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Medicina Legal de Costa Rica

On-line version ISSN 2215-5287Print version ISSN 1409-0015

Med. leg. Costa Rica vol.15 n.1-2 Heredia Dec. 1998

 

Rodolfo Céspedes Fonseca, amigo y maestro *
 
 
El Dr. Rodolfo Céspedes Fonseca nació en Tres Ríos el 16 de setiembre de 1915 en un hogar formado por maestros y seguramente eso marcó su fuerte vocación por la docencia.  Él mismo luego de obtener su bachillerato en el Liceo de Costa Rica, trabajó como maestro de escuela en Limón, en San Isidro de Pérez Zeledón y una escuela vespertina en San José.  Posteriormente ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Costa Rica, pero como su verdadero interés eran las ciencias biológicas, logró obtener una beca para estudiar en la prestigiosa Universidad de Chile y allá se graduó como médico en 1945.  Durante su época de estudiante de medicina fue además ayudante de la Cátedra de Parasitología, disciplina por la cual siempre tuvo interés.  Rodolfo hizo su internado en el Hospital San Juan de Dios de 1946 a 1947 y regresó a Chile becado por la Caja Costarricense del Seguro Social para especializarse en Anatomía Patológica, con el fin de que organizara el Servicio de Patología del entonces llamado Hospital Central del Seguro Social, hoy Hospital Calderón Guardia.
 
Conocí a Rodolfo cuando hice mi internado en el Hospital San Juan de Dios y él era patólogo de ese hospital y del Seguro Social.
 
Nuestras primeras relaciones profesionales tuvieron lugar en las sesiones anatomo-clínicas que él había establecido por primera vez en Costa Rica en ambos hospitales con gran éxito, con el consenso de los médicos interesados tanto en comprobar los aciertos de la clínica, como derivar la experiencia de los errores cometidos, inevitables en toda acción humana. Las sesiones anatomo-clínicas fueron la actividad académica más importante de la medicina nacional durante muchos años, aún después del establecimiento de la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica.
 
En esos años, por su gran vitalidad, Rodolfo desarrollaba una actividad extraordinaria, pues realizaba prácticamente todas las autopsias del Hospital Central del Seguro Social,  del Hospital San Juan de Dios, las autopsias médicolegales que se hacían en este último hospital y compartía el estudio de las biopsias y piezas operatorias con el único otro patólogo que en esa época había en Costa Rica, el Dr. Marcial Fallas.  Además de eso, preparaba los casos de las sesiones anatomo-clínicas de ambos hospitales todos los sábados y aún así le alcanzaba el tiempo para practicar actividades académicas y gremiales del cuerpo médico, visitar los hospitales de provincias con fines de enseñanza, hacer excursiones al campo con fines de investigación y para escuchar y ayudar a muchos colegas que por su clara inteligencia y valentía acudían a él en busca de consejo, sobre todo cuando enfrentaban problemas de tipo administrativo.
 
En 1955 le expresé mi deseo de dedicarme a la patología y él no sólo recibió mi petición con entusiasmo, sino que de inmediato se dio a las tarea de conseguir financiamiento para una plaza en el Servicio de Patología del Hospital San Juan de Dios, pues no se contaba con tales plazas en el presupuesto vigente. Una vez resuelto este problema, inicié mi adiestramiento en Anatomía Patológica a su lado y entonces pude conocer mejor sus cualidades, no sólo sus amplios conocimientos de la morfología y la parasitología, sino además su actitud siempre alegre y optimista, el entusiasmo con que emprendía todas sus tareas y su deseo de enseñar y compartir sus hallazgos con todos los que trabajábamos a su alrededor.  Su empeño en la realización de autopsias nos permitió acumular un valiosísimo material de enseñanza en la forma de transparencias fotográficas y láminas histológicas que después se utilizarían y se siguen utilizando como material didáctico en las cátedras de patología de todos los hospitales.  Rodolfo participó en la creación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica. Fue el primer director de la Cátedra de Patología de esa escuela en el Hospital San Juan de Dios y sus lecciones eran atendidas con gusto no sólo por los estudiantes de medicina, sino también por los otros profesores de la cátedra, pues en ellas hacía gala de su facilidad de expresión, de su énfasis en lo fundamental con exclusión de lo muy elaborado y controversial, y se acompañaban del relato de divertidas anécdotas que le daban gran amenidad a sus clases.
 
Una de las iniciativas más importantes del Dr. Céspedes fue la creación de la revista Acta Médica Costarricense, de la que fue director y editor por muchos años, órgano oficial del Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica, en la que se trató de cumplir al máximo con los requisitos internacionales para publicaciones de carácter científico y en la cual se han publicado trabajos de gran calidad.
 
De las investigaciones realizadas por el Dr. Céspedes en el campo de su especialidad, puedo destacar sus estudios acerca de la patología de la malnutrición infantil; la enfermedad tromboembólica en pacientes con malnutrición y parasitosis intestinal; el estudio de 70 casos fatales de fiebre amarilla durante la epidemia de esa enfermedad que azotó nuestro país; la aplicación de una técnica rápida de frotis de tejido hepático obtenido mediante punción con aguja en el cadáver. para confirmar el diagnóstico en casos sospechosos de fiebre amarilla, las lesiones dejadas en el corazón por la fiebre reumática; estudios sobre amebiasis, lepra, leishmaniasis, tuberculosis pulmonar e intestinal, hepatitis viral, enfermedad de Chagas, toxoplasmosis, ascariasis hepática, cromomicosis; las lesiones causadas por mordeduras de serpientes venenosas; cirrosis hepática y carcinocirrosis.  Y lo de mayor importancia, la descripción por primera vez en el mundo de una enfermedad parasitaria localizada en el tracto intestinal, que originalmente se señaló con el término “granuloma eosinofílico “ y que años después se logró demostrar ser debida a un helminto llamado ahora “Angiostrongylus costarricensis”.
 
Por la convicción con que presentaba sus hallazgos, ayudado por su potente voz, su ingenio, su sentido del humor y lo ameno de sus presentaciones, Rodolfo era considerado un brillante expositor, no sólo en Costa Rica sino también en todos los países de América que visitó para participar en reuniones científicas.  A propósito debe mencionarse que en un congreso médico al que como invitado especial asistió el entonces presidente de la República don José Figueres Ferrer, el Dr. Céspedes planteó la necesidad de que los investigadores costarricenses contaran con un microscopio electrónico.  El  presidente Figueres escuchó atento esa petición, prometió su ayuda y esa fue la iniciativa por la cual algunos años después el gobierno de Japón donó el primer microscopio electrónico para la Universidad de Costa Rica.
 
El domingo 27 de febrero de 1994 Rodolfo Céspedes murió en su casa después de una prolongada y penosa enfermedad que soportó con estoicismo y aunque había minado mucho sus fuerzas, quince días antes de su muerte había visitado la casa que fue de sus padres en Tres Ríos, conduciendo él mismo su automóvil. El día de su fallecimiento pidió que lo llevaran al pequeño jardín de su casa para contemplar por última vez la naturaleza de que tanto había disfrutado en su vida y poco después expiró apaciblemente en su habitación.
 
Mediante estas líneas he querido rendirle homenaje póstumo a un gran amigo, un hombre extraordinario por su inagotable actividad, maestro de patólogos costarricenses y de innumerables estudiantes de medicina y que desarrolló un papel fundamental en esta disciplina en el país, papel que debe ser reconocido y apreciado por todos los que recibimos su ayuda y enseñanzas.
 
 * Dr. Jorge Salas CorderoEx-Jefe Servicio Patología, Hospital San Juan de DiosEx-profesor Cátedra de Patología, Escuela de MedicinaUniversidad de Costa Rica

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