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Revista Geológica de América Central

versão On-line ISSN 0256-7024versão impressa ISSN 0256-7024

Rev. Geol. Amér. Central  no.44 San Pedro de Montes de Oca Jun. 2011

 

Análisis macrosísmico del terremoto de Buena Vista de Pérez Zeledón, 3 de julio de 1983  (Ms = 6,1), Costa Rica

Macroseismic analysis of Buena Vista earthquake, Pérez Zeledón; July 3, 1983 (Ms = 6.1), Costa Rica

Mauricio M. Mora & Giovanni Peraldo. Escuela Centroamericana de Geología, Universidad de Costa Rica, Apdo. 214-2060, San Pedro, Costa Rica. mmmora@geologia.ucr.ac.cr

*Dirección para correspondencia

Abstract

This research integrates information from documents and testimonies about the effects of the Buenavista Earthquake, July 3rd 1983 (Ms = 6,1) in Costa Rica. From this documentation, it has been possible to reconstruct a local intensity map, and furthermore to understand the perception and social representations that the population draw as explanations about the earthquake source. Maximum intensities occurred northward of Rivas town (VIII-IX), showing an elongated pattern striking NNW. The integration of all primary and secondary information which has been taken and analyzed, suggests a seismic source striking E-W or NW-SE, located north of Buenavista town. The social interpretations to explain the Buenavista Earthquake were focused on “divine punishment” (“the final judgement”), volcanic activity or collapsing caverns.

Keywords: Seismicity, seismic intensity, seismic hazard, history, perception, vulnerability.

Resumen

Esta investigación integra información documental y testimonial sobre los efectos del Terremoto de Buenavista, del 3 de julio de 1983 (Ms = 6,1), con la cual ha sido posible reconstruir el mapa de intensidades local y, además, entender la percepción y las representaciones sociales que las poblaciones asumieron como explicaciones al terremoto. Las intensidades máximas entre VIII y IX que ocurrieron hacia el norte de Rivas, muestran una elongación en dirección aproximada NNW – SSE. La integración de toda la información primaria y secundaria recopilada y analizada, sugiere una fuente sísmica en dirección E-W o NW-SE ubicada al norte de la población de Buenavista. Las representaciones sociales giran en torno al castigo divino (juicio final), actividad volcánica o colapso en cavernas, para explicar el origen del terremoto.

Palabras clave: Sismicidad, intensidades sísmicas, amenaza sísmica, historia, percepción, vulnerabilidad.

Introducción

El territorio de Costa Rica se sitúa en un ambiente geotectónico muy complejo y activo, producto de la interacción de las placas del Coco, Caribe y Nazca y de un profuso fallamiento cortical, que han generado, a través de la historia, numerosos eventos sísmicos de magnitudes importantes, los cuales han transformado directa o indirectamente el ambiente y los asentamientos humanos ubicados en las áreas mesosísmicas.

El incremento de la población y el consecuente crecimiento urbano sin criterios adecuados, ha provocado la ocupación de áreas cercanas a fallas neotectónicas que han mostrado un nivel importante de sismicidad. Esto implica que no se pueden plantear estrategias de prevención que disminuyan la vulnerabilidad ante sismos, si no se conoce la naturaleza sísmica del área. Es por ello que la memoria histórica de la población, plasmada en cualquiera de sus modalidades (documentos, tradiciones orales, entre otros), juega un papel importante. Sin embargo en Costa Rica, desafortunadamente, esta memoria ha sido escasa. Este hecho se remonta a la colonia, época de la cual datan las primeras referencias a eventos sísmicos de gran impacto pero cuyos relatos y descripciones son escasos e incompletos, según lo pone en evidencia Montero & Peraldo (2004). Asimismo, se ha constatado que para el final del siglo XIX y para el siglo XX existen vacíos en el catálogo debido a que hay referencias a eventos sísmicos relativamente recientes que no están incorporados, o bien, están mal estudiados.

Desde esta perspectiva, el terremoto del 3 de julio de 1983 (Ms = 6,1), que en adelante se referirá como Terremoto de Buenavista, demostró la existencia de fuentes sísmicas activas en el área de Buenavista de Pérez Zeledón y alrededores (Morales, 1987; Boschini et al., 1988). Sin embargo, a pesar de que para esa época ya había instrumentos que lo registraran, detalles fundamentales sobre el proceso y su impacto se perdieron, ya sea por errores en la toma de información, porque ésta se trató inadecuadamente o bien, porque simplemente existieron detalles que no fueron tomados en consideración, ya que los objetivos de la intervención de la emergencia que propició el evento fueron otros.

La literatura científica que trata sobre el Terremoto de Buenavista no es exhaustiva en cuanto al detalle de la distribución de daños generados, ni es contundente en cuanto a la determinación de las características de la fuente sismogeneradora. Por lo tanto, en este trabajo se analiza la información sobre los daños y los efectos en el terreno, generados por el Terremoto de Buenavista, a partir de entrevistas a testigos presenciales e información geológica y tectónica actualizada, con el propósito de reconstruir la distribución de las intensidades sísmicas en el área. Se realizó dicha reconstrucción con base en la documentación técnica disponible, documentos hemerográficos y, sobretodo, de las microhistorias narradas por testigos presenciales, con lo cual se trata no sólo de elaborar un análisis macrosísmico, sino también, de rescatar la memoria histórica y la percepción. Esto último es esencial para tener un panorama respecto a la lectura que la población hace sobre la actividad sísmica.

Este estudio forma parte de una investigación más amplia que comprende aspectos geológicos, tectónicos y sismológicos la cual tiene definida un área de estudio comprendida por las hojas topográficas Cuericí 3444-I, San Isidro 3444-II y Repunta 3443-I escala 1:50.000 del Instituto Geográfico Nacional de Costa Rica, entre las coordenadas 9°10´ – 9°40´ latitud norte y 83°45´– 83°30´ longitud oeste (Fig.1).






Antecedentes

Existen varias investigaciones que hacen referencia al Terremoto de Buenavista. Por ejemplo, Leandro et al. (1983) describe aspectos relacionados con la intervención inmediata al momento de la emergencia. En él se describen daños tanto a la infraestructura como al ambiente (deslizamientos). Posteriormente Morales & Montero (1984) refieren que la falla que origina el Terremoto de Buenavista no está determinada y proponen la realización de estudios específicos para identificarla.

Morales & Leandro (1985) describen la geomorfología del área mesosísmica, así como varias fallas, entre las cuales destaca una de rumbo NW-SE de tipo normal y fuerte componente transcurrente a lo largo de la cual, reportan una sismicidad significativa. Morales (1985) sugiere que el Terremoto de Buenavista podría estar asociado a una falla normal con componente transcurrente que, en su artículo, correspondería a la traza de la Falla Pangolín.

Mora & Morales (1986) citan los deslizamientos generados por el Terremoto de Buenavista y los asocian con las áreas de mayor intensidad. Montero (1986) hace referencia al Terremoto de Buenavista para el cálculo de periodos de recurrencia de fuentes sísmicas inter e intraplaca en Costa Rica.

Morales (1987) circunscribe los daños del sismo a una elipse de eje mayor de rumbo casi E-W e indica que concuerda con rasgos morfotectónicos de la zona, particularmente la Falla Pangolín (con rumbo NW-SE), la cual concuerda con uno de los planos de ruptura (N 80º E) según el mecanismo focal reportado por el National Information Center (NEIC) (Fallamiento normal con una fuerte componente transcurrente). Finalmente, Boschini et al. (1988), contrario a lo sugerido por Morales (1987), proponen que el terremoto se originó en una falla N-S ubicada a lo largo del valle del río Buenavista y que le denominaron Falla Buenavista.

Sismicidad del cantón de Pérez Zeledón

Las referencias que se tienen sobre sismos percibidos en épocas previas al registro instrumental en el cantón de Pérez Zeledón son escasas y corresponden con escuetos testimonios de pobladores del área tal y como se indica en la cuadro 1. Peraldo (2004) refiere que el sismo más antiguo que se conoce hasta el momento, con epicentro en o cerca del área de estudio, pudo haber ocurrido entre 1914 ó 1916 según una referencia secundaria, la cual podría relacionarse con un sismo ocurrido en 1916 registrado en el sismógrafo de San José y reportado por el geómetra Pedro Nolasco Gutiérrez, quien lo ubica cerca del área de estudio (Peraldo & Mora, 2007; Díaz et al., 2007). Con base en la escala de confiabilidad dada por Peraldo & Montero (1999), este evento es de calidad “C”, dado que es un sismo conocido a partir de escasas fuentes orales y escritas. No es sino a partir del sismo de 1973 que la confiabilidad aumenta a la categoría “A” (Cuadro 1).

Se puede notar que las descripciones de la mayoría de los sismos recopilados, en especial para los ocurridos en 1936 y 1956, sugieren una fuente cortical local. Leandro et al. (1983) refieren, con base en testimonios de habitantes de la zona de Buenavista y alrededores, que se sintieron temblores hace 20 y 40 años (±1963 y ±1943), pero no lograron suficientes entrevistas o fechas precisas para confirmar la información y que en este presente artículo, se les asigna calidad “C”.

Especificidades del terremoto de Buenavista

La secuencia sísmica ocurrida en Buenavista en 1983 inició el 3 de julio a las 11:13´43´´, hora local, con un evento precursor de magnitud mb = 5,1, al cual, 40 segundos después, seguiría el sismo principal de magnitud Ms = 6,1 (Leandro et al., 1983). Esta corta diferencia de tiempo entre ambos eventos, aunado a la existencia únicamente de registros sísmicos en papel dificultó, en ese entonces, el análisis detallado del terremoto. Pese a esta limitación, la Red Sismológica Nacional (RSN: ICE-UCR) localizó el sismo precursor unos 14 km al norte de San Isidro del General (9°29’ latitud norte - 83°40,5´ longitud oeste) y le asignó una profundidad de 14 km Boschini et al., 1988).

Según Leandro et al. (1983) y Morales (1987) en el área epicentral se reportaron intensidades MM entre VIII y IX, en tanto que en San Isidro se estimó una intensidad entre VII y VIII, puesto que en algunos barrios tales como: al norte del Liceo Unesco, al sur de la Cooperativa; el Barrio Sinaí y el Hospital se reportaron daños de consideración. En el área epicentral, en su mayoría montañosa, se generaron numerosos deslizamientos que movilizaron un volumen total de 4,6x106 m3 aproximadamente. Asimismo, gran parte de la carretera interamericana y la red de caminos vecinales fueron obstaculizadas y otras fueron destruidas. Además ocurrieron severos daños en escuelas y templos. De las 600 viviendas inspeccionadas en esa oportunidad, 40% podían usarse, 46% se hallaron inhabitables y un 14% requirieron reparaciones (Leandro et al., 1983). Muchos de los daños se debieron a la ubicación de las viviendas en laderas inestables.

Método de trabajo

Esta investigación se ubica entre las técnicas de la historia reciente subalterna y el pensamiento tradicional geofísico. Por lo tanto, el método empleado mezcla el razonamiento geofísico sismológico de asignación de valores basados en una escala prefijada y el criterio de los protagonistas del impacto.

La investigación se dividió en labores de gabinete y de campo. En gabinete se estudiaron: 1) los informes técnicos y artículos científicos relacionados con el tema del Terremoto de Buenavista ubicados en el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y la Universidad de Costa Rica (UCR), 2) un archivo fotográfico de la época que se conserva en la Red Sismológica Nacional (RSN: ICE-UCR), donde se muestran los daños causados principalmente en la zona mesosísmica y en algunos barrios de San Isidro de Pérez Zeledón, 3) los informes de la Comisión Regional de Emergencias de Pérez Zeledón, y 4) información hemerográfica de la época, ubicada en la Biblioteca Nacional de Costa Rica, con lo cual se integró una base de datos.

Durante la labor de campo se recopilaron los testimonios de personas que vivieron el evento, a través de la entrevista a profundidad no estructurada. La información testimonial se ordenó en una base de datos general y otras más específicas sobre temas relacionados con la percepción física del sismo (movimientos, sonidos, daños), que fueron usadas para la elaboración del mapa de intensidades sísmicas y reconstruir, a su vez, el impacto del evento en el área mesosísmica. Por otra parte, la percepción de la población, a través e sus explicaciones, comportamientos individuales, entre otros aspectos, permitió comprender las representaciones sociales que las comunidades afectadas construyeron del evento.

Finalmente, se realizó el análisis de la información obtenida en campo y su comparación con la información previa sobre el terremoto.

Categorización y calidad de la información

Se obtuvo información en 78 comunidades a través de la recopilación de 97 testimonios y la revisión documental. Debido a que la información puede estar sesgada o incompleta, ésta se clasifica en dos grupos: primaria y secundaria. La información primaria es toda aquella proveniente de testigos presenciales del evento o de informes redactados por personas que trabajaron durante la emergencia. En esta categoría se incluye el informe de Leandro et al. (1983). La información secundaria es toda aquella proveniente de la transmisión oral o escrita a partir de testigos no presenciales o de fuentes escritas años después del evento por personas que no estuvieron presentes durante la emergencia.

Con base en lo anterior la base de datos fue depurada y ponderada mediante la aplicación de un indicador de su calidad que fue adaptado de Peraldo & Montero (1994, 1999) de la siguiente manera: 1) Calidad “A” comprende toda aquella información aportada por testigos presenciales in situ; o toda aquella información documental elaborada días después del terremoto, con excepción de la información escrita hemerográfica, pues no se estima confiable, ya que se encontró diferencias entre lo que los diarios de la época consignaron y lo que los testigos presenciales comentaron. 2) Calidad “B” es aquella información oral dada por testigos presenciales al sismo pero que describen daños o efectos en áreas en donde no se encontraban al momento del terremoto. 3) Calidad “C” comprende la información vertida de fuentes escritas o testimoniales indirectas y poco confiables, tal que no fue confirmada mediante otras referencias. En el caso de la información histórica relativa a los sismos anteriores al Terremoto de Buenavista, los testigos son presenciales pero no fijan una fecha exacta a los temblores.

Asimismo, se rescata aquella información que puede ser valiosa para el estudio sismológico de asignación de intensidades como lo son:

1) Los efectos vibratorios en suelo, en objetos, en la vegetación y en las construcciones.

2) Los efectos cosísmicos y secundarios, que incluye ruptura del terreno por causa de una falla, levantamiento tectónico, deslizamientos, afectación de nacientes.

3) Las características de la secuencia sísmica, que incluye la cantidad y el rango temporal durante el cual fueron sentidos los eventos precursores y las réplicas.

Finalmente, se consigna la información que permite entender la percepción, por ejemplo, si causó pánico, la descripción del movimiento del terreno, si hay reportes referentes a la percepción de ruidos antes o durante el temblor, las explicaciones populares, entre otros aspectos.

La escala de intensidades

Existen varias escalas de intensidades sísmicas que pueden usarse para el análisis macrosísmico. La más generalizada es la escala Mercalli Modificada (MM); sin embargo, Peraldo & Montero (1994, 1999) han encontrado problemas de aplicación de este tipo de escala cuando se usa en el análisis de información histórica, aún cuando ésta sea reciente como la recopilada en este trabajo. Aquí tenemos una limitante importante, pues dicha información es recabada 23 años después del terremoto, lo cual hace que muchas vivencias puedan ser transformadas por las vivencias posteriores del informante, o bien, por borrarse parte de la memoria histórica personal, en parte porque fue un hecho poco agradable y muchos detalles pudieron olvidarse.

En este trabajo se utiliza la escala MM de manera heurística (Peraldo & Montero 1994 y 1999, Peraldo et al., 2006), para asignar las intensidades, tomando en cuenta para ello aspectos geológicos observados en el campo y aspectos históricos y de percepción obtenidos de las entrevistas y del estudio documental, con los cuales se ajustan los criterios de asignación de los grados de intensidad.

Análisis de las microhistorias

Las microhistorias, definidas como relatos individuales o colectivos, rescatan la memoria histórica de la comunidad, de tal forma que se pueden preservar desde el conocimiento ancestral hasta los hechos y eventos que marcaron épocas en la comunidad y en el territorio estudiado. Estas microhistorias pueden ser reconstruidas a partir de documentos escritos y por medio de la oralidad (Peraldo & Mora, 2009a).

En el apéndice 1 se muestran los datos recopilados para cada localidad. En algunos casos, una misma persona o grupo de personas refirió acontecimientos sobre varias localidades diferentes, debido a que, por ejemplo, se desplazaron de una localidad a otra durante la emergencia, o bien, otra fuente (familiares o vecinos) les contaron lo sucedido en otras localidades. Es por ello que, en cada caso, se comprobó la veracidad del testimonio durante la entrevista, de manera que se pudieran resaltar los datos que brindaba como testigo presencial de los que obtuvo por otros medios. Asimismo, sólo se incluye la información con la cual se asigna la categoría de intensidad MM. Las referencias sobre otros eventos, el origen y la percepción del temblor son analizados de manera separada.

El abordaje particular de un terremoto, mediante la microhistoria, permite definir el tipo de información a recolectar que sea pertinente para un análisis espacio - temporal de los daños y de la actividad sísmica por localidad. Sin embargo, la reconstrucción del evento desde las microhistorias, no escapa a una serie de limitaciones propias de la transmisión oral de experiencias, tal como se discutirá más adelante. En este sentido es importante comparar los testimonios vivenciales de una misma localidad ya que, mediante los testimonios convergentes, es posible eliminar información dudosa, tener mayor certeza de la intensidad asignada y extraer los elementos comunes (representaciones sociales).

Contrariamente, la información hemerográfica, en la mayoría de los casos, no es precisa en los datos sobre los efectos y los daños generados por el terremoto o bien, es contradictoria con lo que manifiestan los entrevistados y los informes técnicos. Por esta razón, no se utilizó o se le dio un peso muy bajo para el análisis de intensidades.

Un aspecto que se debe tener en consideración durante las entrevistas, es separar las diferentes vivencias por eventos distintos. La cercanía temporal y geográfica del terremoto ocurrido el 2 de abril de 1983 en Golfito y del Terremoto de Buenavista, constituyó un factor importante a considerar durante las entrevistas. El primero fue de mayor magnitud (Ms = 7,3) y generó un nivel de intensidades importante en Pérez Zeledón. Además el terremoto de Golfito ocurrió durante la noche del Sábado Santo de 1983, en contraste con el de Buenavista que ocurrió un domingo durante el día. Estos factores ocasionaron que el terremoto de Golfito quedara mejor referenciado en la memoria colectiva de la población de Pérez Zeledón, en tanto que el Terremoto de Buenavista está más presente en las personas que en ese momento vivían cerca de la zona epicentral. Por esta razón, era común que, durante las entrevistas, las personas confundieran ambos eventos y se tuviera que recurrir a preguntas que permitieran diferenciar las vivencias por cada uno (Cuadro 2).

Otros eventos presentes en la memoria histórica son los huracanes, cuyo recuerdo frecuentemente es referido en las entrevistas, como es el caso de los temporales ocurridos en 1954 y 1955 o del huracán César que ocurrió en julio de 1996. Félix Quesada, vecino de la localidad de San Pedro, hace referencia a este último:

“…en Zapotal hay una falla de la calle hacia el río. Antes de César hubo crecida y el Zapotal se creció y erosionó el cauce y durante 3 años salió barro y se fueron llenando las casas…hubo que sacar la cañería y tirarla aérea…” (Se refiere al deslizamiento de Zapotal, reactivado en 1996, Huracán César)

Libia Chacón de Quebradas narra lo siguiente:

…no hubo grietas, para el huracán Cesar sí… No hubo daños en casas ni para el huracán César…”

En el caso de los temporales de 1954 y 1955 se indica lo siguiente:

“…el río Pedregoso creció mucho durante el temporal del 54 y 55…” (Palín Elizondo, San Ramón Sur).

Limitantes del método

Varias limitantes restringen los alcances de los estudios sobre eventos sísmicos pasados. Por ejemplo en la reconstrucción del impacto del evento sobre la sociedad, tenemos:

1) La distorsión de la memoria, tema que ha sido ampliamente analizado por Franco & Levín (2007), quienes indican que la historia reciente debe usarse como un correctivo de las distorsiones de la memoria, que ocurren por: a) matices propios de la persona que transmite el conocimiento en función de cómo vivió la experiencia y mediante qué conocimientos previos la interpretó, b) si la persona fue o no testigo presencial, c) manipulación de la memoria histórica en función de intereses particulares, d) es común que la memoria histórica esté confusa por referencias de otros acontecimientos históricos similares o de diferente origen, que ocasionaron un estrés comunal importante.

2) El doble papel del investigador en historia reciente: la de ser analista y al mismo tiempo testigo (Franco & Levín, 2007).

Otros aspectos limitantes son señalados por Peraldo (1993), tales como: a) La parquedad en la descripción de los daños y de la infraestructura afectada; en ese caso no se conoce el estado anterior de la estructura, la forma en que fue construida y cómo fue la afectación; b) El desconocimiento de la respuesta de sitio y de los efectos cosísmicos; c) No se conoce el detalle de objetos movilizados por el sismo y su posición inicial; d) La ubicación del punto asignado con un nivel de intensidad, puede aproximarse a partir de entrevistas, o información hemerográfica, pero en otros casos la ubicación suele ser sumamente imprecisa; e) Dificultad para ubicar y detallar, de manera acertada, el marco geográfico e histórico de la época en que el sismo ocurrió, por lo que hay que conformarse con la información recopilada casi siempre de fuentes documentales secundarias.

Análisis macrosísmico

Percepción del sismo

Tal y como se indicó en la Introducción, la percepción del sismo se enfoca a la parte física, analizada en el apartado anterior, y a lo simbólico, que se refiere a una parte anímica y otra formadora de respuestas ante lo desconocido. A veces ambas partes se mezclan creando el mito que lleva, en ocasiones, al miedo (Peraldo & Mora, 2009b).

La parte anímica tiene que ver con la huella que el sismo deja en la psique. Dentro de este componente, se identifican aspectos educativos y culturales tales como la construcción mental de lo divino contra lo natural. Se esbozan en esta parte anímica pensamientos relacionados con: la cultura, la razón, las creencias, entre otros. El Cuadro 3 contiene algunos de los comentarios más representativos que se traducen en representaciones sociales como, por ejemplo, el fin del mundo, que simboliza el juicio final sobre los pecados y que juega un papel importante en la parte anímica. Se esgrimen, entonces, deseos de confesión y de perdón. Además, todo esto queda magnificado por la impotencia a la que son reducidas las personas por el terremoto.

Complementario a lo anterior, ocurre lo que se podría llamar fenomenología especulativa,que puede entenderse como la intención de abstraer un evento para sacar su esencia, a partir de hipótesis extraídas de las vivencias cotidianas que construyen percepciones. Como resultado, se relaciona el Terremoto de Buenavista con la aparición de volcanes o el colapso de cavernas bajo las montañas, por una comparación a priori de lo percibido durante y después del sismo principal, con lo que se considera característico de otros procesos naturales, tal y como lo ilustran los testimonios contenidos en el Cuadro 3. Por ejemplo, la relación con el volcanismo se debió a los constantes retumbos que acompañaron al sismo principal y a las réplicas y a la existencia de aguas termales en San Gerardo, las cuales las personas asocian erróneamente con actividad volcánica, cuando realmente están asociadas con fallamiento cortical.

Los retumbos y otros sonidos son identificados por los testigos presenciales de la actividad sísmica de Pérez Zeledón, en julio de 1983. El retumbo previo al sismo principal, debido a su origen somero, fue percibido en 25 localidades (Fig.2). En algunos casos es descrito como detonaciones o bien, como un ruido proveniente desde la profundidad de la Tierra. Sin embargo, la forma de escuchar el retumbo depende de la percepción que la persona tenga del fenómeno y de las condiciones acústicas del sitio donde se escucha. Además de los retumbos tectónicos, otros testimonios describen el ruido ambiental producido por el viaje de las ondas sísmicas y de los deslizamientos y caídas de rocas (Cuadro 4).





Movimiento del terreno y aceleraciones

La mayoría de los testimonios describen un movimiento ondulatorio del suelo (como olas) o trepidatorio (levantados) según el testigo se encuentre lejos o cerca del área epicentral, o bien, bajo determinadas condiciones de topografía y de tipo de suelo, lo cual condiciona el comportamiento de las ondas sísmicas.

De los testimonios resaltan algunos que se refieren a la dirección del movimiento (Cuadro 5), de los cuales 6 se recopilaron en comunidades ubicadas muy cerca del área epicentral y casi todos coinciden en describir un movimiento E-W o aproximado (Fig.3). Otra particularidad es que este movimiento es consistente independientemente de la topografía, por cuanto la descripción es la misma en zonas altas y bajas. Estos testimonios son congruentes con lo indicado por Morales & Leandro (1985) quienes observaron cocinas y refrigeradoras desplazadas aproximadamente del E al W, en las poblaciones entre La Piedra y Buenavista. Estos desplazamientos podrían sugerir el movimiento de los bloques de la falla. En las comunidades de San José de Rivas y Quebradas se describe un movimiento hacia el S.





Por otra parte, se puede intuir cómo fue la aceleración en el sitio, debido a las descripciones de los testigos, tal como se resume en el cuadro 6. De estos testimonios se intuye el salto de objetos en la mayoría de las descripciones, lo que se podría asociar a aceleraciones superiores a la gravedad (Fig.3).

Efectos de geodinámica externa

Leandro et al. (1983) indican que se produjeron deslizamientos dentro de un área de 200 km2, siendo más intensos y casi alineados E-O dentro de un área de 20-25 km en sentido E-W y aproximadamente 5 km en sentido N-S. Los cerros más afectados fueron: Fila Temblor (lado oeste), Fila Altamira, cerro Boruca, cerro Boquete, Alto Macho Mora, Lagunilla, Fila Helechal, cerro Chinga (Paraguas), Fila Herradura, Fila Ojo de Agua. De acuerdo con estos autores se generaron diferentes tipos de deslizamientos como se muestra en el cuadro 7.

Mora y Morales (1986) describen para Costa Rica, la relación entre hipocentros someros con la generación de deslizamientos y de flujos de lodo. En el caso particular del Terremoto de Buenavista, refieren que muchos de los deslizamientos generados se deben a la degradación ambiental de las cuencas de los ríos Buenavista, Chirripó Pacífico y Blanco. En este sentido, Peraldo (2004) reconstruyó el uso histórico de la tierra para dichas cuencas y encontró que, por comparación de paisajes la cuenca del río Buenavista está degradada y por tanto frágil, mientras que la cuenca del río Chirripó Pacífico es menos intervenida, con excepción de la microcuenca del río Blanco. Es necesario aclarar que en el área de máxima densidad de deslizamientos generados por el Terremoto de Buenavista, estos fueron, en su mayoría, deslizamientos regolíticos, producto de la caída de la costra de meteorización de los intrusivos, que forman laderas con pendientes que obviamente favorecen la inestabilidad.

Efectos en los manantiales

Un efecto sísmico peculiar es la perturbación en los acuíferos que se manifiestan por cambios reconocibles del caudal en algunos sectores de ríos  y en manantiales. En el área mayormente afectada por el sismo de 1983, muchos acueductos rurales quedaron sin agua, no por daños directos por el sismo, sino por el secado de las fuentes-tomas y se evidenció el descenso del caudal de algunos ríos días posteriores al terremoto (Comisión Regional de Emergencia de Pérez Zeledón, 1984). Algunos testimonios confirman el secado o la disminución del caudal de manantiales en localidades como: Monterrey, San Ramón Sur, La Ese, Hortensia, San Juan Norte, Herradura, San José de Rivas y Chucuyo (Fig.4).




Montero (1999) encontró evidencias hemerográficas sobre efectos hidrogeológicos con motivo del terremoto del 4 de marzo de 1924. Dichas evidencias tienen que ver con la disminución del caudal de riachuelos ubicados al sur del Cerro Turrubares, mientras que al norte aumentaron su caudal. Cerca de San Mateo, los vecinos estaban alarmados porque se empezaron a secar las quebradas donde se abastecían de agua. Montero (1999), refiere como corolario, que estos efectos se han visto asociados con terremotos de magnitudes altas.

Son varias las interpretaciones que se pueden dar a la perturbación del caudal de nacientes y quebradas ubicadas dentro del área mesosísmica del Terremoto de Buenavista: 1) movimiento de bloques tectónicos, 2) generación de rupturas en suelo y roca, o el cierre permanente de ellas, 3) cambios en la estabilidad de laderas. Es necesario  indicar que estos efectos deben ser estudiados cuando estos se producen para identificar la causa de la perturbación.

Reconstrucción macrosísmica

El rango de intensidades máximas, VIII a IX,se obtuvo en un conjunto de localidades ubicadas en las cuencas de los ríos Buenavista y Chirripó Pacífico y que conforman un área con el eje mayor orientado en dirección noroeste-sureste (Fig.5, Apéndice 1). Con base en la relación empírica propuesta por Peraldo y Montero (1999) y obtenida a partir de datos de intensidades máximas con magnitudes instrumentales Ms:

Ms = 1,8 + 0,52 Imax

Se obtiene una magnitud macrosísmica Ms = 6,3 que es consistente con la magnitud instrumental.




Asimismo, el rango de intensidades máximas es consistente con el análisis realizado por Leandro et al. (1983) y Morales (1987). Ambos estudios coinciden en que el impacto del terremoto en el área de máxima intensidad es condicionado por los siguientes factores:

1. Fuertes pendientes.

2. El espesor y tipo de suelo según el lugar.

3. Fracturamiento intenso del macizo rocoso.

4. Prácticas constructivas deficientes o la ubicación de viviendas en terrenos no aptos.

Las áreas de fuerte pendiente están asociadas con los cuerpos intrusivos del Grupo Comagmático de Talamanca, las cornubianitas, las brechas volcano- sedimentarias de la Formación Pacacua y las lutitas y areniscas de las formaciones Peña Negra, Térraba y Caraigres, definida para el área por Alvarado et al. (2009). El espesor de suelo varía de unos pocos metros (< 5 m) sobre los instrusivos y las cornubianitas, en donde se generan deslizamientos regolíticos y caídas de rocas, a varios metros (> 5 m) en las brechas de la Formación Pacacua, sobre las cuales los deslizamientos son más profundos y los materiales son predominantemente arcillosos, debido a la meteorización de los fragmentos volcaniclásticos. En el caso de las lutitas y areniscas, los espesores de suelo son variables según el grado de meteorización y predominan los deslizamientos generados a lo largo de planos de estratificación o bien caída de rocas por el alto fracturamiento del macizo rocoso.

El efecto del entorno geológico en el impacto del sismo, se refleja en el análisis de la información generada por ICE et al. (1983) para 13 localidades afectadas por el Terremoto de Buenavista. De dicho informe se desprende que la mayoría de viviendas o estructuras quedaron inhabitables por causa de deslizamientos, seguido por daños estructurales y, finalmente, por problemas de cimentaciones. Las localidades de Pueblo Nuevo, Buenavista, Herradura y San Juan Norte, seguidos por División y El Jardín tuvieron la mayor cantidad de casos de estructuras dañadas de manera considerable y que quedaron inhabitables (Fig.6). Otra localidad que mostró daños estructurales fue Palmital. Lo contrario sucede en San Juan Norte, El Jardín, La Chispa, San Cayetano y San José de Rivas donde la mayor causa de daños fueron los deslizamientos. En Herradura, División y La Piedra tanto deslizamientos como los problemas estructurales fueron las principales causas de daños (Fig.7).







Fuera de las cuencas de los ríos Buenavista y Chirripó Pacífico las intensidades oscilaron entre IV y VII. En algunos casos, en este trabajo, a diferencia de Leandro et al. (1983), se asignan intensidades un poco más bajas, como por ejemplo en el barrio Sinaí, donde se asigna una intensidad de V, a diferencia de la intensidad de VII a VIII asignada por Leandro et al. (1983). En casos como las localidades de Liceo Unesco y Cooperativa la intensidad asignada es de VII (Fig.8).






En algunas localidades como Repunta, se estima una intensidad de VIII, que puede explicarse por la ubicación en áreas planas de relleno aluvial, que pueden generar posibles efectos de sitio. Lo mismo sucede en los barrios de San Isidro como San Luis, La Tormenta, Morazán, entre otros, en donde se estiman intensidades de VII, lo cual es bastante alto considerando la distancia con respecto al área de máximo daño. Tanto la ciudad como estas comunidades se ubican sobre el abanico aluvial de los ríos Quebradas y Buenavista, cuya conformación geológica puede ser susceptible a la amplificación de ondas sísmicas y a los asentamientos.

Una limitante de la metodología empleada de historia reciente aplicada a la geofìsica, corresponde con datos que se contraponen para una misma localidad. Por ejemplo, cuando existen testigos que refieren información que se puede asociar a aceleraciones mayores de un g, contra información de daños que circunscriben la intensidad MM a valores inferiores que los esperados para una aceleración (Cuadro 6 y Fig.8). Esto podría deberse a varias razones: 1) Efectos muy localizados de sitio por topografía o por tipos de suelos, 2) Características y tipo de construcción, 3) Escasa densidad poblacional en el sitio, 3) Grado de ansiedad del observador que afecte su percepción, 4) Distorsión de la memoria, entre otros.

La asignación de valores de intensidades corresponde con la presencia o no de daños. Por esta razón, no empleamos las observaciones para aceleraciones pues consideramos que son datos que necesitan de mayor investigación para algunos sitios (p.e.: General Viejo, Montecarlo, Cedral y Santa Teresa). Esto es indudablemente una limitante importante cuando se usa esta escala en estudios de sismicidad histórica, porque no refleja adecuadamente la integración de todos los procesos que pudieron incidir con relación a la fuerza del terremoto en un sitio determinado.

Consideraciones sobre la fuente sísmica

Según refieren Morales y Leandro (1985) y Morales (1987) el terremoto de Buenavista puso en evidencia una zona sísmica que hasta entonces era desconocida por la falta de datos sismológicos. Morales y Leandro (1985) determinan, que el sismo principal puede localizarse muy cerca de la Quebrada Zapote, sitio cercano al trazo de una falla con rumbo NW-SE y de tipo normal que, posteriormente Morales (1987), refiere como Falla Pangolín. Aunque dichos autores no refieren directamente esa falla como la fuente sísmica, por lo menos lo insinúan. Contrariamente, Boschini et al. (1988) determinan, con base en rasgos neotectónicos, que la fuente sísmica se asocia con una falla de rumbo promedio N10°W, localizada a lo largo del valle del Río Buenavista.

Desde el punto de vista sismológico, las opciones de planos de ruptura de los mecanismos focales obtenidos para ese terremoto por el NEIS, Climent (1985), Güendel (1986) y Boschini et al. (1988) son consistentes con el fallamiento sugerido por Morales (1987) y Boschini et al. (1988). El primero de ellos tiene un rumbo dentro del rango N5ºE - N30ºW y el otro dentro del rango N54ºE - N90ºE.

De los aportes de Morales (1987), Alvarado et al. (2009) y de la labor de campo realizada por los autores, hay evidencias que indican la existencia de las fallas Pangolín y División, las cuales no están referidas en Denyer et al. (2009). Por geomorfología, la Falla División podría condicionar el valle del río homónimo y en el mapa de Morales (1987) esta falla termina en la Pangolín. Se sugiere que, la Falla División condicionaría el valle del río Páramo formando una garganta en la confluencia de éste con el río Buenavista. Posteriormente esta falla condicionaría el tramo del río Buenavista entre los poblados de La Piedra y Alaska. En ese tramo, precisamente en las coordenadas Lambert Sur 500094 – 385557 (Hoja Cuericí escala 1:50.000), se midieron varios planos cuyo rumbo promedio es NE – SW (Cuadro 8, Fig.9). El plano principal contiene gradas de falla y estrías horizontales que evidencian un movimiento sinestral y una zona de molienda de 1 m de ancho. La zona de falla tiene un ancho visible de aproximadamente 10 m.

La Falla Pangolín condicionaría el tramo superior del río Páramo y en un sector de éste cortaría a la División. En un corte de la Carretera Interamericana, cercano al área donde Morales (1987) propone el trazo de la Falla Pangolín, se midieron varios planos de falla con rumbo e inclinación promedios N63ºW / 73ºNE, concordantes con el rumbo propuesto para la Falla Pangolín (Cuadro 8). Hacia el sureste, cerca del pobladode Canaán, Alvarado et al. (2009) cartografían la Falla Chimirol, que podría ser parte de la zona de fractura de la Falla Pangolín y que continua, según el mapa de Morales (1987) sobre el valle del río Talari.

En cuanto a la Falla Buenavista, indicada por Boschini et al. (1988), si bien existen evidencias geomorfológicas de facetas triangulares y del cauce rectilíneo que sugieren la existencia del fallamiento a lo largo del valle, sólo se midió un plano de falla N-S en la Quebrada Zapote (Cuadro 8). Asimismo, cabe resaltar que si bien el fallamiento N-S es sugerido por otros cauces rectilíneos, como los de los ríos San Ramón y Quebradas (Alvarado et al., 2009), en los afloramientos analizados en el área de estudio prácticamente los planos de falla con esa orientación son casi ausentes.

Desde el punto de vista sismológico, es importante señalar que los mecanismos focales indicados supra, hacen referencia a planos de falla comprobados en el campo. De todos quizás, el menos claro en lo que respecta a evidencias de campo es precisamente al fallamiento N-S. Sin embargo, considerando las limitaciones en la localización del sismo, la incertidumbre de los mecanismos focales y la falta de un estudio sismológico de detalle, no es posible atribuir el Terremoto de Buenavista a una u otra falla, antes descritas.

Por otra parte, la reconstrucción macrosísmica aunque naturalmente es insuficiente para elucidar aspectos sobre la fuente sísmica, brinda algunos detalles interesantes como los testimonios del cuadro 5 en los que, de manera consistente, en las localidades cercanas al epicentro se describen movimientos en dirección este-oeste. Estos testimonios son consistentes con lo referido por Morales y Leandro (1985), quienes indican que entre las poblaciones de la Piedra y Buenavista se observaron cocinas y refrigeradoras desplazadas de oeste hacia el este, así como personas que se cayeron por el movimiento sísmico, aunque esta última observación es cuestionable. Otro aspecto interesante es que la mayor cantidad de deslizamientos que se generaron por la sacudida sísmica se localizaron en un área de aproximadamente 20- 25 km de largo y 5 km de ancho orientada casi este-oeste (Leandro et al., 1983).

Estas evidencias, si bien no son contundentes, al menos dejan abierta la posibilidad de que pueda plantearse la hipótesis de que el Terremoto de Buenavista haya sido generado por una ruptura en dirección esteoeste o cercana a ella y no con una ruptura norte – sur tal y como lo interpreta Boschini et al. (1988).

Conclusiones

En este estudio se realizó la reconstrucción histórica local de las intensidades del Terremoto de Buenavista con base en un método que combina el razonamiento geofísico sismológico con el criterio de los testigos del proceso sísmico, con lo cual es posible, al mismo tiempo, entender la percepción que las personas tuvieron del evento, para así comprender de mejor manera el impacto del sismo.

Se obtuvieron valores máximos de intensidad entre VIII y IX concentrados en las cuencas de los ríos Buenavista y Chirripó Pacífico y condicionados por factores determinantes como lo son: el relieve, la geología, las prácticas constructivas, los espesores de suelo y el uso de la tierra. Algunos valores de intensidad altos se dan en zonas más alejadas al epicentro y de poca pendiente, debido probablemente, a efectos de sitio sísmicos generados por la naturaleza de los suelos, constituidos por rellenos aluviales y niveles potentes de meteorización.

En cuanto a la fuente sísmica, existen otros fallamientos como la Falla Pangolín y la Falla División, comprobados en el campo, que podrían ser opciones de fuente sísmica del Terremoto de Buenavista, además de la ya conocida Falla Buenavista. En algunos casos particulares, se obtuvo descripciones sobre el movimiento del terreno que sugieren un patrón de ondas sísmicas que corresponderían con la ruptura de una falla orientada aproximadamente E-W, contrario a lo indicado en trabajos anteriores en donde se interpreta una falla N-S como fuente del Terremoto de Buenavista. No obstante, esta hipótesis, con los datos obtenidos en este trabajo no es posible corroborarla.

Del proceso de reconstrucción histórica se pudo constatar que el Terremoto de Buenavista se encuentra presente, con algunas inconsistencias, en la memoria de los testigos, como es de esperarse con el paso de los años, o bien con la confusión de eventos más recientes que pudieron ser, incluso, hasta más traumáticos que el mismo terremoto. En este sentido el uso de varios testimonios del evento obtenidos en una misma localidad permite poner en evidencia los acontecimientos del terremoto de los datos erráticos o bien de otros acontecimientos.

Agradecimientos

Queremos extender un agradecimiento muy especial a todas las personas entrevistadas quienes de manera calurosa y amable nos abrieron las puertas de sus casas o comercios y nos brindaron valiosos minutos de su tiempo para compartir con nosotros sus recuerdos del Terremoto de Buenavista y que sin ellos, este trabajo no hubiese sido posible. La colaboración de Randy Chinchilla y Juan Brizuela fue fundamental para la elaboración de las figuras. Al personal de la Sección de Transportes de la UCR, particularmente a los choferes: Edwin Jara, Alfonso Cervantes, Luis Madrigal, Juan Carlos Sánchez, quienes nos acompañaron en las giras de campo, por su disposición y colaboración en el trabajo de campo. Los comentarios de los revisores anónimos y del Ing. Álvaro Climent enriquecieron en gran medida el documento, para ellos nuestro agradecimiento.

Esta investigación es parte del proyecto de investigación 113-A4-108 “Dinámica y deformación de fallas activas mediante técnicas geodésicas: implicaciones para la geodinámica externa y mitigación del riesgo sísmico en el área piloto de la falla Buenavista, distrito de Rivas San Isidro de Pérez Zeledón”, financiado por la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica y del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH) mediante el proyecto GEOF 3.4.2.51. La primera etapa del proyecto se financió también por medio del Programa Institucional de Investigación en Desastres No 605-A3-952.

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*Correspondencia a:
Mauricio M. Mora & Giovanni Peraldo. Escuela Centroamericana de Geología, Universidad de Costa Rica, Apdo. 214-2060, San Pedro, Costa Rica. mmmora@geologia.ucr.ac.cr

Recibido: 16/06/2010; Aceptado:1/06/2011

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