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Revista de Biología Tropical

versión On-line ISSN 0034-7744versión impresa ISSN 0034-7744

Rev. biol. trop vol.46 no.2 San José jun. 1998

 

Reseña de libros
 
Luis D. Gómez P. 1
 
 

Barrientos L., Z. & J. Monge-Nájera. 1997. La Biodiversidad de Costa Rica: una guía ecológica /The biodiversity of Costa Rica: An ecological guide. Traducida al inglés por Mary J. Curry. Segunda edición. Tropical Nature Press 32, Fairfax Av,Wheeling 239,  p. Precio: US$15.00

Los biólogos generalmente rehúsan escribir para educar al gran público, a pesar de que todos ellos reconocen la necesidad de una mayor concientización sobre la Naturaleza y su conservación. Barrientos y Monge-Nájera acometen esa labor en esta segunda edición sobre la biodiversidad de Costa Rica.

La primera edición de 1995 era de complicada lectura no porque el texto fuese elevado sino por razones de paginación y diagramación, problema solventado en esta segunda reimpresión en la que han mejorado, notablemente, los pies de figuras, muchas de ellas nuevas y que sustituyen algunas que no aportaban mayor información a pesar de que tenían el aval del INBio, Instituto Nacional sobre Biodiversidad!

Indican los autores que el libro es para ecoturistas y como la edición es bilingüe, se dirige a un mercado muy amplio. El texto es una serie de temas independientes entre sí, dispuestos al azar y sobre una gran variedad de tópicos.

En algunos de estos "capítulos" los autores inician un tema y concluyen escribiendo sobre otras cosas. También son frecuentes anécdotas personales que no vienen al caso. No por eso dejan de ilustrar la idea central. Aquí y acullá la traducción al inglés no es satisfactoria, pero son peccata minuta que escaparán el escrutinio de los lectores angloparlantes, cada vez menos conocedores de su propia lengua.

La calidad editorial y gráfica es alta, en buen papel y un formato muy cómodo para el viajante. Creo, además, que el libro podría ser útil para los docentes nacionales como un temario y guía para complementar el currículo de ciencias del Primero a Tercer Ciclo, en lo que toca a la Naturaleza.

Felicito a los autores y les recuerdo que ya han cumplido su deber en "atemborologismo" (término que aquí acuño para referirme al síndrome de R. Attenborough y sus secuaces) y que esperamos ahora sendos y doctos tratados sobre sus respectivas especialidades, la malacología y la onico-forología. Una excelnte adquisición para las bibliotecas de todos los costarricenses.
 
 

Davis, W. 1997. One River. Explorations and discoveries in the Amazon rain forest. Simon & Schuster, Nueva York, 537 p. Precio: US$ 16.00 (rústica).
 
Esta última producción de Wade Davis es un monumento a la historia de la exploración botánica de las postrimerías del siglo XX y, posiblemente, el último recuento posible de

las actividades de científicos en las selvas sudamericanas que, sin tener el respaldo de coronas y reales tesorerías, han tenido el impacto de las grandes expediciones de los siglos XVII al XIX. Escrita con magistral elegancia por uno de las Figs. menores de esa historia, es una lectura imposible de dejar de lado, para más tarde o para cuando no haya otra cosa que leer. Es adictiva desde la primera a la última página. Para aquellos que alguna vez tuvieron la oportunidad de leer un corto ensayo intitulado "El Fuego Divino", de Rafael Lucas Rodríguez C., en la fenecida Revista de Ciencias Biológicas O'Bios, el libro de Davis es un excelente ejemplo de lo que ese recordado sabio costa-rricense quería que sus alumnos entendiesen: la irrevocable, irrenunciable, necesidad de saber todo sobre un tema, cualesquiera otras circunstancias y consideraciones aparte porque ante la irrepresible inquietud de satisfacer un conocimiento, si hay pasión lo demás no importa. Esa fue la fuerza motora, combustible, inflamatoria, de los grandes naturalistas cuyos descubrimientos revolucionaron al mundo tarde o temprano: un Darwin convertido de petimetre a celebridad, un Wallace febril (con mayor mérito que el primero) alucinando en una hamaca de las islas Molucas al tiempo que descubre la razón de la evolución y la selección natural, un Richard Spruce barbado y reprimido, caminando de una vertiente a la otra de los Andes como si se tratara de un paseo dominical, y tantos otros que en alguna medida han contribuido al conocimiento de la Naturaleza neotropical.

El libro está, supuestamente, dedicado al botánico Timothy Plowman, como inspirador del autor y de otros de sus contemporáneos y seguro, Tim es una de las Figs. principales que permiten una narración fluida y más o menos cronológica. Pero, también se celebra a Richard Evans Schultes, la piedra fundamental, angular del arco, de la etnobotánica moderna (cf Schultes & von Reis. Ethnobotany: the evolution of a discipline. Dioscorides. 1995). Y narrar sobre otras personas cuando está Dick Schultes de por medio resulta imposible porque irremediablemente se convierte en el protagonista central y absoluto alrededor del cual giran los profetas menores. Y con buenas y sobradas razones. No en valde en 1941 Schultes obtuvo un permiso de la Universidad de Harvard (con un patrocinio de Oakes Ames) para visitar la amazonía, caminata que se prolongó durante doce años!

Siendo un niño, creciendo en Turrialba, tuve la oportunidad de observar con curiosidad y recelo a un "machito" (costarriqueñismo para un extranjero, ahora reemplazado por el intolerable mejicanismo: gringo) famoso por razones que escapaban a mi comprensión:

Richard Evans Schultes, un demacrado hombre de mediana estatura y finas facciones, que tenía algo que ver con la "Hulera", unas plantaciones de Hevea, situadas entre las últimas casitas de Cantaranas y Cabiria y el imponente complejo del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas, IICA, comunicado con el pueblo por una estrecha calle de tierra donde revoloteaban todavía las Morpho. Plantaciones de la década de los cuarentas, junto al establecimiento de la Finca Los Diamantes, cerca de Guápiles, Provincia de Limón, lugares que visité regularmente en compañía y de la mano de mi padre, reincidente alcahueta de mi interés por la Naturaleza. Qué iba a saber yo, en esa tierna edad de mi Turrialba de extranjeros en khakis, cascos y poblados bigotes, que al visitar la casa de la señora que hacía el más delicioso pastel del diablo, doña "Porcha" (Portia Imle, esposa de Ernest Imle, Director del Programa del Caucho Natural, introductor a Costa Rica entre otras cosas de los nogales sudamericanos, Juglans neotropica y relacionado también con el proyecto de Cinchona a la par de Claude Hope), estaría a pocos pasos de una figura monumental de la botánica del siglo, olímpicamente ignorante de lo que pasaba a su alrededor, imbuído en los rayados sonidos de lo que para mis oídos era una aburridísima música que, hoy sé, fue compuesta por Haydn?

Richard Evans Schultes, y el programa del hule natural patrocinado por el Departamento de Agricultura (léase Depto. de Defensa) de los E.E.U.U., pusieron en manos del país una industria potencialmente increible que sucumbió ante la estulticia de los burócratas de Washington y la ignorancia nacional que,-- La N Ley de la Termodinámica sea bendita!-- forman legión desde mucho antes de lo que ahora relato, y son una de las consecuencias de las mal llamadas "democra-cias"...

Richard Evan Schultes, cuya mano estreché años después, durante una visita al Museo Botánico de la Universidad de Harvard, momento que recuerdo vívidamente pero que no habrá hecho mella en la memoria de este fenómeno botánico, era el autor de muchos interesantes artículos que devoré en las deliciosamente anticuadas Botanical Museum Leaflets que atesoré por años antes de donarlas al Museo Nacional de Costa Rica. Este "machito" investigó los hongos alucinógenos en Oklahoma, sobre los cuales leí en la revista Life, que ahora son legítimos instrumentos de los cultos religiosos de la Native American Church, gracias a sus frecuentes intervenciones ante las Cortes Federales de los E.E.U.U. foros ante los cuales defendió como experto a muchos consumidores de Cannabis, y cultivó la amistad de los propulsores de los sicotrópicos de la "era de los sesentas" como Timothy Leary y William Burroughs. De sus escritos nació mi interés en las propiedades curativas de las plantas y de ellos mis cultivos de tantas que son sicotrópicas, entre esas misteriosas creaciones del reino vegetal, el ololiuqui, Rivea corymbosa y otras convolvuláceas. Un mentor a distancia cuyos escritos, sin embargo, eruditos y concisos, no alcanzan el giro literario de sus alumnos, como Mark Plotkin y ahora Wade Davis, posiblemente porque Schultes, en sus experimentos con principios sicotomiméticos sólo "vio colores" (pero nunca habló con el Sol) y no, como me acusa ese brujo y viejo zorro (M. Plotkin, com. pers. Agosto 1996), porque yo no aprecie un buen inglés, que los tomos de Richard Spruce, héroe de Schultes, forman parte de mi biblioteca de cabecera... El Premio Richard E. Schultes fue concedido en 1966 a la Asociación Indígena de Bribris y Cabécares KéköLdi, de la Provincia de Limón, por su esfuerzo en la conservación de sus bosques y costumbres.

Pero rebotando a la elasticidad del caucho nativo, Hevea, figura en el libro Russell Seibert, pionero de la exploración cauchera en sudamérica, participante en las excursiones botánicas que redundaron en la Flora de Panamá editada por Woodson & Schery a partir de 1943, y con quien hice en 1972 un interesante recorrido etnobotánico en la Polinesia, cuando era el Director de los Jardines Botánicos de Longwood, Pensilvania. También aparece Paul H. Allen, a quien los costarricenses debemos The Rainforests of Golfo Dulce (1956), obra básica para el estudio de la vegetación de la Península de Osa y el Parque Nacional Corcovado y a quien ví la última vez, de paso por la casa guatemalteca de otro etnobotánico a quien debemos mucho, Wilson Popenoe (cfWilson Popenoe, Rosengarten 1991, NTBG, Hawaii). Aparece Allen entre paludismos, explorando la amazonía colombiana en busca de la sangre blanca de los bosques. Los historiadores nacionales harán bien en leer los intríngulis de la política internacional y local que llevaron a cercenar uno de los primeros programas mundiales de conservación de germoplasma, en este caso particular, uno de los recursos de cuya disponibilidad pudo depender el éxito de los ejércitos aliados durante la Segunda Guerra Mundial y cambiar el curso de la historia reciente. No me escapa la ironía de que la Sociedad Nacional de Agricultura patrocinara a Carlos Wercklé un viaje a Colombia en busca de variedades de caucho mucho antes de estos eventos; viaje que redundó en el retorno de Wercklé desde Medellín, gracias a un préstamo de Joaquín Antonio Uribe, fundador del Herbario que hoy conmemora su nombre.

Tim Plowman, a quien conocí entre mis esporádicas visitas al Field Museum de Chicago, meca de los botánicos costarricenses, fue el mejor conocedor y monografista del género Erythroxylon, y sus investigaciones sobre la coca son hoy bastión de las investigaciones antropológicas de las culturas sudamericanas (cf The ethnobotany of coca. Adv. Econ. Bot. NYBG, 1. 1984). Plowman murió víctima del síndrome de la autoinmunodeficiencia adquirida, SIDA, que en el texto pretende explicarse con una vacuna administrada por la policía del Perú, aunque era evidente para mi que este explorador de las selvas sudamericana lo era también de la sexualidad humana, digno hijo de su generación sexagésima, de marijuanas y flores en paños menores, pero no por ello menos que un genio botánico de la talla de Alwyn Gentry, otro alucinado por Sudamérica, cuyo nombre no es parte de la narrativa de Davis aunque fueron coetáneos y simpátricos en sus peregrinaciones.

La figura del recordado don José Cuatrecasas, español hastiado de su Península, como todos de su generación doctos en todo, sin dedicarle muchas líneas, se dibuja vivo para los que lo conocimos, y hoy se honra su nombre en el Museo Nacional de Historia Natural, Washington, con una beca para estudios botánicos neotropicales.Aún esporádicos encuentros con personas que en esa época no tenían arte o parte en la monumental documentación de la etnobotánica amazónica, verbigracia: "a young scottish botanist named Brinsley Burbidge" (hoy Director de Fairchild Tropical Garden y mi anfitrión unos días antes de iniciar mi cuarto viaje a la Amazonía), son testigos de la riqueza documental del libro de Davis.

Me llama la atención que en los episodios sobre el Cuzco no se mencione al Prof. César Vargas, mi cicerone cuando recolecté helechos en los valles sagrados de los Incas y principal figura botánica de esa región, nativo con el conocimiento de varios dialectos de la zona, un profundo saber sobre la coca, y fundador del herbario que hoy lleva su nombre, aunque es citado en los Agradecimientos.

De tapa a contratapa, el libro es hipnotizante. Y cuando se ha conocido a la mayoría de sus personajes, se han recorrido las aguas de ese río único y experimentado los efectos de sus pociones mágicas, el sentido de estar viviendo parte de la historia torna la lectura en un escalofriante dejá vu que inquieta.

Me recuerda estar almorzando en El Partenón (restau-rante griego en Chicago favorecido por los investigadores del Field Museum), con William Burger, Robert Stolze, Rolf Singer, Patricio Ponce de León (y Robin Foster?), conver-sando con Tim sobre nuestras experiencias australes. Su cara vivaz y sonriente, un bigotillo que enmarcaba su mordacidad, sus ojos inquietos y llenos de picardía, sus anécdotas famosas. En fin, escuchando el crepitar de un fuego divino que encendió en él ese demonio llamado Richard Evans Schultes, conflagración vital que no evitó, sin embargo, su retorno unos meses después, al seno de la Mama Cocha, sinónimo andino de la Deméter griega, y con quien en el Nirvana de los etnobotánicos, estará disfrutando de un taco de "la mejor de Trujillo"...

Una traducción al español no debe esperar mucho tiempo porque esta obra será la inspiración de nuevas generaciones de botánicos de campo en latinoamérica. Historiadores de la ciencia, de la agronomía tropical, etnobotánicos, botánicos y ecólogos, deben adquirir esta joya literaria y científica en la que se dejan pasar algunos errores ortográficos de plantas y lugares, algunas frases en mal español, porque lo que importa está soberanamente expresado en el texto y entre líneas. Le sección final de notas bibliográficas al texto, comentadas, es magnífica. Agradezco a Lynn Bohs, una de las últimas estudiantes doctorales de Schultes, el remitirme el libro de Wade y a éste, la cálida dedicatoria en la portadilla. Es un honor el compartir, al menos parte del siglo, con esos Señores!
 
 

Holdridge,L.R., Poveda, L.J. & Q. Jiménez. 1997. Arboles de Costa Rica. Vol. I. Segunda edición. Centro Científico Tropical, San José, 522 p. Precio: aprox. US$12.00. Puede adquirirse directamente del CCT, Aptdo Postal 8-3870, 1000
San José.

Una verdadera epidemia editorial parece haber hecho blanco en nuestros biólogos que en el término de un año han puesto en manos del público una serie de obras necesarias e importantes, por ejemplo, Arboles de la Península de Osa (véase reseña en Rev. Biol. Trop. Vol. 45) y ahora la segunda edición de Arboles de Costa Rica.I. Palmas y monocotiledóneas arbóles y árboles con hojas compuestas o lobuladas, cuya aparición data de 1975.

La obra de Holdridge y Poveda fue una de las más importantes contribuciones a la botánica de campo en Costa Rica y fue texto para varias generaciones de estudiantes de botánica y ciencias forestales. Tenía esa primera edición una nomenclatura sui generis que no gozó de la aprobación general de los botánicos más puristas, pero todos coincidieron en la utilidad de la guía de campo. En la segunda edición, la nomenclatura ha mejorado notablemente con la adecuación de los nombres hoy vigentes. Así, para citar algunos ejemplos, el popular nombre Scheelea rostrata (Oersted) Burrett es sustituido por Attalea butyracea (Mutis ex L. f.)Wess. Boer que el editor atribuye a un desconocido L.F. como validando el epíteto de Mutis, siendo Lineo filius, que se abrevia L.f.; Phoenix pusilla en vez del nombre horticultural de P. zeylanica hort. para esa popular datilera, pero no se cambió el genérico Chrysalidocarpus a Dypsis Nor. ex Mart. Sorprende que se haya dejado bajo la nebulosa categoría de "planta como palma" la Carludovica y no se haya colocado antes o después de las arecáceas, que no habría hecho mella en la clave general a los hábitos. Se omite el traslado de Cycas circinalis L. a C. rumphii Miq., a pesar de la abundante literatura sobre esta planta. En las Leguminosae los cambios nomenclatoriales son muy numerosos para comentarlos aquí. Es claro que no se pueden incluir, en una segunda edición, el sinnúmero de árboles nuevos para Costa Rica desde 1975, pero desconcierta entre las ceibas no encontrar Ceiba (Spyrotheca) rosea, con ser tan abundante y corpulenta, como no es claro por qué, dentro de un mismo género, no se arreglaron las especies alfabéticamente.

A pesar de tener el editor las fotografías originales y muchas otras que son nuevas para el libro, la calidad gráfica es muy pobre. Si en la primera edición eso era una deficiencia excusable, con la tecnología actual es imperdonable y no contribuye en nada la reducción en tamaño de la mayoría de los ilustraciones. En materia editorial y sin que exista precepto escrito, en las reimpresiones editadas por persona ajena a los autores de la primera, el o los editores aparecen como tales y sin demérito, no como autores, que no lo son.

La bibliografía de la segunda edición se aumenta en cuatro referencias, continua pobre para la montaña de literatura aparecida y disponible en los 27 años que separan las dos versiones, y no se corrigen errores tipográficos aparecidos en la edición príncipe. Pero lo importante, es que revisada o no, era necesario reimprimir esa indispensable obra de consulta y espero que en esta oportunidad, el Centro Científico Tropical haya tomado la buena precaución de imprimir un número suficiente para satisfacer la demanda de sus propios cursos de Dendrología Tropical y de un público general más ávido de literatura sobre la flora local. Se recomienda a estudiantes y profesionales latinoamericanos, naturalistas y aficionados. El precio es muy módico para la cantidad de información que ofrece.
 
 

Jackson, J.B.C., Budd, A.F. & A. G. Coates. (eds). 1996. Evolution and Environment in Tropical America. University of Chicago Press, 425 p. Precio: US$ 27.50, rústica, US$75.00, de lujo.

Desde que Charles Lyell en su Principles of Geology (1830, 1832) insinuara que para una reconstrución conceptual del pasado es indispensable conocer y entender los procesos biológicos y ambientales del presente, consejo que encontró en Darwin un buen discípulo cuyos resultados de la aplicación del principio son notables en cuanto a su interpretación de la formación de arrecifes coralinos y en la enunciación del orígen de las especies, los naturalistas y biólogos han incorporado en forma explícita o indirecta una integración de las perspectivas geológicas a sus interpretaciones de los fenómenos biológicos.

Ya desde las postrimerías del siglo XIX el papel fundamental del Istmo Centroamericano y la cuenca del caribe en la distribución de la biota regional, fue motivo de grandes cavilaciones que establecieron el concepto de "puente biológico", brillantemente presentado y utilizado por George Gaylord Simpson cuyos escritos sobre la fauna sudamericana y los movimientos migratorios condicionados a eventos geológicos, se remontan a 1948 y quedan muy perfilados en su The geography of evolution (1965). Al menos en Costa Rica ninguna de las obras y cursos sobre su historia natural han olvidado el principio de Lyell en los análisis de la biodiversidad presente.

El volumen editado por Jackson, Budd y Coates, nacido de un simposio celebrado durante la 5a Convención de Paleontología Norteamericana, Chicago, 1992, se convertirá como sus célebres antecesores, en un clásico de la literatura istmeño-caribeña.

En los últimos diez millones de años tres eventos muy ligados o generados en la región en estudio, han cambiado la geografía, clima y biodiversidad continentales. La formación y configuración del istmo, con separación de vertientes Caribe y Pacífica y disyunción de las faunas marinas correspondientes; el cambio en la circulación de las aguas oceánicas concomitante con la emergencia del Yucatán y formación del Golfo de Méjico precipitaron la glaciación del hemisferio norte, las migraciones terrestres resultantes y los procesos de extinción y especiación que conformaron el carácter biológico de la región. Finalmente, la huella humana aparece hacia finales del Pleistoceno para modificar, más aún, el panorama.

Con profundidad de especialistas los veinticuatro autores de los trece capítulos, logran dar al lector, cualesquiera que sea su inclinación y especial conocimiento, una visión panorámica con una urdimbre común y, a la luz de lo que se sabe, llena de lógica. Destacar uno solo de los acápites no tiene sentido ni justicia. De personal fascinación el segundo, The geologic evolution of the Central American isthmus, y el décimotercero, Quaternary environmental history and forest diversity in the neotropics.

El precio no es exorbitante para la concentración de información del libro que debería ser "de texto" para los cursos de Historia Natural de Costa Rica, de Introducción a la Flora, de Biodiversidad. Es de suponer que a estas alturas del siglo y con la pronunciada aculturación de un país donde el más analfabeto mozalbete canturrea "in English", el idioma no debe ser un impedimento o barrera para adquirirlo. De hecho, el valor de un ejemplar difícilmente supera el precio de unos pantalones nuevos o del último maquillaje "in" para celebrar algún evento universitario de insignificante monta, que la diferencia entre esos adminículos mortales y efímeros y una sólida formación académica que los coloque competitivamente en el exiguo mercado de trabajo en esta Jauja de la Biodiversidad con banderas políticas es incalculable. Con la más alta recomendación del reseñador.

 

Ricklefs,RE & D. Schluter. (eds). 1993. Species diversity in ecological communities. Historical and geographical perspectives. University of Chicago Press, 416 p. Precio: no informado.

Reseñar una obra de menos del millar de páginas a la que han contribuído 52 autores no es fácil. Hay una diversidad de temas apabullante unificados por la cuidadosa conducción de los dos editores que no necesitan mucha presentación: Robert Ricklefs, profesor del Departamento de Biología de la Universidad de Pensilvania y autor de Ecology (1990, Freeman) actualmente libro de texto en la materia en muchas universidades, y Dolph Schluter, Profesor Asociado de Zoología en la Universidad de Colombia Británica y conocido entre ornitólogos y estudiosos de la evolución por sus trabajos seminales sobre los pinzones de Galápagos.

Los editores proponen y presentan el problema de la diversidad de especies en los ecosistemas que han despertado el interés de los naturalistas y biólogos desde Alfred Russell Wallace hasta el último de ayer y, en suma, ha dado origen al nacimiento de la ecología general y, en especial, a la de comunidades o de poblaciones. La cuestión la presentan en tres partes: 1- Una revisión de las ideas modernas sobre los procesos locales y de media escala que influyen en los números de especies coexistentes, 2- La presentación y discusión de casos típicos de diversas geo-grafías, 3- La consideración de patrones de la biodiversidad a la luz de la biogeografía, con un cierto énfasis en destacar aquellas distribuciones que no "calzan" dentro de los que predicen las teorías y conocimientos actuales.

De esa manera, se divide el libro en cuatro grandes secciones, a saber: Patrones Locales y sus Procesos, La Coexistencia desde la Perspectiva de escala media, Las Perspectivas Regionales, Las Perspectivas Históricas y Filogenéticas.

De coleópteros Cicindélidos a comunidades coralinas, de la concomitante evolución de los herbívoros y carnívoros norteamericanos, a los parásitos de peces y cómo se mantienen los equilibrios de diversidad en comunidades vegetales, la obra es un curso completo en Ecología de Poblaciones tanto como en Procesos Evolutivos o la Geografía de la Diversificación, tan variada y surtida como lo es la lista de brillantes contribuyentes.

Presupone un cierto nivel de conocimientos de los grupos tratados y de la estadística ecológica o (la mal llamada) ecología matemática (y cf. Pielou,E. 1977. Mathematical ecology. Wiley; 1979. Biogeography, Wiley). Se recomienda a estudiantes avanzados y a profesionales en diversas ramas de las ciencias biológicas, que verán enriquecida su comprensión de los temas con la lectura de Macroecology (Brown, J.H. 1996, cf Rev. Biol. Trop. ) obra en la que se propone, precisamente, lo que los editores aquí reseñados intuyen debe remozarse en la teoría ecológica moderna. La bibliografía, muy rica, es presentada al final del volumen, y la calidad editorial es la excelencia que caracteriza a la prensa de la Universidad de Chicago, que sin emargo debería saber que las portadas de cartulinas polietilenizadas no toleran las condiciones tropicales, que no es lo mismo un recipiente laminado desechable pero, al fin, un paralelepípedo rígido por sus dobleces, que un libro cuyas tapas se enroscan sobre sí intolerantes, diferen-cialmente, de las fluctuaciones en la humedad relativa, hecho que obliga a dejar el libro vertical y entre muchos otros en un estante, más que sobre un escritorio para pronta consulta, impidiendo crear un ambiente "gemüchlicht" al menos en las abarrotadas oficinas de los reseñadores!
 
 

Shulgin, A. & Ann Shulgin. 1995. Pihkal. A chemical love story. 3a edición, Transform Press, Berkeley, 978 p. Precio: US$ 18.95. Puede adquirirse directamente de la editorial, Transform Press, P. O. Box 13675, Berkeley, CA 94712.

El título sugiere algún misterio maya por su parecido con la palabra Tikal. Con esa antigua cultura nada tiene que ver pues se trata de un acrónimo de "Phenylethylamines I Have Known And Loved" (feniletilaminas que he conocido y gusto), obviamente el Dr. Shulgin, farmacólogo, químico y profesor de Toxicología en la Universidad de California en Berkeley, es el inventor del inusitado título que, como él mismo explica en una nota introductoria, le pareció menos complicado y técnico que algo así como "Feniletilaminas Halucinógenas", que de eso trata este voluminoso tomo.

Shulgin y su esposa, coautora, son también los "inventores" de un tipo de experiencia grupal con sicotrópicos, que recuerdan las sesiones descritas por Aldous Huxley en su afamada obra The Doors of Perception que en los años treinta abrió las puertas, por usar el retruécano, a la subcultura de la costa oeste de los E.E.U.U., donde todo se vale como experiencia vital o "life style" y que tuvo su apogeo en la década de los años sesenta acompañada por la música de los Beatles. Sin menoscabo del valor intrínseco en la vida de cualquier persona y, con la admiración que debe uno sentir por un científico como Shulgin, que como Hoffmann cuando descubrió accidentalmente los efectos del ácido lisérgico mediante la ingestión involuntaria primero y luego experimental de la dietilamida-25 de ese ácido o LSD, se afana y ufana con la experimentación, en su propia persona y las de sus voluntarios colaboradores, de un amplio espectro personal y profesional, de los efectos de sustancias que interfieren o modifican el proceso neurológico "normal", es decir, del libre de influencias de sustancias químicas, endógenas, en un organismo humano que no presente valores anormales de esas sustancias en su química sanguínea; asumiendo que lo "normal" existe fuera de un mero concepto ideal sico-fisiológico (y cf Kluver, K. 1966. Mescal and the mechanisms of hallucinations, University of Chicago Press). Los Shugin dividen el libro en tres partes, las dos primeras, narrativos de hipotéticos Alexander Borodin (Shura, y no se ignore al gran músico ruso) y Alice née Parr y más tarde la Señora Borodin, que no son otros que los autores, cuyo romance gira alrededor del uso de modificadores neurológicos, sicotomiméticos, que no comentaré aquí porque la filosofía y actitudes huxleyanas han sido ampliamente analizadas (y cf Gandhi,K. 1981, The search for perennial religion; Savage, D.S. 1947 Mysticism and Aldous Huxley; Baker, R.S. 1989 Brave New World: history, science & dystopia; Holmes, C.M. 1978, Aldous Huxley and the way to reality; Birnbaum,M. 1971, A. Huxley's quest for values) y Huxley mismo escribió muchísimo mejor que los Shulgin (re-comiendo la doble edición de 1990, Doors of Perception and Heaven & Hell, Harper-Collins).

El valor del libro PIHKAL está en las últimas 527 páginas, una enciclopedia sobre 179 sustancias, todas relacionadas con la molécula básica de la feniletilamina, todas con efectos similares a la mescalina y anfetaminas, que desde la primera, AEM (alfa-etil-3,4,5-trimetoxi-feniletilamina) hasta la última 4-T-Tris (3,5-dimetoxi-4-etiltio-feniletilamina) son descritas en su síntesis y obtención, dosis mínima, duración del efecto sicotrópico, cualidades, extensión y comentarios, todas con sus fórmulas estructurales y muchas de ellas con Tablas que incluyen sus propiedades físicas, las de sus homólogos y de sus precursores biogenéticos y patrones metabólicos.

Un verdadero "libro de cocina", en un laboratorio regularmente equipado, para una producción estadarizada de las sustancias sicodélicas pero, al mismo tiempo, una utilísima referencia para los médicos forenses, los siquiátras, sicólogos, farmacólogos y etnobiólogos que manejen materiales con este tipo de efectos. No es una obra para un público general aunque imagino que, en la dorada California, se vende junto con los tratados gastronómicos de doña Julia Child y si alguien pretende encontrar entre líneas un sarcasmo a medias sobre Shulgin (o la Sra. Child), baste citar un comentario del Dr. B. Lenz, catedrático de Historia de la Farmacia en la Universidad de Wisconsin: "PIHKAL es ciencia de la mejor, la búsqueda de SCIENTAS ante la oscuridad del no saber. Una obra monumental, importante para inteligir la inquietud de la sociedad moderna en busca de iluminación, y de la saga concomitante con la visión internalizada de los Divino, que se encuentra en el corazón de todo ser humano".

A lo cual agrego: -- " Amén. Nos vemos la próxima semana",-- que así finaliza Alex Shulgin sus conferencias magistrales, impresas y repartidas de antemano, para dedicar su tiempo en aula a comentarios "extracurri-culares".
 
 

Luis D. Gómez P.

Academia Nacional de Ciencias y Jardín Botánico Wilson, Organización para Estudios Tropicales, Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, 2060 San José, Costa Rica.
 

1  Academia Nacional de Ciencias y Jardín Botánico Wilson, Organización para Estudios Tropicales, Ciudad Universitaria
Rodrigo Facio, 2060 San José, Costa Rica. Internet: Idgomez@hortus.ots.ac.cr

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