Introducción
La información arqueológica disponible para la región noroeste del Pacífico de Costa Rica, ilustra una historia ocupacional que se remonta a tiempos de la finalización del Pleistoceno, 13 ka AP. Se distingue una secuencia de períodos definidos por cambios en la configuración de la cultura material y en los niveles de integración sociopolítica de los pobladores. En perspectiva subregional, y a la fecha de este trabajo, la zona de influencia desde la bahía Santa Elena hasta el volcán Orosí no presenta evidencia concreta de ocupación humana durante el período Paleoindio; ofrece indicios de los períodos Arcaico y Formativo; pero sí revela poblamiento importante y de variable magnitud a lo largo de los dos últimos milenios de la secuencia cultural prehispánica.
En este trabajo se trata de explorar la relación de estos cambios con factores naturales y culturales en tres escalas: global, regional y local. Se distinguen tres zonas ecológicas y geomorfológicas: bosques de montaña en correspondencia con el volcán Orosí-Cacao; plataformas volcánicas en correspondencia con el bosque tropical seco dominante y el litoral marino, en correspondencia con las bahías Santa Elena y de Salinas (Fig. 1), en razón de sus recursos para la subsistencia, distribución de asentamientos y como posibles rutas de migración. Dicha restricción geográfica obedece a cumplir con la delimitación impartida por el suplemento especial de la Revista Biología Tropical del cual forma parte este trabajo (Naranjo-Elizondo & Cortés, 2021) para tratar diversos aspectos biológicos, pero contar con un marco de referencia en otros aspectos de las ciencias, como la Geología de Holoceno y la Arqueología. Para ello se conjugan datos de diversas disciplinas: Vulcanología, Paleoecología, Zoología, Lingüística y Arqueología, por lo que está dirigido a lectores en diversos campos. El presente trabajo expone de modo sinóptico los estudios arqueológicos dentro del área demarcada (Fig. 1), quedando en el entendido que se expresa una visión particular de los autores, quienes a su vez están conscientes que se requieren de más investigaciones de detalle en cada campo.
Trabajos anteriores: Se tiene noticias de un trabajo arqueológico pionero realizado por las décadas finales del siglo XIX en el área del presente estudio, pero sus resultados no han encontrado difusión reciente. Para efectos del registro arqueológico en la zona del volcán Orosí, es adecuado empezar con las investigaciones en el valle del Sapoá (Lange, 1971; Lange, 1972; Lange, 1983). Por los mismos años y algo después, se realizaron estudios en Cuajiniquil (Sweeney, 1975) y se inició el Proyecto Arqueológico La Cruz, con el patrocinio del Museo Nacional de Costa Rica (Guerrero, 1992; Sánchez, 2013). Más reciente es el trabajo de planificación para la gestión de los recursos arqueológicos del cantón de La Cruz (Herrera, 2019), el cual presenta un inventario de sitios arqueológicos, de los cuales una proporción importante cuenta con posicionamiento cronológico relativo y registro de petroglifos. Finalmente, con base en el mencionado registro, se realizó un análisis de los petroglifos para establecer su pertenencia en los diversos períodos de la secuencia cultural en la región de Guanacaste (Hurtado de Mendoza, 2020).
Aunque todavía incipiente, el estudio de petroglifos en la zona del volcán Orosí, se muestra promisorio para establecer pautas de relación interétnicas, con potencial para rastrear procesos migratorios. El examen preliminar de una colección de petroglifos del cantón de La Cruz (Herrera, 2019) presenta una clara dicotomía estilística. Una de estas es abstracta, antigua y autóctona. La segunda es abstracto-naturalista, relativamente reciente y de origen en culturas mesoamericanas (Hurtado de Mendoza, 2020). En otras palabras, los petroglifos que presentan motivos y composiciones identificables como propios de las culturas mesoamericanas, son testimonio de la presencia física de sus autores, también de origen mesoamericano. Por lo tanto, resulta valioso el potencial de esta evidencia para estudiar orígenes, rutas, destinos y fechas de ocurrencia de procesos migratorios. Otras colecciones (Herrera, 2017; Künne & Baker, 2016) principalmente la registrada en el sitio El Pedregal, son motivo de atención y permanecen bajo investigación, por lo que en un futuro cercano se espera contar con una información abundante, que puede cambiar o soportar las conclusiones acá expresadas.
Estudios geológicos de detalle de la región son presentados por Alvarado y Denyer (2019). Desde el punto de vista paleovertebradológico, sobresale el hallazgo de un molar de una mastodonde cerca de Las Ánimas, La Cruz (Alfaro, 1911), que fue asignado a un Cuvieronius hyodon (Alvarado, 1986; Laurito, 1988). Desgraciadamente, se desconoce el contexto estratigráfico del hallazgo.
El registro geológico-vulcanológico de eventos volcánicos recientes es muy exiguo, pero inicia con los trabajos de Melson, Sáenz y Fernández (1986) y se enriquece con aportes posteriores (Alvarado & Denyer, 2019; Alvarado, Vega, Chaves & Vásquez, 2004) y con una compilación crítica por parte de Alvarado (2021). Información acerca de suelos se encuentra en términos genéricos para la región de Guanacaste, en los trabajos de Alvarado y Alvarado. Los autores focalizan su interés en los suelos de origen volcánico y discuten aspectos de su fertilidad.
La información lingüística se enfoca en el trabajo de Constenla (1994) y de Ibarra (2020), quienes identifican las lenguas Chorotega y Nicarao, así como su filiación lingüística con lengus chibchenses en la zona del volcán Orosí.
Materiales y métodos
La información arqueológica fue examinada para conformar una lista de sitios que cuentan con datos de localización geográfica y posición cronológica. La localización proporcionó la relación del sitio respecto de zonas ecológicas, ecosistemas y de los recursos naturales de uso potencial por los pobladores en la antigüedad. La ubicación cronológica de los sitios, tuvo el propósito crítico de asociarlos con los diferentes períodos de la secuencia cultural prehispánica. Se tuvo en cuenta la estructura del sitio en componentes de diferentes períodos, con base en la identificación de la cerámica, sea por tipos o por fases. Se utilizó como referencia el modelo estratigráfico y cronológico (Tabla 1) propuesto en Cuajiniquil (Vázquez et al., 1994) y algunas enmiendas posteriormente propuestas (Sánchez, 2015). También se contó con una serie actualizada de los sitios arqueológicos registrados en el cantón de La Cruz (Herrera, 2019). En algunos sitios con registro gráfico de petroglifos, se aplicó un modelo innovativo de datación relativa, ahora disponible (Hurtado de Mendoza, 2020). Resulta claro que la cronología es determinada por los datos disponibles de la temporalidad relativa de la cerámica y petroglifos en los sitios arqueológicos. Esta perspectiva diacrónica es enriquecida con la aplicación de controles cronométricos obtenidos en los diversos campos de estudio. Eso sí, se recalca que mucho de lo investigado hasta el momento por los diversos autores acá citados, fue con objetivos y técnicas de investigación variadas, incluso en su filosofía y perspectiva o línea de acción preferencial del investigador.
Años AC-DC | Revisada (Sánchez, 2015) | Cuajiniquil (Vázquez et al., 1994) | Pre Cuajiniquil |
1550 | |||
Ometepe 1350-1550 DC | Policromo Tardío | ||
1300 | Ometepe | ||
Sapoá | Sapoá 800-1350 DC | Policromo Medio | |
800 | |||
500 | Bagaces Tempisque | Bagaces 300-800 DC | Policromo Antguo Bicromo en Zonas |
Tempisque 500 AC-300 DC | |||
0 | |||
-300 | |||
Orosí Tardío | Formativo | ||
Orosí 2000-500 AC | |||
-800 | |||
Orosí Temprano | |||
-1500 | |||
Megalayense -2200 | Arcaico Tardío | ||
Arcaico 8000-2000 AC | |||
Norgripense -6200 | |||
-8000 | Arcaico Temprano | ||
Paleoindio ¿10000-8000 AC | |||
Groenlandense -9700 | |||
Pleistoceno -11000 | Paleoindio Tardío |
De hecho, la fuente principal de información arqueológica fue el plan de gestión de Herrera (2019), pero se complementó con otros trabajos. La lista compilativa de sitios de Herrera (2019) se construyó en buena parte con base en el registro “orígenes” del Museo Nacional. Desgraciadamente, como es de esperarse, dicha información revela una alta proporción de sitios que no tienen nombre o no presentan datos de edad relativa ni caracterización de materiales arqueológicos, de manera que no pudieron incluirse para los fines de nuestro trabajo. Sin embargo, se pudo construir una “historia ocupacional” con base en una muestra de más de un centenar de unidades (componentes) arqueológicos, datados mediante la evidencia cerámica y de petroglifos.
Con la finalidad de explorar la posible relación de los sitios arqueológicos con la diferentes disponibilidades de los recursos naturales en los ecosistemas en el área de estudio, se consideró geomorfológicamente tres tipos de ambientes: las laderas cordilleranas; las llanuras aluviales y plataformas volcánicas y, finalmente, el litoral marino. En esos tres tipos de ambientes, la precipitación pluvial, el microclima, el desarrollo de suelos y la disponibilidad de recursos alimenticios varía. Lo mismo que la posibilidad de recursos para la lítica de uso cotidiano, donde en su mayoría proviene de las lavas de los volcanes, desde donde posiblemente también extraían las arcillas por meteorización de antiguas coladas de lava.
La exploración de potenciales relaciones entre los asentamientos humanos y posibles agentes de cambio, esta se realizó teniendo en cuenta una serie de factores naturales y culturales, cuyos posibles efectos se distinguen como una jerarquía que surge del nivel de incidencia y alcance geográfico: global; regional; y local. Los de nivel global afectan cientos de kilómetros lineales en el caso de las costas o cientos de kilómetros cuadrados en el caso de otros eventos, mientras que el regional afecta solo una porción del territorio, correspondiendo el nivel local a efectos muy focalizados, por lo general de decenas de kilómetros cuadrados o menos. La Tabla 2 resume listas de factores factibles o potenciales en la región de Guanacaste.
Escala de incidencia | Factores naturales | Factores culturales |
Global | Paleoclimas Pequeñas edades de hielo Extinciones Nivel del mar Niño-Niña | Migraciones |
Regional | Tectonismo Sismicidad Huracanes Sequías Tsunamis | Migración Guerra Intercambio comercial Influencia cultural Epidemias |
Local | Vulcanismo Deslizamientos Inundaciones Huracanes Variación climática Incendios forestales | Agricultura Alfarería Artesanía |
Resultados
Proceso ocupacional humano: La muestra de sitios registrados de esta zona volcánica incluye un total de 111 componentes culturales en sitios arqueológicos de la secuencia ocupacional regional. No se conoce sitios del período Paleoindio y solamente hay un probable sitio del período Orosí Tardío. En este segundo caso no se informa de evidencia cerámica alguna, lo cual parece ser el resultado de una inadecuada asignación al período Tempisque, de la cerámica clasificada como “Fase Lomas-B”. No se ha corregido tal situación debido a la ausencia de detalle en los datos proporcionados por los investigadores. Si la ausencia de ocupación en el período Orosí Tardío es confirmada, sería una anomalía respecto del patrón ocupacional regional en Guanacaste, que debiera ser explicada (Fig. 2). Sin embargo, resulta claro que las respuestas explicativas para estas aparentes anomalías o cambios en el proceso ocupacional podrían requerir de escrutinio acerca de las características ecológicas de la zona y también de la historia antigua que se infiere del registro arqueológico, o al menos ese es el ejercicio que se pretende realizar de modo sinóptico. Ayuda también la información que esté disponible en los campos de la etnohistoria y la lingüística. Lo que sigue es una revisión de tales fuentes, con el propósito de valorar correlaciones potenciales. Claramente, habrá que esperar a nuevas excavaciones e investigaciones sistemáticas, para contar con una mayor cantidad de información que aclare lo anterior o simplemente llene el vacío de información referente a la ocupación.
El examen preliminar de las cifras en la Tabla 3 y Tabla 4, también revela el patrón general ocupacional en el área de estudio. Las cantidades son exiguas en los períodos más antiguos, mientras que presentan marcado incremento en los períodos Tempisque y Bagaces. Luego sigue una gradual disminución en los períodos Sapoá y Ometepe. En términos generales, este patrón muestra alta afinidad con el que se conoce para toda la región de Guanacaste (r-Pearson = 0.98). Sin embargo, es notable en la región bajo análisis, el desequilibrio numérico entre los asentamientos de las tierras altas y bajas. La desproporción es extrema, con ventaja de 10:1 en favor de las tierras bajas. Esta situación es anómala respecto del patrón ocupacional regional. La conversión de los datos absolutos a porcentajes, para facilitar comparaciones, revela otros detalles discrepantes, esta vez locales, entre los procesos ocupacionales en las tierras altas y las tierras bajas. Una de estas es la anacrónica ocurrencia de los picos de poblamiento en las dos zonas altitudinales. El de las tierras bajas tiene lugar en el período Tempisque y precede al de las tierras altas en el período Bagaces. Otra discrepancia, es la regularidad de la declinación de la ocupación en las tierras bajas, durante los períodos Sapoá y Ometepe, mientras el proceso equivalente en las tierras altas aparece atenuado en tiempos Ometepe.
Zona Altitudinal | Paleoindio | Arcaico | Orosí Temprano | Orosí Tardío | Tempisque | Bagaces | Sapoá | Ometepe | n | % |
Tierras Altas | 0 | 0 | 0 | 0 | 2 | 4 | 2 | 2 | 10 | 9.0 |
Tierras bajas | 0 | 2 | 4 | 0 | 33 | 26 | 22 | 14 | 101 | 91.0 |
Totales | 0 | 2 | 4 | 0 | 35 | 30 | 24 | 16 | 111 | 100.0 |
% | 0.0 | 1.8 | 3.6 | 0.0 | 31.5 | 27.0 | 21.6 | 14.4 | 100 |
Nota: Las asignaciones a períodos está consignada con base en datos de cerámica y petroglifos.
Geoforma | Descripción | Zona de Vida | Sitios (n) | Sitios (%) |
Tierras Altas | Faldas cordilleranas | BmhP | 14 | 12.7 |
Tierras Bajas | Litoral Bahía de Salinas | BsT | 8 | 15.5 |
Litoral Bahía Cuajiniquil | BsT | 5 | ||
Litoral Península Santa Elena | BsT | 4 | ||
Tierras Bajas | Planicie Dimas | BhT<P | 36 | 71.8 |
Planicie La Cruz | BhT<P | 34 | ||
Planicie Cuajiniquil | BhT<P | 9 | ||
Totales: | 110 | 100.0 |
Referencia: Herrera (2019), Apéndice 14.3, 14.4 (con adaptaciones). BmhP: Bosque muy húmedo Premontano; BsT: Bosque seco Tropical; BhT<P: Bosque húmedo Tropical transicional a Premontano (sensuHoldridge, 1987).
Factores naturales y culturales: La zona bajo análisis se encuentra en el extremo norte de la región de Guanacaste. Está coronada por los volcanes Orosí (1487 m) y Cacao (1680 m). Presenta tres geoformas principales: 1) el litoral marino con acantilados, rías, playas y albúferas, presentes en las bahías de Salinas, Junquillal y Cuajiniquil dentro del golfo de Santa Elena; 2) planicies volcánicas del interior; y 3) las faldas y farallones cordilleranas (Fig. 3). En el mismo orden, se suceden cuatro zonas de vida (sensuHoldridge, 1987): Bosque seco Tropical; Bosque húmedo Tropical transicional a Premontano; Bosque muy húmedo Premontano; y Bosque muy húmedo Montano Bajo. Los sitios arqueológicos registrados están distribuidos en el piso altitudinal Tropical (tierras bajas) y el Premontano (tierras altas).
En la región en estudio se observa un dominio ocupacional de las tierras bajas y, en estas, un rol principal de la geoforma de las plataformas volcánicas del interior. El rol de las tierras altas es exiguo y acusa importancia limitada cuando se le compara con el litoral costero marino. Esta distribución corresponde con un escenario geomorfológico que tiene sus orígenes en procesos tectónicos y volcánicos de gran antigüedad. Encima de una base de ignimbritas de superficie plana datada en > 1400 ka, se desarrolló una etapa que inició con el colapso de algunos conos por causas tectónico-volcánicas. Siguió una larga etapa, que dio lugar a nuevos conos, asociada con coladas de lavas, erupciones explosivas y el colapso parcial de algunos edificios eruptivos. Sus productos son identificados como coladas de lavas y de ignimbritas (un tipo de roca piroclástica), así como avalanchas de escombros volcánicos y flujos de detritos volcánicos. La cadena montañosa dio lugar a sistemas de drenaje que diseccionaron fuertemente las laderas de los volcanes y depositaron sedimentos en los valles del piedemonte y en las plataformas de ignimbritas de las tierras bajas del interior. También dejaron pequeños lagos y zonas pantanosas en terrenos de drenaje deficiente. La mayor extensión de las tierras bajas, sin embargo, preservó la topografía básica plana de las rocas ignimbríticas, caracterizada por serranías de poca elevación, diseccionadas por ríos y quebradas de aguas intermitentes, típicas del clima subhúmedo de la región. A su vez, estas serranías aíslan la faja costera en la cual predomina la llamada “cortina” (fila Cortinas o Las Cortinas), un escarpe prominente de acantilados de 100-200 m, labrados por la erosión regresiva en ignimbritas y coladas de lava distanciado a 2 km o más del litoral. A sus pies se han desarrollado pequeñas llanuras fluvio-marinas, rías, playas y albúferas (Fig. 3).
La historia reciente de actividad volcánica presenta un panorama de relativa calma. Se tiene registro de un flujo de detritos en el volcán Cacao, no datado, descrito como una avalancha polimíctica con bloques de lava andesítica y hummocks, generada por una una avalancha originada en el colapso parcial del volcán Cacao, dejando un cráter de 2.5 km de diámetro. Descendió el megadeslizamiento por la Quebrada Grande hasta 16 km cubriendo un área de 52 km2. No se cuenta con datos acerca de su antigüedad. El período cultural más antiguo identificado corresponde con el Arcaico, del cual la única evidencia proviene del extremo norte, cercano al antiguo cono del cerro El Hacha (volcán extinto). Por lo tanto, ninguno de estos eventos parece tener relación directa con la evidencia arqueológica.
También, en el volcán Orosí se dice que de allí nacieron corrientes de lodo volcánico que cuentan con fechas de radiocarbono calibradas señalando el lapso de años 4200-3400 AC (Melson et al., 1986). Sin embargo, Alvarado y Denyer (2019) no encuentran depósitos de lahares sobreyacientes recientes, tan solo suelos de cenizas húmicas sobre aluviones y lahares muy meteorizados, por lo que se requieren de nuevos estudios para verificar la supuesta existencia de lahares holocenos. No obstante, la fecha de este presunto evento es interesante en cuanto coincide con el fin del período Arcaico y el inicio del período Orosí Temprano, y en tal caso las cenizas de hace unos 6000 años, que desarrollaron suelos negros (Alvarado & Denyer, 2019), tuvieron que enriquecer los suelos regolíticos y litosoles de las faldas del Orosí y Cacao, favoreciendo el posterior desarrollo de la agricultura (Fig. 3).
Los únicos cuatro sitios arqueológicos de este período se encuentran en los llanos del interior, en los distritos de La Cruz y Santa Elena. Con base en la cerámica identificada de estos cuatro sitios se asignaron al período Bagaces (Herrera, 2019). Sin embargo, todos estos sitios tienen petroglifos que atestiguan ocupación aún más antigua que la aportada por la cerámica, en correspondencia con en el período Orosí Temprano. Las rocas utilizadas como medio para los grabados presentan huellas de meteorización que conceden apoyo a la edad estimada de los grabados (Hurtado de Mendoza, 2020).
Un aspecto sobresaliente a nivel regional surge de una importante concentración de petroglifos en la falda oeste del volcán Orosí. Destaca el conocido sitio El Pedregal, el cual se encuentra en la ecozona de las Laderas cordilleranas. Se extiende por altitudes de 500-600 m s. n. m., en terrenos cubiertos de bloques de lava de diverso tamaño, muchos de los cuales exhiben grabados. Actualmente se encuentran bajo estudio, pero se intuye que representan a los diferentes períodos de la secuencia cultural cerámica. De manera preliminar, los arqueólogos Ellen Hardy & Ricardo Vázquez (c.p. 2016), informan que los grabados incluyen figuras zoomorfas, geométricas, antropomorfas, espirales. Muchos de los motivos zoomorfos miran hacia el lago de Nicaragua, mientras los antropomorfos miran hacia el volcán Orosí (Künne & Baker 2016). Por su parte, la arqueóloga Anayensy Herrera (2017), considera que el sitio fue un santuario y lugar de peregrinaje.
La incidencia de la actividad volcánica, poco frecuente y limitada en sus efectos a las faldas cordilleranas, no parece corresponder con la monotónica escasez de asentamientos en las tierras altas, a lo largo de toda la historia cultural de la zona volcánica del Orosí. Tal vez, la explicación resida en otros aspectos típicos de la topografía abrupta de este sector de la faja cordillerana y en los suelos pobres. En la perspectiva popular, el conjunto de volcanes conformado por el Orosí, Cacao y otros relictos, forman un macizo “inexpugnable” de relieve muy accidentado, de empinados farallones, profundas encañadas, cascadas y cráteres colapsados.
En lo que respecta al litoral oceánico, resulta sorprendente la poca importancia otorgada por los antiguos pobladores. Por lo menos un 15.5 % de los sitios registrados se encuentra en ambientes costeros, vinculados con recursos del mar, riscos, playas y albúferas en las bahías del golfo de Santa Elena. Se agrega, a modo de sorpresa, la tendencia también anómala, que acusa preferencia por las plataformas de ignimbrita del interior, en donde se concentra el 71.8 % de los sitios arqueológicos. Esta condición es opuesta al patrón general que otorga importancia principal a los recursos costeros en el resto de la región de Guanacaste.
Confirman esta situación, los datos resultantes de una serie de prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en la bahía de Salinas y el valle del Sapoá en los años 1969-1970 (Lange, 1983). Allí se registró un total de 113 sitios en tres ecozonas: 1) el valle del Sapoá en el área de Dimas; 2) la faja costera de la bahía de Salinas; y 3) las tierras intermedias entre el valle y la bahía. El valle rindió un 74 % de la muestra; las tierras intermedias 6 %; y el litoral de la bahía 2 %. Esos trabajos no abarcaron las tierras altas cordilleranas. En todo caso, resultó evidente la marcada dicotomía desfavorable para el litoral y sus recursos. Cinco de los sitios costeros están en planicies de inundación salina y otros cinco presentan concheros. Otros doce sitios se encuentran apartados de la bahía hacia el interior y encima de los acantilados.
Ninguno de los 10 sitios costeros, propiamente, acusa evidencia de ocupación temprana, iniciando en el período Tempisque y continuando hasta el fin de la secuencia prehispánica. Los sitios de la sal siguen esta tendencia pero son abandonados en los períodos Sapoá y Ometepe. Los sitios más importantes están ubicados cerca de las desembocaduras de las quebradas y ríos que desaguan en la bahía, destacando las quebradas Estero Real, Balsa y el río Salinas.
En contraposición, cabe mencionar el caso del sitio Las Marías en la bahía Cuajiniquil, el cual tiene concheros y estuvo dedicado a la extracción de sal a lo largo de los cuatro últimos períodos: Tempisque, Bagaces, Sapoá y Ometepe. Además, del reconocido aprovechamiento de los recursos marinos y costeros (Herrera, 2008; Herrera, 2019; Lange, 1983).
En la península Santa Elena los suelos son muy pobres para agricultura por estar desarrollados sobre las rocas ígneas ultramáficas (peridotitas-serpentinitas), en un relieve muy irregular y de las pocas nacientes de agua en dicho sector, generando un paisaje de apariencia árida (Fig. 3).
En cuanto a la predominancia de hallazgos en las plataformas volcánicas del interior, se pueden exponer dos argumentos. Uno tiene que ver con la relación de la actividad agrícola con suelos algo más fértiles, los cuales son más conspicuos en donde los ríos discurren e inundan sus vegas. En las prospecciones de los años 1969-1970 (Lange, 1983) se registró 22 sitios en estos lugares, conformando un apreciable 20 % del total. En los casos en que se logró establecer cronología, se insinúa persistencia ocupacional en los cuatro períodos mencionados. En la nomenclatura pre-Cuajiniquil, estos fueron designados: Bicromo en Zonas, Policromo Temprano, Policrome Medio y Policromo Tardío.
Los tipos de ambientes considerados de particular importancia, en las plataformas de ignimbrita del interior, corresponden con la descripción de la llamada Meseta de Santa Rosa, conformada por ignimbritas por depósitos locales de suelos residuales, coladas de lava meteorizadas y avalanchas de escombros volcánicos (Alvarado & Denyer, 2019). Se intuye que algunas de las arcillas de estos depósitos fueron materia prima adecuada para la producción de cerámica, una mercancía versátil multiuso que se tornó indispensable en el modo de vida de los pueblos antiguos.
Los arqueólogos registran vasijas cerámicas, jades sociales y otros artefactos que afianzan la noción de que Guanacaste es un área de “influencia mesoamericana”. Sin embargo, existen dificultades en la determinación del número de migraciones, su temporalidad, rutas de ingreso y de dispersión en el territorio. La efectividad de la influencia externa es también intrigante. Los inmigrantes no parece haber conducido a formas de centralización de la población, no hay sitios de tamaño excepcional y tampoco muestran estructuras monumentales.
El principal criterio para distinguir rangos sociales, al parecer inobjetable, se observa en las prácticas funerarias, complejidad de las tumbas y la composición de los ajuares ofrendarios. Huellas de alteración corporal en vida de ciertos individuos y tratamientos específicos pos-mortem, también sugieren diferenciación social y étnica. Los petroglifos no dejan de ser conspicuos, por lo que se les describe en algunas oportunidades, pero no se les relaciona con procesos sociales (Herrera, 2019; Hurtado de Mendoza, 2020). Además, no se les encuentra susceptibles de clasificación ni de datación y no se les asocia con tradiciones estilísticas ni se intenta determinar su relación o probable origen en otras regiones.
En la zona del volcán Orosí ha surgido recientemente un registro de petroglifos que han sido analizados para resolver algunas de las deficiencias mencionadas en párrafos anteriores. Se trata de una muestra de 21 especímenes provenientes de seis sitios arqueológicos (Herrera, 2019). Algunos de estos presentan dos composiciones atribuibles a diferentes períodos, sugiriendo el reúso del medio pétreo. Los sitios están distribuidos en las tres zonas ecológicas que se reconocen en el área de estudio. Se identifica pertenencia a dos tradiciones culturales, una abstracta de origen autóctono y antigua relación con el suroeste de Nicaragua y el Caribe costarricense; la otra es abstracta-naturalista, de origen mesoamericano (Fig. 4; Tabla 5). Por su tamaño, la muestra disponible no puede reclamar representatividad estadística, pero sugiere algunas reflexiones, dignas de explorar en futuras oportunidades.
Período | Zonas ecológicas | Origen o relación étnica | ||||
Litoral Marino | Planicie volcánica | Ladera Cordillerana | Autóctono | Mesoamericano | Indeterminado | |
Ometepe | 2 | 0 | 0 | 1 | 0 | 1 |
Sapoá | 8 | 1 | 0 | 4 | 5 | 0 |
Bagaces | 6 | 1 | 1 | 1 | 6 | 1 |
Tempisque | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 |
Orosí Tardío | 1 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 |
Orosí Temprano | 3 | 0 | 0 | 3 | 0 | 0 |
Totales: | 20 | 2 | 1 | 10 | 11 | 2 |
Referencia: Herrera (2019), Apéndice 14.9.I
Discusión
El presente estudio aporta un tratamiento regional, multisitio, trascendiendo la tendencia generalizada de estudiar sitios arqueológicos individuales con una perspectiva más amplia, que otorga la posibilidad de aportar otros tipo de observaciones más integrales. En comparación, los estudios más frecuentes de sitios individuales, generan conocimiento detallado, pero en cierta medida aislado.
Otra ventaja metodológica, presentada acá, es el apego al uso de datos cuantitativos, agregando así una dosis de objetividad a las interpretaciones. Aunque claramente, la base de datos siempre adolecerá de quedar alguna investigación no consultada o de recién publicación. Gracias a la expresión numérica de los asentamientos, período por período, se logra definir un perfil de cambios en la historia ocupacional humana de la zona bajo estudio. Se puede apreciar la dimensión relativa de tales cambios, donde resulta posible inferir que, durante el período Tempisque, ocurrió un incremento notable de la población, masivo en las tierras bajas y exiguo en las tierras altas. Esta distinción no sería posible en ausencia de cifras, aunque igualmente, se está condicionado a una muestra aún baja. En el caso de comprobarse esta diferencia, cabe suponer que existieron factores diferentes que afectaron a las zonas ecológicas respectivas. Tal posibilidad es menor si un estudio depende únicamente de información cualitativa.
La incorporación de la línea de evidencia que ofrecen los petroglifos, como criterio complementario de la cerámica, ayudó a determinar la edad relativa de sitios arqueológicos. Siendo artefactos inmuebles en la mayoría de casos, no admiten la posibilidad de ser tratados como mercancía que se pueda trasladar de un lugar a otro, como ocurriría con las piezas cerámicas y los jades sociales. La alternativa es que sea el artesano el que se moviliza, identifica una roca adecuada y ejecute el grabado in situ.
Hasta el momento se desconoce cuándo fue la última actividad eruptiva de los volcanes Orosí y Cacao. Sin lugar a dudas, las futuras investigaciones arqueológicas aportarán información que apoyarán, en parte, las conclusiones generales acá aportadas, o redireccionarán hacia nuevas líneas de evidencias de desarrollo y ocupación prehispánica.
Declaración de ética: los autores declaran que todos están de acuerdo con esta publicación y que han hecho aportes que justifican su autoría; que no hay conflicto de interés de ningún tipo; y que han cumplido con todos los requisitos y procedimientos éticos y legales pertinentes. Todas las fuentes de financiamiento se detallan plena y claramente en la sección de agradecimientos. El respectivo documento legal firmado se encuentra en los archivos de la revista.