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vol.49 número3-4Nueva Revista de AracnologíaWook, G., J.C. Sáenz & E. Carrillo. 1999 [2000]. Mamíferos del Parque Nacional Corcovado: Instituto Nacional de Biodiversidad, Santo Domingo, Heredia, Costa Rica. 117 p índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Revista de Biología Tropical

versión On-line ISSN 0034-7744versión impresa ISSN 0034-7744

Rev. biol. trop vol.49 no.3-4 San José dic. 2001

 

León J. & L.J. Poveda. 2000. Nombres comunes de las plantas en Costa Rica.
Editado por Pablo Sánchez Vindas. Guayacán, San José Costa Rica. 915 p.
ISBN 9968-14-0635.

 

Se trata de una obra monumental en el formato 26 x 19 cm que incluye como contenido una nota explicativa inicial, los nombres comunes de las plantas en Costa Rica, un catálogo alfabético, apéndices, notas biográficas, referencias generales, nombres españoles de las familias de las plantas, división regional, glosario, índice de nombre científicos y comunes y un índice general.

La obra sintetiza una enorme cantidad de conocimiento sobre las plantas con nombre común en Costa Rica, se presenta el nombre científico, el nombre en español de la familia a la que pertenece según, básicamente, la ortografía presentada por la Real Academia de la Lengua Española, el nombre en latín de la familia y la distribución geográfica dentro del país, aclarando si ocupa una región cálida, templada o fría, o divisiones regionales. Se presenta además una nota con clasificaciones basadas en criterios ecológicos, distribución de cada especie dentro del continente, características como si se trata de un árbol, una hierba o una epífita, su tamaño máximo, la distribución geométrica y tamaño de sus hojas, y la presencia de características más finas como tipo de borde o pubescensia; en las flores se indica el tipo de florescencia, características estructurales y ocasionalmente el color; algo equivalente se hace para el fruto.

Para facilitar la lectura a los que no son expertos se incluye un glosario ilustrado de los términos científicos; se presentan también los usos populares que se hacen de las plantas, la etimología del nombre común (incluyendo en este aspecto tan delicado la fuente en que se basa) y los nombres comunes se presentan según se les conoce o se les encuentra en etiquetas o en el uso popular; en el caso de los nombres que provienen del inglés se escriben según la ortografía que representa la pronunciación local en Costa Rica.

Para los nahuatlismos se ha seguido el diccionario de Carlos Gagini hecho a principios del siglo XX. En el nombre común se pueden hallar las especies ubicadas alfabéticamente dentro de cada familia y se aclara que generalmente la cultura popular distingue las plantas a nivel de género, por lo cual no suele ser factible ir más allá al momento de identificar un nombre científico con un nombre común; en algunos casos se ha preferido enfatizar los detalles de aquellas especies sobre las cuales existe menos conocimiento y literatura, más que presentar un trabajo de naturaleza monográfica.

En los agradecimientos se cita desde expertos reconocidos hasta campesinos, guardabosques y madereros que han ayudado a registrar estos nombres a los autores.

Concluyen los autores diciendo "el estudio de los nombres comunes de las plantas es un tema que nunca podrá considerarse agotado, pues constantemente se inventan, adaptan o descubren nuevos nombres. Al mismo tiempo, algunos de ellos se abandonan y desaparecen, y es muy probable que más de uno de los que se dan en esta publicación ya no esté en uso. Pero los nombres comunes de las plantas son parte del acervo cultural de un pueblo. Es por eso que la esperanza de los autores es que esta publicación sea útil al público y a investigadores de diferentes disciplinas y que ayude a promover el estudio de nuestras plantas, a su uso racional y su conservación para el futuro".

Comienza la obra mencionando que, curiosamente, desde principios del siglo XX Costa Rica se ha caracterizado por el poco conocimiento que tienen sus habitantes de los nombres de las plantas, animales y hasta ríos con que conviven, en contraste con la gran ventaja educacional del país en comparación con el resto de la América Central. Se propone aquí que esto se debe a que los españoles que poblaron Costa Rica eran soldados o agricultores con una cultura muy escasa, muy sencilla, que veían en la naturaleza un estorbo más que algo digno de admiración. Debido a que en el país la población indígena era pequeña y fue casitotalmente exterminada no se dio la mezcla cultural que si ocurrió por ejemplo en México o Guatemala preservando gran parte del conocimiento previo sobre la naturaleza. Otra posible razón es la marcada desaparición de la dominancia campesina en la vida de Costa Rica durante el siglo XX, lo cual llevó a que se perdiera una parte muy importante del lenguaje durante el proceso de urbanización. Finalmente, en el campo de la educación se utilizan tradicionalmente libros extranjeros que para nada reflejan la naturaleza tropical del país en que son usados.

Una revisión geográfica del origen de los nombres comunes de las plantas costarricenses indica que algunos nombres provenientes de España fueron aplicados a plantas lejanamente parecidas de esta región; otros provienen de las Antillas, a menudo vía conquistadores españoles, del náhuatl de México, unos pocos de América del Sur, algunos de Jamaica (entraron hacia el fin del siglo XIX con la llegada de trabajadores para la construcción de ferrocarriles y plantaciones bananeras) y finalmente, unos pocos originales de los dialectos locales de la región central del país.

El libro puede usarse como un diccionario que comienza con el abacá (Musa textilis) utilizado para la fabricación de cordeles; se explica que después de la Segunda Guerra Mundial esta fibra fue reemplazada por las sintéticas pero que quedan muchas plantas todavía sobrevivientes en el Caribe de Costa Rica, plantas que descienden de las primeras plantas introducidas para cultivos comerciales y que se multiplicaron por semillas. El nombre y la planta son ambos originarios de las Filipinas (también se les llama yute).

La última planta en la lista es el zucchini Cucurbita pepo que nos lleva a la referencia del zapallo, del cual se nos explica que proviene de la palabra kechua "zapallo" de América del Sur, pero que se aplica acá a la Cucurbita pepo originaria de México, cultivada a una altitud relativamente alta (cercana a los 1 800 m en promedio) y que se come cocinada, ya sea madura o tierna, en el país.

Los detallados índices ocupan una buena parte de la obra que incluye en las páginas 711 y 712 microbiografías de algunos científicos mencionados en el texto y las cuales quisiéramos que hubiesen sido más largas, pero es comprensible su brevedad por la ya gran cantidad de espacio que ocupa la obra, lo cual sin duda dificulta el aspecto comercial de su publicación.

En la página 723 aparece un mapa del país en que se indican las regiones climáticas básicas; para cada una se presenta un diagrama del patrón anual de precipitación. Hay una sección de láminas en color que incluyen representaciones del material utilizado en la expedición científica a Nueva España del siglo XVIII; representa Parmentiera aculeata o cuajilote, seguida de otras tomadas de allí mismo y del Bolletin de la Societe Botanique de France del año 1870, de la Biologia Centrali-Americana del año 1888, del Botanical Gazette de 1897 y algunas fotografías de valor histórico tomadas de la edición de 1908 de Las Plantas Usuales de Costa Rica del suizo residente Henri Pittier. Hay además una tarjeta postal con texto del pionero de la biología costarricense Clodomiro Picado, con un dibujo de José Manuel Caballero del chiquizá Leonurus japonicus. Se presentan también algunas pinturas de Emilio Span (colección del Museo Nacional de Costa Rica) y tres fotografías modernas de especies llamativas.

En conclusión, esta obra pasa a ser referencia obligada para todos los que tengan interés en las plantas que han llamado la atención de los costarricenses en los últimos 100 años y probablemente solo hubiera podido ser escrita con la propiedad y calidad que esta tiene por los autores que afortunadamente decidieron hace años embarcarse en esta penosa tarea. Solicitudes: rodortiz@racsa.co.cr, tel.: (506) 276 3010, apartado postal 1564-1002, Costa Rica.

Julián Monge-Nájera

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