abandona su posición de cuidador y asume el rol de agresor. La interiorización de este trauma presupone gravísimas consecuencias en la psique del individuo, no solo porque daña su desarrollo normal de la psique, sino su muy profundo desarrollo, como persona espiritual con derecho muy inalienable por cierto, a una espiritualidad sana en comunión con su idea de Dios cualquiera que esta sea. Esta figura del Gran Padre Dios, que todos tenemos de una u otra forma interiorizada, desde la cultura, perderá toda capacidad de amparo, protección, pero sobretodo de comprensión.

¿Cómo podríamos explicar a un individuo y por cierto, peor a un niño o niña que su Dios, a través de su representante terrenal, ha fallado fehacientemente en su tarea de protegerle, cuidarle y de brindarle un espacio?. Peor aún como ese Super-Yo aún incipiente, en formación, se ve afectado en su raíz más profunda, la interiorización de la ética y la moral, que per se debería tener Dios.

Algunas personas, presuponen que el estado del celibato, tiene que ver algo con estas conductas aberrantes del victimario religioso, pero, muy pocas veces alguien ha podido explicarnos porqué. Bien, parece que nuevamente la teoría sicoanalítica nos aporta un poco de luz en este tema.

En primera instancia, el estado del celibato, es desde esta perspectiva teórica, un estado que podríamos, sin lugar a dudas, declararle imposible. El Ello, donde se gestarán todas las pulsaciones libidinales es indestructible, inmortal, no esta sujeto a las leyes de la lógica ni a la moral, ni a la ética, por lo tanto ante su necesidad de descarga inmediata de energía, necesita ser lleno o satisfecho. Por ello el Yo, entonces, consciente, usará mecanismos de defensa para reprimir estas necesidades y descargas, utilizando las interiorizaciones del Super-Yo en sus exponentes morales y éticos.

Pero, y es aquí en donde podríamos encontrar un poco de luz explicativa, qué pasa, si el individuo en cuestión, ya venció estas represiones culturales y no solo no posee elementos de represión internos, pues le hemos convertido, a el en un Super-Yo en sí mismo, dictador de leyes, de castigos y sobre todo con la capacidad absoluta de perdonar cualquier trasgresión.

Estamos, en verdad, en presencia, de un individuo sin un Super-Yo externo que controle sus impulsos y le hemos convertido, en un individuo, cuyas características intrínsecas le pueden permitir auto percibirse como autorizado de tener sus propios mecanismos defensivos, que a la postre sólo disculpará sus conductas. Y es así como el celibato, al no permitir el intercambio libidinal con otros individuos, podría utilizar este mismo elemento represivo, como excusa, para abusar del otro so pretexto de tener, en si mismo, por practicar el celibato, el poder a auto excusarse o perdonarse la ruptura de su propias leyes morales y éticas.

Pepe Rodríguez, escritor religioso ya famoso de estos temas, en su libro La vida sexual del clero, nos aclara que: El sacrificio exigido por el celibato es enorme y va contra la naturaleza de manera evidente (Rodríguez 1995:25)

Si va contra natura, el principio del celibato y es imprescindible para ser sacerdote, entonces podríamos aventurarnos a aceptar que algunos actos derivados de esta practica tienen o pueden ser contra la naturaleza también.

Si bien es cierto no se puede generalizar que el estado del celibato, puede producir conductas perversas, pero si podemos concluir, que quien acepta un estado tan alejado del principio de la realidad podría verse expuesto a la practica generalizada de conductas no naturales. Y con certeza, podemos asegurar que el abuso sexual no es de ninguna manera una conducta natural.

Cabe mencionar también, que toca a los fisiólogos y químicos, el determinar si es posible, desde la biología humana, la no-producción hormonal o la canalización de las mismas por otra vía que no sea el coito interrupto que supone el autoerotismo, como medida sustitutiva del intercambio sexual adulto.

En otro orden de reflexión, quedarían los otros religiosos que no son célibes y que también son abusivos o victimarios, para los que la teoría psicoanalítica, también, nos arrojaría luz en su comprensión.

Si el individuo se convierte en pastor o guía espiritual y abandona su rol de protector de su rebaño y abusa de los mas indefensos, está desde luego, entrando en el peligroso ejercicio de eliminar las barreras del Super-Yo, como represor de las pulsaciones eróticas y se convierte, como en el ejemplo anterior, en otro victimizador incestuoso, capaz de abusar de aquellos que denominó su rebaño, sus hijos o hermanos espirituales, y en su caso no dista mucho de la práctica indeseada del abuso del poder, que como todos sabemos es practica sintomatológica del abuso como tal.

También, en estos casos, la victima se ve expuesta al mismo efecto traumático aberrante de ver convertido al representante de su Dios en su victimario con las consecuencias, que ya tratamos, en la psique del individuo.

En la detección del abuso sexual como delito, entonces, es de vital importancia el análisis exhaustivo de aquellos cambios en la vida del individuo analizado, en referencia a sus concepciones del Super-Yo, pero en especial se debe prestar atención a aquellos eventos que determinen un abandono de los elementos represivos superyoicos. Por ejemplo, se debe prestar interés analítico a aquellos cambios que implicaron el abandono de prácticas religiosas anteriores que soportaban la conducta del individuo.

Una persona que cambió de religión o que desde su propia religión hizo negaciones de los mecanismos superyoicos que ya tenía interiorizados, ya hizo, de por sí, el ejercicio de vencer estas represiones y nada nos impide implicar que podría abandonar la mayoría de los mecanismos que controlan los impulsos emanados del Ello sin control alguno.

El análisis minucioso de todos aquellos eventos en la vida del victimario, que impliquen desobediencia a las reglas, leyes y costumbres emanadas de la cultura en sus representaciones morales y éticas, deberían ser síntomas a considerar como causas inherentes a una conducta abusiva.

El psicotrauma que experimenta la victima, en estos casos es de una magnitud devastadora, desintegra el andamiaje que tiene el propio aparato psíquico para defenderse, no solo del medio, sino de los abusos que de por sí se experimentan con violencia diariamente. Indica que la victima va a generalizar cualquier evento externo como traumático y agresivo, por eso tenemos en este individuo una persona depresiva, autodestructiva y con una percepción de sí mismo muy deteriorada.

Supóngase que su padre le abusa, su madre falla en su cuido y su Dios por medio de sus representantes le aniquila su desarrollo psicosexual a través de un abuso religioso; pareciera que ninguna área de soporte de esa personalidad queda intacta, más bien pareciera una destrucción masiva de las posibilidades de recuperación.

Ahora bien, con relación al psicotrauma en el delito sexual y el divorcio, no podemos más que adscribirnos a lo ya mencionado, pues lo único que parece pertinente hacer es sustituir la figura del religioso por la del padre o del abusador y en todos los casos el efecto es similar.

La víctima observa también en horrible desventaja, sus más primitivas y esenciales necesidades de afecto, cuido y compañía, truncadas por un evento que no comprende, que no esta capacitado ni emocional, ni corporalmente para su asimilación. Pero aquí es necesario, muy necesario, hacer un diagnostico diferencial que permita separar cuales de los síntomas y traumas pertenecen a qué evento. Se requiere, sin lugar a dudas, en honor a la sana critica, hacer una diferenciación respecto a cuales de los traumas pertenecen al abandono y cuales al abuso. Estos efectos sintomatológicos son muy frecuentemente no diferenciados, por lo que su tratamiento es de difícil manejo.

Si bien es cierto, en ambos casos, el abuso sexual y el divorcio podrían causar un trauma muy similar en la vida psíquica del individuo; es a la hora de su tratamiento psicoterapéutico que es necesario su diferenciación.

En este apartado, considero que es prudente utilizar las nuevas teorías sobre la génesis de la esquizofrenia, que nos indican las teorías de la psicología sistémica o de familia, las cuales enuncian que el doble vinculo al cual se ve expuesto el niño o niña ante el divorcio es creadora de sintomatologías patológicas esquizofrénicas.

Para su mejor comprensión diremos que el niño o niña expuesto, como es muy común a escoger entre el amor de su padre y de su madre le produce una escisión de su personalidad y ello conduce indefectiblemente a la esquizofrenia como vía de escape ante una situación de por si intolerable.

El daño moral y psíquico de un infante expuesto al abuso sexual por parte de uno de sus padres o cuidadores tendrá el mismo efecto sobre la psique, ya que, el afecto no puede extinguirse de inmediato con ese evento y el individuo se ve sometido a la horrible escogencia de que debe odiar a quien ama.

Todos debemos estar conscientes de una manera clara del efecto devastador del abuso sexual pero no se debe sobredimensionar, abandonando los otros abusos como causantes de psicotraumas también, en especial, el abandono, el cual para mí, es la peor clase de abuso que se pueda cometer.

Para concluir estas reflexiones, es necesario enunciar a viva voz, que el psicodrama vicariante en el abuso religioso, en el delito sexual y en el divorcio, no puede continuar tratándose por separado como eventos de la época, con consideraciones socioculturales, sino como fenómenos dentro de un esquema de violencia intrafamiliar, ya sea en la familia religiosa como tal o en la familia humana.

Es cada vez más imperioso que se traten estos como un mal endémico y como un problema de salud pública en el cual el modelo bioquímico, político y las explicaciones sociológicas ya agotaron sus esfuerzos.

Es un mal que nos compete a todos y a todas, que se debe discutir públicamente, que se debe reflexionar valiente y agresivamente como el evento más agresivo en sí.

Las explicaciones filosóficas y legales ya agotaron también su ciclo. Debemos atacar el problema desde su raíz, en nuestras interrelaciones humanas, en las relaciones de poder, aceptando nuestra incapacidad a través de los siglos de por lo menos aminorar esta fenomenología. Es necesario juntarnos, romper esquemas, abandonar mitos, y adoptar posiciones de cambio verdaderas ante un fenómeno que va en crecimiento vertiginoso ante nuestra mirada atónita y ante el asombro de todos nosotros.

Debo indicar, para ser congruente con mi posición, valientemente, con respeto pero enfático, que la verdadera posición que debemos abandonar aquí y ahora, es la de no institucionalizar más la agresión, quiero decir con esto que en principio el paso primero que debe darse, no es justificar nuestra presencia en un esfuerzo individual de cada ciencia por ganarse el puesto de privilegio, de luchador en contra de la violencia, sin que, dejar de agredirnos como cientistas sociales, no permitir más el menosprecio de cualquier participante o actor social que enriquezca la integración de esfuerzos.

La medicina, las leyes, el trabajo social, la orientación, la iglesia, el estado, la comunidad, la psicología, la economía, la política, en sus fundamentos reales de los imperativos morales que tenemos, deben dar significado real a nuestras intervenciones, las cuales por ser aisladas y no integradas necesitan entender que la moral se impone a la experiencia.

Todos hemos hecho un juramento de respetar la vida, las leyes y de poner en práctica nuestros conocimientos al servicio de la humanidad, y no creo equivocarme al decir que es prioritario dedicarlo a los que menos tienen y a los más débiles.

Cualquier sacrificio psíquico, médico, humano, moral y religioso, fracasa ante cualquier intervención que vaya contra los principios fundamentales del respeto a la dignidad humana.

Me adscribo al pensamiento de Pepe Rodríguez, cuando menciona que quizás lo único que actualmente podamos hacer sea conocer, tratar de comprender y avanzar en un proceso de maduración colectiva, que no afecta solamente a la práctica religiosa, sino también a la recuperación de unos valores que el flujo y el reflujo de la historia colocan, según el momento, en planos distintos.

La razón humana no es pura, es también sensible, por lo tanto es necesario que además del intelecto que permite el conocimiento y la experiencia se conjuguen para permitir que emerjan planes de acción concretos que impliquen la intervención, tanto del abusador como del abusado, en esa dualidad macabra que se propicia y se amalgama en toda clase de abuso.

Bibliografía:

Freud, S. (1981) Obras Completas, volumen 3, Amorrortu editores, Buenos Aires Argentina.         [ Links ]

Rodríguez, P. 5 reimpresión (1999) La Vida Sexual del Clero, Ediciones Bailén, Barcelona España.         [ Links ]

Wolman, B. (1983) Teorías y Sistemas Contemporáneos en Psicología, Editorial Diamante, Barcelona España.         [ Links ]
 
 
* Psicólogo Clínico Particular
Profesor Universidad Santa Paula y
Universidad San José
costaricaforense@yahoo.com

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