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Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña

versão On-line ISSN 1659-4223

REHMLAC vol.6 no.1 San Pedro, Montes de Oca Mai./Nov. 2014

 

“México heterodoxo. Diversidad religiosa en las letras del siglo XIX y comienzos del XX, de José Ricardo Chaves”

Ana Laura Zavala Díaz


*Dirección para correspondencia:

Compuesto  por  catorce  capítulos  y  un  apéndice,  México  heterodoxo.  Diversidad religiosa en las letras del siglo XIX y comienzos del XX reúne una selección de artículos sobre algunos autores mexicanos y extranjeros, determinados por lo que José Ricardo Chaves llama “un gesto heterodoxo, ya sea por el género abordado –lo fantástico, sobre todo–, ya sea por la ideología religiosa y filosófica que sostiene el texto: secularizante aunque al mismo tiempo cercana a las nuevas formas ocultistas de entonces, en especial la teosofía y el espiritismo”. A partir   de  un  enfoque   metodológico   “comparatista”   y  de  claro  sesgo sociocrítico,   el investigador  aborda  un  conjunto  de  obras  de  Manuel  Payno,  Amado Nervo,  José  Juan Tablada,  Pedro  Castera  y  Pascual  Almazán, entre  otros,  en el  cual descubre  “marcas desviantes de la dominante tradición realista, naturalista y costumbrista”  (pág.  13)  de  la época. El análisis de este corpus permite al investigador desvelar la complejidad de los fenómenos estéticos y culturales de un México que, justamente en el siglo XIX, transitó de un sistema colonial a la búsqueda de un ser nacional en el intrincado contexto de la modernidad.

En esta línea, uno de los principales aciertos de estos ensayos diversos es el estudio puntual  de  una  serie  de  redes  textuales  y  de  contactos  intelectuales  entre  dicho  país  y diferentes latitudes de Europa y América. Ciertamente, Chaves no sólo se detiene en varios momentos en la importante obra teosófica de la incansable viajera rusa Helena Blavatsky y en las ideas espiritistas de Allan Kardec -que tan buena recepción tuvieron entre ciertos círculos letrados mexicanos-, sino que también establece las afinidades literarias e ideológicas de estos escritores con creadores hispanoamericanos como, por ejemplo, Rubén Darío, Juan Valera y Leopoldo Lugones.

Si bien el examen de tales vínculos es iluminador, resulta aún de mayor trascendencia el estudio crítico de las diferencias, es decir, de cómo y con qué fin los mexicanos adoptaron y adaptaron los principios del espiritismo, la teosofía, el budismo y el protestantismo. Con gran acierto, José Ricardo Chaves pone en evidencia que éstos interpretaron y se sirvieron del corpus espírita y teosófico de acuerdo con sus necesidades creativas, filosóficas y hasta existenciales. Recurrieron a él, asimismo, como una herramienta para enfrentar el paulatino proceso de secularización que vivió México a lo largo de siglo XIX, el cual, “al tiempo que [debilitó] a las religiones  tradicionales,  permitió  la  emergencia  de  otras  opciones religiosas,  como  los ocultismos y el espiritismo que brindaron a sus adeptos la posibilidad de combinar lo mejor de dos mundos: la creencia en un universo con sentido y dirección trascedentes, y el conocimiento científico, que posibilitaba su descripción y manipulación, sin quitarle su alma” (pág. 73). Como es sabido, en esa centuria se impusieron nuevos paradigmas ideológicos y científicos  que  desplazaron  muchas  de  las  antiguas  creencias acerca  del  hombre  y de  su relación con la naturaleza. El crecimiento de las ciudades, el desarrollo de la tecnología y de las ciencias  naturales,  a la vez que la expansión  de la industria  y del poderío del capital, decretaron la consolidación de ese fenómeno iniciado en los albores del siglo XVI: el de la modernidad. Aunque a la saga de ese movimiento, al igual que otras regiones de América, México experimentó un lento camino hacia la modernización, que se afianzó con el triunfo del liberalismo y la introducción del positivismo en el país hacia la segunda mitad del siglo.

En ese contexto, el creciente interés por los principios de las “ciencias ocultas” y de otras tendencias religiosas representaron para algunos miembros del campo literario una forma de conciliar intereses y de buscar un “conocimiento más profundo de las cosas” (pág. 68), de ir más allá de la superficie a través de las infinitas posibilidades de la imaginación. Tal fue el caso del escritor Pedro Castera, cuya obra, según advierte el investigador, debe leerse a la luz de  su  decidida  adhesión  al  espiritismo.  Para  otros,  como  el  político  y  novelista  Pascual Almazán,  el planteamiento  de la diversidad  religiosa supuso más la defensa de un ideario liberal  e  ilustrado  que  un  acercamiento  a  la  realidad.  En  el  ámbito  secularizador  de  la República  Restaurada  (1867-1876)  y ante la emergencia  de diversas  opciones  religiosas  y pararreligiosas, su desconocida novela Un hereje y un musulmán es una invitación a la “tolerancia”  de  cultos,  pero  también  una  advertencia  ante  los  potenciales  peligros  del fanatismo doctrinal.

Para  algunos  más  -en  particular  para  los  integrantes  de  la  segunda  generación modernista, la de Tablada, Nervo, Couto Castillo, a quienes se dedican varios ensayos en este volumen-, “la variante religioso-ocultista” tuvo gran importancia tanto en sus vidas como en sus estéticas; entre “otras cosas, fue manantial temático que les permitió concebir historias ‘extrañas y misteriosas’, con lo que pusieron en movimiento una máquina de contar/escribir narraciones  fantásticas  que sigue funcionando  en la actualidad,  y que ha dado ficcionales notables”  (pág. 55). Este fantástico  finisecular  tuvo la impronta de su tiempo, de la crisis existencial de fin de siglo, así como de la visión cientificista que dejó sentir su influjo en cada una de las manifestaciones  literarias del momento. Lo “fantástico decimonónico”,  acierta a decir Chaves, “no vio en la ciencia a un enemigo”; por lo contrario, la convirtió en uno de sus principales  subtextos:  saber  hegemónico  con  el  que  los escritores  entablaron  de  manera constante  un diálogo  implícito  o explícito. En fin, palabra dominante,  gracias a la que se impondría la necesidad de establecer argumentaciones  racionales “incluso, para defender lo irracional” (pág. 182).

A pesar de esta “aceptación”  del paradigma  científico,  este libro evidencia que los modernistas mexicanos encontraron también en lo diverso, en lo oculto, en lo fantástico, una forma de resistencia y de metafórica exploración creativa del mundo; así, contra el descarnado racionalismo materialista y el todavía vigente nacionalismo literario, esgrimieron las armas de la imaginación,  de lo alterno,  de lo otro. A decir de Michel  Foucault  “donde hay  poder  hay resistencia,  y  no  obstante  […]  ésta  nunca  está  en  posición  de exterioridad  respecto  del poder”1.   De   ese   modo,   los   modernistas   cuestionaron, con   las   armas   argumentativas cientificistas, la infalibilidad de la razón positivista para resolver los cada vez más profundos e intrincados conflictos éticos, estéticos y espirituales del hombre moderno.

En el capítulo dedicado a la desconocida novela La resurrección de los ídolos de José Juan Tablada, Chaves afirma: “La crítica histórica y literaria, sobre todo en español, ha descuidado estos vínculos con lo religioso y con lo ocultista en particular, viéndolos en todo caso  como  una  suerte  de  extravagancia  o  moda  de  los  autores,  y  no  como  lo  que  son: elementos fructíferos considerados hasta ahora marginales pero que, vistos de otra forma, y en adecuado  contexto,  enriquecen  las posibilidades  hermenéuticas  de obra, autor y sociedad” (pág. 146). Estas últimas palabras no sólo resumen la intención última de esta colección de ensayos, sino que también evidencian la necesidad de abordar los fenómenos literarios desde una perspectiva más amplia, tomando en consideración las relaciones que los creadores establecen con otros discursos, ya sean políticos, filosóficos, religiosos o científicos. Como afirma  Georges  Duby,  ningún  fenómeno  discursivo  se  da ni puede  estudiarse  de  manera aislada,  por lo que debe  examinarse  dentro  de un sistema  de representaciones  sociales  y textuales que lo doten de sentido o por lo menos lo clarifiquen2México heterodoxo…es, finalmente, una inteligente invitación a sumergirse   en  un  México   complejo   que  ha permanecido oculto y silenciado, pero que hoy se manifiesta a través de la pluma de José Ricardo Chaves.

1. Michel Foucault, Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber, trad. Ulises Guiñazú (México: Siglo XXI, 2002), 116.
2. Georges Duby, “La historia cultural”, en: Para una historia intelectual, eds. Jean-Pierre Rioux y Jean-François Sirinelli (México: Taurus, 1999), 45.


Bibliografía

Chaves, José Ricardo. México heterodoxo. Diversidad religiosa en las letras del siglo XIX y comienzos del XX. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, Bonilla Artigas Editores, 2013.         [ Links ]

Duby, Georges. “La historia cultural”. En: Para una historia intelectual. Editado por Jean- Pierre Rioux y Jean-François Sirinelli. México: Taurus, 1999.         [ Links ]

Foucault, Michel. Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber. Traducción de Ulises Guiñazú. México: Siglo XXI, 2002.         [ Links ]

*Correspondencia: Doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Investigadora definitiva del Seminario de Edición Crítica de Textos del Instituto de Investigaciones Filológicas y profesora de literatura mexicana de siglo XIX en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Correo electrónico: alzavalad@yahoo.com

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