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Acta Médica Costarricense

On-line version ISSN 0001-6002Print version ISSN 0001-6012

Acta méd. costarric vol.56 n.2 San José Apr./Jun. 2014

 

Biografía

Dr. Carlos Sáenz Herrera

 

Oscar Porras


Doña Úrsula Celina Herrera y Paut viajó sola, con un embarazo de 5 meses, a Bruselas, después del terremoto de Cartago, en mayo de 1910. En Bélgica residió con su hija adoptiva y el 1ro de septiembre de 1910, nació Carlos Sáenz Herrera, hijo de doña Celina y de don José Carlos Sáenz Esquivel.

Doña Celina murió en diciembre de 1910 y don Carlos viajó a Bruselas a traer a su hijo, el cual llegó a Costa Rica, a la edad de 11 meses.

Durante su infancia y niñez, el Dr. Sáenz vivió en la casa de la familia, en los alrededores de la Estación al Pacífico, bajo el cuidado de su abuela. A los 7 años, ella falleció y pasó al cuidado de sus tías y de una prima, hasta concluir su educación primaria en la Escuela Juan Rafael Mora y la secundaria en el Liceo de Costa Rica.

El deseo de estudiar medicina lo llevó, en 1928, a ser parte del grupo de cerca de 50 costarricenses que estudiaban y jugaban futbol, en la Universidad Libre de Bruselas. Su educación profesional se dio entonces en el ambiente de una universidad anticlerical, en contraposición a la Universidad de Lovaina, bajo la dirección de los jesuitas.

Completó sus estudios de medicina en Bélgica, en 1933, y se trasladó a la Alsacia, a especializarse en pediatría, en la Universidad de Estrasburgo, hasta 1935.

En 1935 regresó en barco a Costa Rica. Durante la travesía inició el ejercicio de la pediatría, al atender a los hijos de las familias judías con las que compartió el viaje, y que emigraban por las condiciones de persecución en Europa. Este lazo se mantuvo durante el ejercicio de su profesión en Costa Rica, donde fue muy querido por la colonia judía, que además lo ayudó en su proyecto del Hospital Nacional de Niños (HNN).

A su regreso al país, empezó su trayectoria como médico especialmente preocupado por la salud de la población pediátrica.

Vivió en una casona cerca de la Estación al Pacífico y luego se mudó al Barrio Aranjuez. Se casó en 2 ocasiones: primero con María Virginia Pacheco Gutiérrez, con quien tuvo 2 hijas y 2 hijos, y luego con Ángela Carbonell Massenet, con quien procreó 1 hijo y 2 hijas.

En 1936 fue nombrado jefe del Departamento de Protección Infantil del Ministerio de Salubridad Pública; en

ISSN 0001-6012/2014/56/2/47-48 Acta Médica Costarricense, © 2014 Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica

1943 fue director de la Escuela de Enfermería, y en 1944 pasó a ocupar el cargo de jefe de la Sección de Pediatría del Hospital San Juan de Dios (HSJD). Ocupó en la función pública los puestos de Ministro de Salubridad Pública, en 1949, durante la administración de Otilio Ulate, y de Segundo Vicepresidente durante la administración de Francisco J. Orlich, en 1962. Durante estos periodos creó el Consejo de Asistencia Médico Social y el Hospital Nacional de Niños. Sirvió con gran dignidad y sin obtener privilegios.

Además, fue presidente del Colegio de Médicos y Cirujanos en 2 periodos, director de la Cátedra de Pediatría y decano de la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica, presidente de la junta directiva de la Caja Costarricense de Seguro Social y fundador de la Asociación Costarricense de Pediatría. En 1963 el gobierno de Bélgica lo condecoró con la Orden de la Corona.

Durante su trabajo como director de pediatría del HSJD, organizó la Sección y le dio identidad a la atención infantil, al establecer en 1945 un área de 140 camas destinadas a niños. La epidemia de poliomielitis de 1954, demostró los problemas de capacidad de la Sección de Pediatría del HSJD, para atender la población infantil, y lo indujo a iniciar el proyecto de crear un hospital para la población infantil. El Dr. Sáenz inicia en 1954 la campaña para recolectar los fondos necesarios y establecer el nuevo hospital, la cual culmina con el inicio de su construcción el 5 de abril de 1957, y su inauguración el 24 de mayo de 1964. Sus palabras durante el acto inaugural reflejan el éxito del pueblo de Costa Rica y sus instituciones en la obtención de un bien común: “Será pues el Hospital Nacional de Niños un monumento objetivo a la buena voluntad, a la comprensión, a la decisión y a la tenacidad de miles de personas que en estrecha colaboración con tres administraciones sucesivas han logrado darle vida”.

Desde la inauguración y hasta el 30 de septiembre de 1971, fue el director del HNN. Le imprimió a su trabajo como director “una mezcla de autoridad, amistad y calidez, los subalternos no sentían temor, daba confianza para entender los problemas y era receptivo hacia las inquietudes”; además, fijaba el camino con su ejemplo y entrega al objetivo de atender la población infantil. La Dirección del HNN requirió de muy buena parte de su tiempo, organizó la estrategia de traslado, la educación fuera de Costa Rica del personal médico, de laboratorio y administrativo, y peleó y sufrió para mantener económicamente el HNN. Atendía las revisiones actuariales que ejecutaba la CCSS por la atención de asegurados, y buscaba fondos para solventar las necesidades económicas del Hospital en cuanto a los pagos de proveedores y planilla.

También mantenía reuniones durante la semana con el personal médico, para discutir los problemas de salud de los niños internados y las condiciones de salud pública de la población infantil del país.

Desde su oficina en el Hospital se gestaron iniciativas en salud pública para combatir la morbilidad y mortalidad infantil, provocadas principalmente por la desnutrición, las parasitosis, las diarreas y las infecciones. Planteó soluciones para las parasitosis desde los aspectos de prevención, promoviendo la letrinización y el uso de zapatos, y desde el tratamiento, con iniciativas para que la industria farmacéutica desarrollara antiparasitarios más efectivos y seguros, ya que las opciones de tratamiento de la época producían efectos adversos hepáticos y renales, los cuales mataban al niño antes que a la uncinaria y el tricocéfalo.

En una ocasión llevo al Dr. Mohs a la sala donde se preparaban las fórmulas lácteas para los niños, le mostró una gran olla donde hervía la leche y un cucharón colador con el que se sacaban las moscas, y le dijo, mientras las sacaba, nosotros tenemos que hacer algo para resolver los problemas de salud, porque los niños se mueren como moscas.

Imprimió en el HNN una cultura de investigación y publicación científica, que consideraba necesaria para resolver los problemas pediátricos, y para dar a conocer los resultados de las investigaciones, fundó la Revista del Hospital Nacional de Niños.

Un perfil del Dr. Sáenz, basado en los recuerdos de quienes compartieron con él a diario, muestra a un ser humano conocido por su personalidad, capacidad de trabajo y habilidad de diálogo con todos los profesionales, subalternos y con las familias de los pacientes. Tenía una gran habilidad para “conversar y darse a entender”. “Su voz pausada, suave, enérgica, que irradiaba autoridad, provocaba acercamiento e inspiraba respeto, sin ser autoritario”. Los padres lo trataban con confianza de amigo, lo cual no era una característica común en los médicos de la época. Los que compartieron con el Dr. Sáenz lo describen como una persona extrovertida, jocosa, muy simpática, naturalmente agradable. En las reuniones sociales estaba contento y feliz, contaba chistes, bailaba, actuaba de manera que se perdían las distancias. Tenía sentido del humor, gustaba de las anécdotas y de contar chistes.

Cuenta el Dr. Mohs, que una vez, de visita en su finca Bretaña, le dijo: “Vení, vení, te enseño este termómetro de pared, cuando hay reunión de médicos, después de un rato les muestro que marca 0°C (el termómetro estaba descompuesto), y todos empiezan a temblar de frio”.

Tenía un “gran poder con la palabra, gran orador, enseñaba con su conducta y comportamiento como ejemplo”. Se le describe como “muy inteligente, de conversación amena, en la que se refería a temas diferentes a la medicina: historia, filosofía, política”. Su personalidad “imponía respeto, al entrar todos se ponían de pie, producía admiración y autoridad”. Como médico, con humanismo y compasión, sentía los problemas de los niños y mostraba una capacidad excepcional para resolverlos, gracias a su experiencia y al conocimiento derivado de la lectura. Tenía una consulta privada grande, “todos en Costa Rica querían que viera a sus hijos”. Combinó el hospital, la consulta privada y la visita domiciliar que realizaba de camino a su casa, en su viejo Mercedes al que nombró “Merceditas”.

Su primera pasión fue la pediatría. Su segunda gran pasión fueron las vacas. De su abuela materna recibió una vaca criolla que se llevó para su casa. Su entusiasmo lo condujo a comprar la finca Jaúles, cerca de Patio de Agua en Coronado, donde inició su hato lechero. Importó dos toros Holstein para utilizarlos en la crianza en Costa Rica, y estudio genética animal para aplicar el conocimiento en la mejora de su hato. Fue, además, pionero de la inseminación artificial. Su contacto con la lechería le permite identificar el problema sanitario asociado al manejo inadecuado de la leche, por lo que plantea entonces la pasteurización como un elemento fundamental de salud pública. Se asocia a la Cooperativa Dos Pinos, vende Jaúles y compra su finca Bretaña, en las Nubes de Coronado, donde desarrolla su hato lechero.

Su tercera pasión fue el futbol: desde mejengas en la finca, hasta jugar con Orión, y siempre fue saprisista.

Fue vecino del Padre Benjamín Núñez en Coronado, y amigo de José Figueres Ferrer; participó de la creación del Partido Liberación Nacional y su pensamiento político fue socialdemócrata. Consideraba que las ideas del grupo eran el camino correcto para salvar a Costa Rica de la pobreza y el atraso que impedía hacer medicina avanzada. Presenció el asesinato del Dr. Carlos Luis Valverde y tuvo que esconderse en el HSJD y mantener a su familia refugiada en la Embajada de Suiza, durante la revolución de 1948.

Sus problemas de salud: diabetes, hipertensión arterial y un accidente vascular cerebral, deterioraron progresivamente su salud y le produjeron una invalidez que lo alejó del ejercicio de la medicina. Mantiene, hasta el final, una mente clara, un intelecto activo, una conversación lúcida, brindando sugerencias y recomendaciones para resolver los problemas administrativos y médicos del HNN.

Fallece el 7 de noviembre de 1980, sin embargo, su figura se mantiene viva en la obra que creó, en los funcionarios y profesionales con quienes interactuó y en las familias y en los niños a quienes ofreció su humanismo, conocimiento y atención como médico.

La Asamblea Legislativa lo nombró Benemérito de la Patria el 11 de noviembre de 1980.

Es difícil escribir sobre una persona a quien se conoció muy poco, tal vez como paciente en alguna ocasión; es posible enumerar datos, pero imposible proyectar una imagen del ser humano que se intenta describir. Esa percepción de conocer a alguien solo se puede dar por parte de quienes lo conocieron de cerca y lo acompañaron en su tiempo. Esta es la razón por la que agradezco al Dr. Edgar Mohs, a la Dra. Cecilia Lizano y al Dr. Alberto Sáenz, el tiempo que me obsequiaron para entregarme su rica visión sobre la persona del Dr. Sáenz y su época.

Servicio de Inmunología y Reumatología Pediátrica,

Hospital Nacional de Niños

“Dr. Carlos Sáenz Herrera”

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