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Acta Médica Costarricense

On-line version ISSN 0001-6002Print version ISSN 0001-6012

Acta méd. costarric vol.60 n.1 San José Jan./Mar. 2018

 

Cartas al editor

Carrera docente en la Caja Costarricense de Seguro Social

Dr. Oswaldo Gutiérrez Sotelo

La calidad en la formación del recurso humano en medicina sigue deteriorándose en el país, a pesar de más de una década de evaluaciones, advertencias y propuestas emitidas en múltiples foros. Se han señalado irregularidades en algunas universidades e insuficiente gestión de instituciones como el CONESUP o el SINAES, sin embargo, el aspecto más grave del problema es el nombramiento de los profesionales que laboran en los hospitales de la Caja Costarricense de Seguro Social como docentes independientes de diferentes universidades, dentro de un mismo servicio. La cohabitación de diversas facultades de medicina, no solo ha generado diferentes estándares de calidad -lo cual repercute en la buena atención para los pacientes-, sino que, cada “profesor”, al tener asignados un número de estudiantes, genera hacinamiento de muchachos hasta en los pasillos, o lo que es peor, los devuelven a sus casas, por falta de espacio. Los que quedan deben repartirse, entre todos, las rotaciones, confección de historias clínicas e ingreso a sala de operaciones; pero solo existe capacidad logística para exigir estos objetivos docentes a una fracción de ellos. Además, claro, del acoso que deben soportar los pacientes hospitalizados a quienes les realizan varias veces su historia clínica, o sufren la presencia de múltiples estudiantes en situaciones que comprometen la seguridad o la intimidad del enfermo o enferma, lo que es mucho más angustiante, cuando se trata de menores de edad o de mujeres gestantes.

Entretanto, los médicos que laboran en condiciones de espacio físico deficientes -por decir lo menos-, saturados de pacientes, muchas veces mal referidos o mal manejados dentro del mismo servicio, deben invertir tiempo y esfuerzo adicional para ejercer su labor docente. A pesar de que existe un sustento legal, la institución ha eliminado, sistemáticamente, el tiempo exclusivo asignado para docencia y otras actividades académicas, sustituyéndolas por obligaciones asistenciales. Muchos abusos, y hasta complicidad de algunos médicos, han servido como pretexto para que eso suceda. Y peor aún, casi no existen prácticas protocolizadas ni liderazgo académico: cada profesional actúa como mejor le parece y el paciente recibe diagnósticos, pronósticos y tratamientos distintos, según el buen parecer del facultativo que le corresponda; las discusiones de casos y complicaciones, las sesiones bibliográficas, la visita de profesores invitados de otros centros o la interacción con los interconsultores, todas herramientas docentes de gran valor, están casi extinguidas. Los médicos con el mejor nivel profesional y ético, han sido removidos de los puestos de decisión y sustituidos por personas cuya labor es administrativa, contaminada con la tramitología y mediocridad que caracteriza a las instituciones públicas politizadas. En consecuencia, el empirismo barato se ha impuesto sobre la medicina científica.

Para empezar, la institución debe estipular, con base en estándares internacionales, la capacidad real de admisión de estudiantes de medicina por cada hospital; y todos los médicos que laboran en un hospital universitario, por definición, deben ejercer la docencia; si alguno considera que el salario asignado para ello no es suficiente, debe trasladarse a otro hospital no docente. Dado que existe un convenio con la Universidad de Costa Rica, las demás universidades, en caso de que no alcancen cupos en los hospitales de la mal llamada clase A, colocarán a sus alumnos en otros nosocomios, los cuales, por lo tanto, deben convertirse en hospitales universitarios, obligándose a cumplir con lo descrito. Los médicos tendrán a su cargo, entre todos -no individualmente-, el número de estudiantes que el servicio pueda albergar, y deberá respetarse el tiempo de dedicación exclusiva para la docencia, conforme a la ley. Esta problemática existe también con los cursos de postgrado para especialización y está pendiente de reglamentarse, después del fallo de la Sala Constitucional de la República.

La carrera docente, paralela a la profesional, aunque íntimamente ligadas, implica no solo impartir clases magistrales - desafortunadamente, a veces mal entendidas como leer en clase varias docenas de diapositivas, o incluso peor, entregarlas al representante estudiantil para luego ser “evaluadas” en un examen parcial, sino también redactar correctamente objetivos evaluables y útiles para ser llevados a la práctica con los alumnos, utilizar técnicas de enseñanza y aprendizaje distintas de la clase magistral, confeccionar herramientas de evaluación que realmente verifiquen la idoneidad del estudiante, actuar con responsabilidad frente al paciente, acompañando al aprendiz en todo momento, pero sobre todo, dar un buen ejemplo de profesionalismo en el día a día, frente a los enfermos. El escalafón profesional en los servicios hospitalarios tiene que ser académico, no administrativo, y en los concursos para optar por una jefatura, debe preponderar la carrera docente, labores de investigación clínica, experiencia profesional y publicaciones científicas, no cursillos de administración ni pertenecer a un sindicato o tener padrinazgos políticos. Y deben crearse mecanismos de arbitraje o auditoría, académica también, como contrapeso saludable de todo sistema democrático.

Dr. Oswaldo Gutiérrez Sotelo

Profesor de Medicina

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