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Medicina Legal de Costa Rica

On-line version ISSN 2215-5287Print version ISSN 1409-0015

Med. leg. Costa Rica vol.18 n.2 Heredia Sep. 2001

 

La salud de las mujeres y el género
 
Dra. Gioconda Batres Méndez *
 
 

Resumen

Se pretende revisar algunos problemas psicologicos de las mujeres, esperando tambien identificar las grandes lagunas entre teoría y realidad, explorar además algunas áreas en donde es necesario investigar aún más. Señalar conceptos implícitos en teorías psicólogicas en donde la Mujer es vista con caracteristícas desvalorizadas como si fueran algo "innato" natural, biológico e inevitable; teorías que actualmente forman parte del entrenamiento de médicos/as, psiquiatras, psicólogos/as que se articulan y operan en la práctica clínica y generan actitudes sexistas en la relación terapéutica.
 
Palabras Claves

Transmisión social, comportamiento de género, aflicción psicológica, género, salud, salud mental, masculino.
 

Summary

We pretend to review some psychological problems of womens, hopping to identified the bigs lakes between teory and reality, and explore some areas where is need to investigate more. Sign concepts insighth the psycological teorys were the women is saw with less value like this are "innate" natural, biological and inevitable, teorys that actualy be part of the medical, psiquiatric and psicological trainin, that are articulated and practice in the clinical practice and generate sexist atittude in the terapeutic relationship.

Key Word

Social transmition, gender conduct, psicological affliction, gender, health, mental health, male.

 

La transmisión social del comportamiento de género en las mujeres y en los hombres

En Psicología, el estudio científico del sexo y el género, se abordan por primera vez a fines del siglo XX, en el marco de los estudios sobre inteligencia e ingresa abiertamente hasta hace tres décadas, con los reportes de Money, ampliamente discutidos en la literatura sobre el tema.

La adquisición del género significa el aprendizaje social de normas que nos informan lo que una persona, hombre o mujer, está obligada a seguir. Establece también lo prohibido y lo permitido para cada sexo. El género habla de las construcciones sociales, culturales y psicológicas que se han impuesto a las diferencias biológicas. Estas normas se transmiten a través de diferentes instituciones, entre las que están la familia, la religión, la escuela y muchas otras. Los roles son actividades y funciones relacionadas con el género y están determinados también por la cultura.

El género como categoría, tiene un carácter social, designa una realidad psicológica, una fuente cultural, con vertiente colectiva y otra individual. El género, como conjunto de pensamientos y emociones, contribuye a estructurar la sociedad, estableciendo jerarquías de las actividades humanas, en donde lo masculino tiene más valor que lo femenino (Benería, 1987). La jerarquización de los géneros, establece una relación de poder entre ambos. Su transgresión requiere de grandes cambios individuales y sociales con altos costos emocionales, porque parece haber una especie de inhibición cognitiva individual a cada persona que impide la toma de conciencia genérica, además de todas las sanciones sociales y económicas que existen para quienes transgredan los mandatos genéricos. Esto tiene que ver con que la identidad de género es estructurada e internalizada desde la primera infancia (18 meses), y está asociada entonces a factores cognitivos y emocionales que desde el punto de vista psicológico hacen más difícil su deconstrucción. (Jayme, M y Sau. V, 1996).

Mediante la utilización de la diferencia entre sexos y género como herramienta heurística central, la teoría de género busca recoger la diversidad en los modos que se presentan las relaciones de género y dar cuenta de la identidad genérica, tanto de hombres como de mujeres (RUTA, 1996).

En nuestra sociedad una mujer se convertirá, por el peso de las expectativas culturales, la coerción familiar y la educación, en lo que por "naturaleza" se dice que es. Una vez introyectados los roles sexuales se cierra firmemente el aparato psíquico, formando una pantalla permanente a través de la cual se percibe y experimenta el mundo. Esto funciona igual para los hombres.

Este enfoque psicosocial nos permite visualizar y reconocer la existencia de relaciones de jerarquía entre hombres y mujeres; expresadas en opresión, injusticia subordinación y discriminación, mayoritariamente hacia las mujeres (G. Batres, 1999).
 

Aflicción psicológica y género

Durante los últimos años se han estado dando cambios importantes en el campo del conocimiento científico, en lo referente a la construcción de la identidad femenina y la condición de la mujer, así como en las formas en que la misma ha sido construida y transmitida culturalmente.

Estos cambios se acompañan de una abundante literatura en todos los campos del saber humano que explican la experiencia femenina, a la luz del género, aportan nuevos enfoques psicológicos y sociológicos, entre otros, al análisis del tema. Paralelamente ha surgido una corriente de investigación crítica sobre la condición de la mujer y la diferencia impuesta entre los géneros.

Esta literatura ofrece una nueva guía, un código que incluye la perspectiva de género, para releer las teorías psicológicas tradicionales y varía los métodos de investigación que acompañan estas teorías. Encara fundamentalmente los efectos psicológicos derivados del estatus de subordinación en la mujer y los efectos en su salud mental. Es decir, propone que las mujeres han enfermado por la mutilación que representa ser mujer en nuestras sociedades.

Las formulaciones básicas de la psicología de la mujer como tradicionalmente se postularon, son cuestionadas por los estudios de género y muchos de estos conceptos han sido reconceptualizados. Estos puntos de vista contemporáneos antagonizan en amplios aspectos las creencias establecidas por las teorías psicológicas vigentes.

Este abordaje género-sensitivo constituye un reto para nosotras/os profesionales en salud mental y nos crea una obligación ética: el entender cómo el contexto social, el rango devaluado que ocupa la mujer en la sociedad, contribuye al origen y a la persistencia de los problemas emocionales de las mujeres que tienen implicaciones psicológicas obvias en la vida de una mujer, su papel en la sociedad, el modelo de socialización que enfrenta, las expectativas culturales, en el sentido de que su personalidad se desarrolla en un marco que define a la mujer como un grupo desvalorizado.

He encontrado que el exceso de síntomas psicológicos que acostumbramos ver en las mujeres no es intrínseco a ser biológicamente mujer, pero sí, a la condición de subordinación que caracterizan los roles tradicionales femeninos, a la definición de los mismos en la familia; en términos de que las mujeres han sido socializadas para satisfacer las necesidades de otros/as, y no las suyas, las que pasan a ser secundarias. Estos síntomas están relacionados, entonces, con las limitaciones que les imponen estos roles y a la ausencia de gratificaciones sanas, a la incompatibilidad de estas funciones estereotipadas con las necesidades y aspiraciones de muchas mujeres y a la sobrecarga que le impone la triple jornada. (Batres, 1997).

Pretendo revisar con ustedes algunos problemas psicológicos de las mujeres, esperando también identificar las grandes lagunas entre teoría y realidad, explorar algunas áreas en donde es necesario investigar aún más. Señalar conceptos implícitos en teorías psicológicas en donde la mujer es vista con características desvalorizadas como si fueran algo "innato" natural, biológico e inevitable; teorías que actualmente forman parte del entrenamiento de médicos/as, psiquiatras, psicólogos/as que se articulan y operan en la práctica clínica y generan actitudes sexistas en la relación terapéutica.

El sexismo puede dominar el proceso terapéutico y tener un efecto limitante sobre el mismo. Los estereotipos impiden a los/as terapeutas conocerse y a sus clientes/as. Los estereotipos más perjudiciales están relacionados con la homofobia, los roles sexuales, étnicos y de clase.

Algunos/as terapeutas pueden intentar influir en sus clientes/as masculinos y femeninos para que se cumplan los conceptos estereotipados de masculinidad y feminidad. Los clientes masculinos pueden ser reforzados para ser fuertes, independientes y poco emocionales y las mujeres para ser menos asertivas y más dependientes (W. Cormier y S. Cormier, 1991).
 

Género y Salud

La desigualdad de género y la discriminación perjudican directa e indirectamente la salud de las niñas y las mujeres a lo largo del ciclo vital; y el descuido de sus necesidades en salud impide que muchas mujeres participen plenamente en la sociedad. Con frecuencia, las desiguales relaciones de poder entre hombres y mujeres limitan el control de la mujeres sobre la actividad sexual y su posibilidad de protegerse a sí mismas contra embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.

Por el contrario, al ofrecer servicios de calidad de salud reproductiva se posibilita que las mujeres logren un equilibrio entre la procreación en condiciones de seguridad y otros aspectos de sus vidas. También se contribuye a protegerlas contra otros riesgos de salud, se facilita su participación social, incluido el empleo y se posibilita que las niñas prosigan y finalicen su educación.

"A nivel mundial, la carga de salud por la violencia de género entre las mujeres de 15 a 44 años es comparable a la representada por otros factores de riesgo y enfermedades. Investigaciones feministas han constatado que la violencia es correlativa a la condición genérica, a la condición de subordinación de las mujeres, y que se presenta a lo largo de toda su vida. Las mujeres se enfrentan cotidianamente a diferentes niveles de riesgo hacia su salud. La desigualdad de género menoscaba la plenitud individual de las personas y frena el desarrollo de los países y la evolución de las sociedades.

Los hechos que acusan la desigualdad de género –las restricciones en materia de opciones, oportunidades y participación de la mujer - tienen consecuencias directas y a menudo nefastas para la salud y la educación de la mujer y su participación social y económica. No obstante, hasta hace pocos años se consideraba que esas restricciones eran o bien carentes de importancia o bien inexistentes; se las aceptaba o se hacia caso omiso de ellas. La realidad de la vida de las mujeres ha sido invisible para los hombres. Esta invisibilidad persiste en todos los niveles, desde la familia hasta la nación. Aún cuando comparten el mismo espacio, la realidad es que las mujeres y los hombres viven en mundos diferentes.

Se ha comenzado a adoptar las primeras medidas para poner fin a esta invisibilidad. En 1979, al aprobar la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. La Convención, que tiene fuerza de legislación internacional, ha sido ratificada hasta ahora por 165 de los 188 Estados Miembros de las Naciones Unidas.

La atención de la salud y la educación de las niñas y las mujeres han sido nuevos temas de acuerdos internacionales y van en aumento el número de países que han adoptado políticas de población y desarrollo, las cuales abarcan medidas para satisfacer las necesidades de niñas y mujeres en materia de atención de la salud incluyendo la salud reproductiva.

EL informe Estado de la Población Mundial fundamenta la necesidad de llevar a primer plano la desigualdad de género y tratarla como una cuestión urgente que afecta tanto los derechos humanos como la prioridad de desarrollo. La discriminación de género no será eliminada si no se cobra total conciencia de sus contradicciones intrínsecas y si los países, comunidades y familias no adoptan medidas para eliminarla.

Si las relaciones de poder entre hombres y mujeres fueran más igualitarias y si esa situación se combinara con mayor acceso a buenos servicios de salud reproductiva, se salvarían así las vidas de centenares de miles de mujeres.
 

Género y salud mental

Desde el siglo XVIII hasta el presente han surgido diversas teorías para explicar y denunciar la situación asimétrica de género entre hombres y mujeres, donde la posición de desventaja la asumen, como dice Gayle Rubin, con infinita variedad y monótona similaridad, siempre las mujeres.

Para la psicología tradicional, en particular el psicoanálisis, la mujer aparece como un hombre al que la falta "algo", porque según Freud solo existe un sexo, el masculino, convirtiendo una vez más, un argumento seudocientífico, en una realidad que no es Psicológica sino social: el estatuto prominente del hombre en la sociedad, hasta la actualidad.

Y precisamente, ese estatuto privilegiado del hombre, esa enajenación de la mujer, no deja de tener repercusiones sobre la psicología femenina; pero no es la anatomía ni las "glándulas" los que constituyen el "destino" de la mujer: es la organización de la sociedad en clases antagónicas, es la explotación del hombre hacia la mujer

El proceso de deconstrucción de paradigmas tradicionales que ha tenido lugar en las últimas decadas destaca que vivir en una sociedad sexista tiene costos para la salud mental. Sin importar condiciones de raza, edad, clase u orientación sexual, conlleva diversos factores que propician conflictos intrapsíquicos.

Según el estudio de Broverman et al. los profesionales de salud encuestados tenían diferentes conceptos de salud para hombres que para mujeres, estas diferencias se asemejan a los estereotipos de rol sexual que prevalecen en nuestra sociedad. Los profesionales en clínicas asignan mucho menos a las mujeres, los rasgos que caracterizan a los "adultos saludables". Tienden más bien a atribuir estos rasgos a hombres.

Para que una mujer sea considerada sana, debe "ajustarse" y aceptar las normas conductuales para su sexo, aún cuando estas conductas son generalmente menos deseables socialmente y son consideradas generalmente como menos saludables para "los adultos maduros y competentes".

La aceptación de una noción de salud, de "ajuste" coloca a las mujeres en la conflictiva posición de tener que decidir entre mostrar las características positivas consideradas como deseables para hombres y adultos o tener por ende que ser cuestionada en su femeneidad (es decir, desviarse de lo que estereotípicamente debe ser una mujer)
 
El estudio arroja como evidencia que los clínicos aceptan los estereotipos de rol sexual, lo cual contribuye a que perpetúen los estereotipos.

Siguiendo el intento de relacionar salud mental con identidad de género, Emilce Dio citada por Arias (2000), afirma que los factores psicosociales que conducen a la depresión no son sino el espíritu mismo del estereotipo de femineidad. Esta autora propone relacionar las condiciones que predisponen a la depresión y los modelos de femineidad, masculinidad. La persona deprimida muestra rasgos como dependencia, pasividad, falta de firmeza o asertividad, gran necesidad de apoyo afectivo, baja autoestima, indefensión e incompetencia. Estos rasgos coinciden como si fueran calcados con las características de la femineidad.

Las teorías del género han intentado explicar la opresión de las mujeres desde distintos ángulos y ha expuesto los mecanismos que la perpetúan y reproducen. Según Mabel Burin, la alta incidencia de trastornos, sin base biológica comprobada en las mujeres, debe verse como una rebelión interna, como una respuesta o resistencia que presentan ante las condiciones opresivas de su vida cotidiana y lo que han introyectado para ser aceptadas socialmente.

El feminismo ha hecho de la subordinación de la mujer su preocupación principal. En todas las sociedades actuales, apunta el hombre sistemáticamente oprime a la mujer y la frase: "lo personal es político", se refiere a esa universalidad.. Todas las relaciones entre hombres y mujeres son relaciones institucionalizadas de poder. La opresión es universal y es la forma principal de dominación

 
Lo masculino como la norma

La equivalencia entre lo masculino y lo humano es un paradigma que los estudios sobre el género rechaza. Ahora sabemos que la masculinidad y la feminidad son construcciones históricas socialmente determinadas por el patriarcado, que estableció esa asimetría partiendo de la superioridad de lo masculino y la inferiorización de lo femenino.

Esta identidad de género se internaliza como una certeza. Estudios sobre la masculinidad establecen que lo masculino hegemónico se define como lo que no es femenino y lleva implícito una clara misoginia. El hombre debe convencerse de que no es mujer, que no es homosexual, ni débil. La misoginia tiene que ver con la construcción de la insensibilidad hacia las mujeres, que incluye la creencia de su inferioridad y el uso de la violencia como un privilegio legítimo que le confiere el patriarcado. Representa un odio infame hacia las mujeres. La misoginia no es sólo un sentimiento masculino, las mujeres hemos aprendido a ser misóginas, destruimos a otras mujeres, establecemos relaciones de poder con ellas y despreciamos lo femenino como devaluado.

En la adquisición del género, lo masculino, que está asociado al derecho a poseer, penetrar, arrebatar, dominar, instaura en los hombres la certeza de ser dueños de las mujeres. En la masculinidad así construida, la sexualidad está articulada con el poder. La relación entre sexualidad y violencia es estrecha. La coerción social y la cosificación del cuerpo femenino son parte del poder aprendido como sexualidad.

El ejercicio del poder del hombre no se da solamente en la familia, es poder concreto, económico, social, psicológico, en lo público y en lo privado, con enormes beneficios y privilegios sociales.

Estas condiciones generan la posibilidad de controlar a las mujeres, sus vidas, sus cuerpos, su sexualidad y sus decisiones. La violencia en el hogar entonces es una estrategia para mantener a la pareja bajo control y configurar así una forma de esclavitud (Batres, 1999).
 

La terapia de género

La terapia género-sensitiva tiene valores y principios inherentes que la distinguen de otro tipo de terapia.

Uno muy importante de ellos es que en la etiología de los trastornos clínicos, la subordinación de la mujer en la sociedad se considera un factor relevante y el hecho de vivir en una sociedad discriminadora de las mujeres, en la cual tenemos menor poder político, económico y social que los hombres, determina en gran parte la salud de nosotras (Batres, 1987).

En esta terapia el énfasis no está orientado a lo psicodinámico como en el psicoanálisis, aunque lo incluye. Impulsa el humanismo y la igualdad, proviene de diferentes corrientes e integra los aspectos más benéficos de las mismas. Epistemológicamente propone el carácter político y social del conocimiento. Una practica crítica que debe ejercerce sobre los fundamentos de las teorías, tomando el punto de vista de las mujeres. (Villamarín,)

Muchos dilemas en la vida de las mujeres, explican la interacción entre socialización femenina y las respuestas específicas de las mujeres a su victimización.

En efecto, alrededor de nuestra sexualidad existen una serie de estereotipos y códigos sexuales que han sido adscritos como femeninos en forma histórica, de la misma manera ha sucedido con los hombres, mediante sus procesos de socialización.

Las mujeres, aún antes de nacer, ya tenemos asignado en la sociedad lo prohibido y lo aceptado para nuestro género, empezando desde el color rosado hasta el matrimonio y la maternidad como destino. Una serie de imperativos sociales ambivalentes recorren toda nuestra formación. Este tipo de comunicación se ha descrito en familias con disfunciones. Es el fenómeno conocido como el "doble vínculo". Concepto similar al de las paradojas de la lógica formal. Según Watzlawick (1981), este tipo de comunicación hace que la persona, en búsqueda de "Aquellos significados y aquel orden de la realidad, que para los/as demás son al parecer, tan evidentes, pero que ella no acaba de descubrir, exhiba conductas cada vez más excéntricas.

Quien recibe de otras personas vitalmente importantes para sí, normas de comportamiento que exigen y al mismo tiempo imposibilitan unas determinadas acciones, están en una situación paradójica. La conducta resultante de esta contradicción responde con mucha frecuencia a la definición social de desamparo moral".

Las mujeres enfrentamos muchas otras contradicciones especialmente respecto a la sexualidad y a nuestro propio cuerpo.

 "La sexualidad femenina ha sido pensada siempre a partir de parámetros masculinos. Así, la oposición: actividad clitoridiana "viril" - pasividad vaginal "femenina", de la que habla Freud -y tantos otros/as- como etapas alternativas del proceso de devenir de una mujer sexualmente "normal", parece demasiado modelada por la práctica de la sexualidad masculina". (Irigaray pp. 23, 1977).

El placer femenino está ligado a la evaluación de otros/as, a las mujeres se nos vigila nuestro cuerpo y la heterosexualidad a la norma de lo sano. Existimos para los/as demás y como somos frecuentemente agraviadas sexualmente por conocidos/as y extraños/as, estos ultrajes darán como resultado una lesión de la identidad femenina, pues es básico en la conformación de nuestra identidad, el cómo se experimenta el cuerpo. Esta dicotomía entre lo que el cuerpo quisiera y lo que se le permite; esa negación sistemática de sus necesidades y la presión de las demandas sociales, nos lleva a cargar un cuerpo alienado, colonizado por los deseos masculinos. El cuerpo se convierte más en un enemigo que en un aliado o en parte de una misma, situación que se agrava en las mujeres victimizadas sexualmente.

Los síndromes depresivos han sido reconocidos desde Hipócrates (Shader, 1994), pero el identificar que las mujeres lo sufren en mayor medida es más reciente. Estudios demuestran que las depresiones afectan principalmente a las mujeres y una razón por la cual estas se deprimen más que los hombres, es por tener menos fuentes de satisfacción, ser discriminadas.

Tal como lo señalaba opino que la socialización femenina se enfoca en el futuro papel de madre y esposa y el mismo afirma que cuando adultas debemos ser parte y soporte de una familia, cuidar a otros/as, limitándonos así en la definición y realización de nuestras aspiraciones y autonomía, cuya transgresión provoca intensos sentimientos de culpa.

Revertir la agresividad hacia sí mismas es una razón por la cual las mujeres se deprimen tanto. Pero las que se atrevieron a expresar su enojo son descalificadas con adjetivos negativos o se les diagnostica con "trastornos de la personalidad". Las mujeres transgresoras de este código de por sí, ya se sienten muy malas y encima deben cargar con este tipo de diagnóstico.

Otro dilema de las mujeres es la dependencia psicológica, la cual no puede desligarse de la dependencia económica. La separación de una pareja donde el padre maltrata o es un padre abusador de la/el hija/o, es para las mujeres un proceso difícil, amén de doloroso, significa a veces la miseria. La pobreza no nos libera de la violencia, por el contrario es el caldo donde la posibilidad de victimización crece.

El fenómeno económico no es suficiente explicación en el caso de mujeres con profesión o dinero, que se quedan en casa cuando son agredidas. Psicológicamente las mujeres hemos estado sujetas a valorar la autoestima en relación con la clase de pareja escogida, quien se vuelve vital para desarrollar desde la dependencia su propio ser.

Todos estos pesos sobre nuestros hombros, confinan nuestra participación en puestos de poder. Este espacio se nos limita aunque se llegue a ellos, solo nos es posible practicar algunas de las acciones garantizadoras del avance de la sociedad hacia la igualdad. A pesar de estas limitantes la lucha ya está planteada para que seamos en algún momento sujetas del desarrollo y no objeto del mismo.

En un nuevo milenio las mujeres vivimos moviéndonos entre paradojas, entre un creciente clamor mundial por la igualdad de derechos y oportunidades y una realidad sin apoyo social para nosotras.

La práctica terapéutica debe devolverle el poder a las mujeres. Empoderar a las mujeres para que replanteen sus comportamientos, aquellos especialmente que han necesitado utilizar por su desventaja, llamados manipulatorios o histéricos. Es nuestro trabajo como terapeutas validar las percepciones de las mujeres, reducir sus sentimientos de inadecuación.

Culpar a las víctimas y amoldarlas a la subordinación, vendiéndole la idea de que disfrutarán sus ventajas han sido una triste labor de la psiquiatría y la psicología.

La terapia género-sensitivo con mujeres coloca el comportamiento de la mujer en el contexto de la sociedad sexista y las diferencias de poder en la familia y la sociedad. Sin embargo la mujer siempre enfrentará en terapia un gran dilema, "un doble vínculo", ya que debe luchar por sus necesidades y lo que le pide la sociedad. El enojo estará entonces inscrito en los sentimientos como resultado de estos dobles mensajes. (Batres, 1997).

La terapia género-sensitivo tiene como tema central el reconocimiento de que para las mujeres, vivir en una sociedad sexista, ha tenido un costo en su salud mental. Que la opresión que ha vivido, basada en el género, la clase y la etnia, han generado grandes problemas en su autoestima y en la falta de poder y autonomía.

Por lo tanto, esta terapia explica los roles exigidos a las mujeres, más que el conflicto individual que además no toma en relación el sistema socioeconómico en que vivimos. Evita el uso de etiquetas de diagnóstico. Se apoya la exploración de los recursos internos de las mujeres y su capacidad para cuidarse y autocurarse.

Explora varios estilos de vida y respeta las distintas orientaciones sexuales. Estimula la adquisición de destrezas para una vida independiente. Analiza las diferencias de poder ejercidas sobre ellas para ayudar a las mujeres a diferenciar las fuentes externas de opresión, de las internas. Reconceptualiza los padecimientos para que las mujeres dejen de culparse a sí mismas o de ser víctimas.

También es necesario y ético que las/os terapeutas género sensitivos examinen su estilo de vida y sus estereotipos sexistas.

Deben estar inmersos/as en un proceso continuo de concientización y comprometerse con los esfuerzos sociales para lograr la equidad.

El gran reto de las mujeres en terapia es el cómo se convierten en personas en esta sociedad sexista. El gran reto de las terapeutas es ayudarlas en la obtención de sus legítimos derechos, en esta sociedad misógena.

Muchos paradigmas deben ser removidos para incluir las variaciones de género en el estudio y práctica de la psicoterapia. Y estas modificaciones dependerán de cuánto se modifique en la sociedad las iniquidades de género y se genere la conciencia de que la desigualdad conduce a la violencia. Mientras tanto, los hospitales psiquiátricos y las consultas estarán repletas de mujeres maltratadas por la violencia de género, tan injusta como la esclavitud.
 

Terapia género-sensitivo con hombres

Recientemente el movimiento masculinista, integrado por hombres sensibles, ha cuestionado los modos clásicos de concebir a los hombres y a las mujeres. Proponen un modelo que permita la flexibilidad de roles, la equidad y el respeto entre hombres y mujeres.

Entonces la terapia género-sensitivo para hombres es también una filosofía, una escuela particular de terapia, tal como lo es la terapia género-sensitivo para mujeres.

Enfatiza, el papel que juega el poder dentro de las relaciones hombre-mujer y en las estructuras sociales, con respecto a las diferencias de género. El proceso terapéutico fenomenológicamente no solo es un proceso de cambio de una persona, sino de las instituciones sociales.

Las variaciones individuales, étnicas y de clase, son importantes en la construcción de la masculinidad. Sin embargo, existe una hegemonía sustantiva en el aprendizaje de los roles genéricos.

En la terapia género-sensitivo dirigida a los hombres, se discuten entonces temas que tienen que ver con su socialización y hace énfasis en valorizar las relaciones interpersonales, no como instrumentos para alcanzar objetivos, sino en las satisfacciones lo más que deriva. Es útil en forma particular para hombres con dificultades para ser íntimos al hacer énfasis en el análisis de los roles sexuales estereotipados. Muy cercana a la dificultad para la intimidad, se encuentra la capacidad para expresar sentimientos. Al concederle más importancia a los logros que a las relaciones, no es sorprendente que las destrezas para relacionarse con cercanía no estén presentes. Revelar lo íntimo es una debilidad.

La terapia género-sensitivo hace énfasis en la dificultad que tienen algunos hombres para escuchar a las mujeres, la búsqueda del control, proponiendo modelos de colaboración en vez de competencia y control.

Estimula que establezcan sus propios cuidados, en vez de esperar que sus necesidades sean llenadas por las mujeres. Les enseña a cuidar a otras personas y a desarrollar destrezas para expresar cariño. Un modelo consensual para el ejercicio de la sexualidad y la fidelidad como valor. Que respeten la autonomía de las mujeres, sus no, sin sentirse humillados.

El modelo de socialización tradicional ha extraviado a los hombres en el conocimiento de las mujeres. Esta terapia requiere que exista una reeducación con respecto a las mujeres y sus derechos.

El poder en su multiplicidad de manifestaciones y las distintas formas de coerción para obtenerlo, es un eje central en el proceso (Batres, 1999).
 

Cierre

Ingresamos vertiginosamente a un nuevo milenio, con tecnologías impresionantes, pero con pocas modificaciones en las teorías que siguen ocultando la historicidad del aprendizaje de la diferenciación entre los géneros.

Creo necesario incorporar los estudios de género en el entrenamiento de las/os profesionales en salud mental. Aprender a decir humana, porque como dice la maestra Marcela Lagarde (1999), humana es la más bella palabra de nuestra lengua, encierra con pasión, el deseo de las mujeres por ser reconocidas como parte importatne de la humanidad.

Humanidad es entonces, el respeto por el derecho a la equidad y la diversidad de las y los seres humanos.
 

Bibliografía

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* Directora Programa Regional de Capacitación contra la Violencia Doméstica.

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