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Acta Médica Costarricense

On-line version ISSN 0001-6002Print version ISSN 0001-6012

Acta méd. costarric vol.52 n.4 San José Dec. 2010

 

Carta al editor

Huelga de médicos residentes: evidencia de la crisis de valores

Termina recién una inusual protesta laboral en un gremio del cual la sociedad no espera nunca que falle en sus funciones, hablo del gremio médico; ya que la salud es un bien que ninguna persona desea perder y que cuando la pierde siempre desea tener acceso a los servicios que le ayuden a recuperarla.

Siempre para quien sufre un quebranto de salud su problema es su universo y su prioridad, por tanto deseará que se le dé toda la prioridad posible; sin embargo para el personal de salud la priorización de los problemas en cuanto a su gravedad y urgencia es algo fundamental en tanto (dependiendo de la ubicación geográfica) la relación matemática entre el número de médicos y enfermeras con respecto al número de enfermos puede ser muy desproporcionada. He ahí la necesidad de aplicar la ciencia, la lógica y la estrategia a la hora de organizar la oferta de los servicios médicos.

Pero retomando el conflicto al que me refiero: el reclamo del grupo de médicos residentes de las especialidades médicas para que se les reconocieran algunos derechos entre los cuales el más digno, a mi juicio, era eliminar el filtro discriminatorio de un pagaré que le garantizaría a la CCSS la obligación de la prestación de servicios futuros de los especialistas. Digo discriminatorio porque aquel candidato que a pesar de haber ganado su plaza de residencia con gran mérito académico; si no contaba con recursos económicos para sustentar el pagaré, entonces no entraba a la especialidad. Lo que quiere decir que el sistema se convertiría en elitista pues solo aquellos con suficiencia económica podrían acceder a los programas de posgrado, no así los de escasos recursos aunque hubiesen demostrado su capacidad intelectual fuera de toda duda; pues el público debe saber que el rigor de las pruebas es altísimo para garantizarle a la sociedad una gran excelencia académica.

Hace muchos años, según contaban los abuelos, el honor de la palabra de un ciudadano era algo que se apreciaba por encima de todo. La palabra dada al tratar un negocio o un acuerdo, significaba comprometer la honorabilidad de la persona y de faltar a ella se le tildaría de deshonesto, lo que acarreaba muy graves consecuencias en todos los aspectos de la vida social y económica. Así, escuchaba yo historias de hombres que con solo su palabra de honor como garantía, adquirieron tractores para desarrollar fincas en denuncios de montaña impenetrados hasta entonces y a punta de trabajo, cuando lograban producir, honraban sus deudas de forma totalmente transparente. "Nos aguantamos el hambre; pero las deudas se pagan", era un decir de los viejos.

Me pregunto entonces ¿qué nos ha pasado o qué nos está pasando como sociedad?, ¿porqué se tiene que exigir una deuda para obligar a un profesional a ejercer sus labores donde la sociedad le requiere?

Si el respeto a la palabra de honor fuera seriamente valorado, hubiese sido suficiente firmar un compromiso moral en el que los futuros médicos especialistas pusieran de común acuerdo la determinación de prestar sus servicios por un tiempo determinado en el área rural. La necesidad de recurrir a una obligación económica para asegurar que un ciudadano cumpla su palabra solo habla de una sociedad pobre en humanidad y carente de valores donde se confía más en lo material que en lo espiritual amén de que es lo tangible en lo único que se depone la fe. Hemos perdido la credibilidad en el hombre integral y la lealtad se desdeña dependiendo de la conveniencia.

Es preocupante pensar en ello pues son muchos los niveles de nuestra sociedad que estarían fallando: empezando por casa, ¿estoy fallando yo como padre de familia en el ejemplo de honestidad que cotidianamente le doy a mi hijo?, ¿es suficiente la educación en valores incluidos en los programas colegiales?, ¿cuánto ha perdido la educación superior eliminando los programas de humanidades de los curriculae de las diferentes carreras en algunas universidades? Personalmente ver esa realidad me angustia en tanto el desdén hacia esos valores erosiona con el tiempo la estructura social y las evidencias ya empiezan a aflorar ante nuestros ojos vestidos de indiferencia.

No me cabe duda que la parte más importante de todas está en el hogar, en esa unidad esencial de la sociedad que se llama familia, en el ejemplo y educación moral que los padres demos a nuestros hijos; pero la sociedad como conjunto humano debe preocuparse por la formación de hombres y mujeres moralmente sustentados en quienes la honorabilidad, la lealtad y la honestidad sean una prioridad real para la estabilidad de un país que necesita asegurar un futuro de igualdad y justicia.

John E. Miranda Chavarría
Medico Cirujano
Profesor de la Escuela de Medicina, UCR

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