Introducción
Los análisis contemporáneos sobre las experiencias migrantes suelen detenerse en las dificultades y en las violencias, en algunos casos extremas, sufridas a causa de la acción de diferentes agentes estatales y económicos. Se enfocan en las deportaciones, en el cruce de fronteras y en la permanencia en las ciudades de destino La «necropolítica», que afecta a las personas migrantes a nivel global, merece, sin duda, esta atención ante la gravedad que reviste su persistencia a lo largo de los años y sus consecuencias en términos vitales y de acceso a derechos de las personas que migran. Sin embargo, paralelamente a esas formas de violencia estatal y económica, las personas migrantes que logran permanecer en las sociedades de destino construyen experiencias diversas en sus intentos, muy laboriosos, por sostener su vida y la de sus familias. En ambos casos, se trata de dinámicas situadas cuyos sentidos profundos se vinculan con las historias particulares de las sociedades, aún si existen fenómenos globales que las afectan. El presente artículo se enfoca en este segundo aspecto de las experiencias migrantes, y gira en torno al análisis diacrónico de las trayectorias laborales de mujeres migrantes sudamericanas en Argentina a comienzos del siglo XXI. Tras reconstruir dichas trayectorias como típicas, se definirán modalidades de circulaciones laborales de las mujeres migrantes trabajadoras domésticas que ocurren tanto manteniendo el empleo en el sector como saliendo del mismo. En ambos casos, para estas mujeres, las mejoras en las condiciones de trabajo son experimentadas con base en criterios generalizados, especialmente, la consideración del vínculo entre el trabajo doméstico remunerado y el trabajo no remunerado.
La mirada diacrónica que plantea este estudio permitirá visibilizar las transformaciones y movimientos que fueron posibles a partir de la articulación entre la agencia migrante y los condicionamientos estructurales de las sociedades de destino, esto en las trayectorias laborales de las migrantes. De esta manera, los resultados están necesariamente situados en la historia y el presente del contexto de llegada. En un primer momento, se detallan algunas precisiones teórico-metodológicas y contextuales, luego se añaden dos capítulos de análisis: el primero, referido a las circulaciones dentro del campo del trabajo doméstico, y el segundo, donde se expresan formas de circulación por fuera del sector. La contribución principal de este artículo se da por la inclusión de una mirada diacrónica retrospectiva, a partir de un trabajo de campo sostenido en el tiempo con mujeres migrantes, para problematizar y visibilizar la heterogeneidad de sus movilidades y circulaciones laborales. Dicha heterogeneidad permite dar cuenta de tres cuestiones principales: en primer lugar, que salir del entorno del trabajo doméstico no siempre significa «mejorar»; en segundo lugar, que se puede «mejorar» siendo trabajadora doméstica; y, en tercer lugar, que también existen trayectorias de movilidad social ascendente entre las mujeres migrantes que se dedican en algún momento de su trayectoria laboral al trabajo doméstico.
Algunas notas teóricas y metodológicas
Este artículo es parte de una investigación más amplia sobre migraciones, géneros y trabajos de cuidado en la Argentina, a partir de la cual se reconstruyeron trayectorias laborales retrospectivas de las entrevistadas que están insertas o se insertaron en algún momento de su experiencia migratoria en el sector del trabajo doméstico. [1]
La utilización de las trayectorias como estrategia metodológica es un tópico clásico de los estudios migratorios, tal como se sintetiza en el trabajo de Pizarro y Ciarallo (2021). Las autoras destacan que, de manera amplia, se trata de un término vinculado al movimiento de un objeto desde un punto de partida a otro de destino. Gran parte de las investigaciones sobre trayectorias se sustentan en los estudios de «el curso de vida», en Estados Unidos, o biografías, en Europa, perspectivas que buscan «dar respuesta al problema de la articulación de lo individual con lo colectivo, investigando las mediaciones entre la estructura social y la biografía personal» (Roberti 2017, 310). En este marco, la ««trayectoria vital» de las personas se comprende como el resultado del entrelazamiento de múltiples trayectorias que representan diversas dimensiones –trabajo, escolaridad, vida reproductiva, migración, etc.– en las que se desenvuelve a lo largo de su vida (Roberti 2017). De esta manera, el análisis de la «trayectoria migratoria» o «laboral» supone un recorte de la experiencia vivida con el fin de analizar los desplazamientos que tienen lugar en espacios de movilidad, tanto territoriales como sociales. Para este artículo, se reconstruyeron las trayectorias de las mujeres migrantes recortando sus experiencias a aquellas ocurridas en su vinculación con la dimensión laboral, con la consideración de los contextos específicos estructurados por las políticas laborales y sociales y las características del mundo del trabajo (Bermúdez Rico 2014). Sin embargo, como ya se ha señalado en trabajos anteriores (Mallimaci Barral y Magliano 2020), las trayectorias laborales no pueden comprenderse por fuera de su articulación con otros espacios de la vida migrante.
En síntesis, el artículo se basa en un estudio de las trayectorias laborales de las mujeres migrantes a lo largo de un período determinado. Se trata de un estudio diacrónico retrospectivo (Muñiz Terra et al. 2013) cuyos datos primarios son los discursos y las prácticas, en relación con el trabajo y otras dimensiones de la vida, de las trabajadoras domésticas migrantes, y tiene en cuenta el período que se inicia con la llegada al país. Siguiendo a Muñiz Terra (2011), trabajar con la noción de trayectorias supone otorgar un rol central a los actores sociales, sus representaciones y las decisiones que toman en el marco de determinadas condiciones estructurales. Así, el análisis permite vincular las características del mundo de trabajo de las sociedades de destino, su etnificación, racialización y generización, con los recorridos laborales, migratorios y familiares de las entrevistadas; esto al asumir que tales rasgos estructurales organizan el horizonte de posibilidades laborales disponibles para las mujeres migrantes (Tizziani 2011) y generan los marcos dentro de los cuales toman decisiones. Bajo esta perspectiva, el análisis cualitativo de las trayectorias laborales se centra tanto en los movimientos objetivos registrados como en la percepción que tienen de estos recorridos las entrevistadas. Definir trayectorias como de ascenso, permanencia o descenso requiere, necesariamente, incluir en el análisis las representaciones que tienen las propias mujeres sobre sus itinerarios.
A partir de estas decisiones teóricas, el artículo centra el análisis de las trayectorias en las nociones de «circulación» y «movilidad» dentro de determinados sectores productivos. Poder moverse y «mejorar» dentro del sector del trabajo doméstico no significa, necesariamente, modificar las dimensiones objetivas que suelen utilizarse para medir la movilidad social, como el nivel de ingreso, la posesión de ciertas calificaciones y el grado de formalización del empleo; sino que expresa modificaciones tales como el acceso a puestos con diferentes reconocimientos simbólicos y materiales en las sociedades de residencia y la compatibilidad con otros proyectos personales y familiares. Son modificaciones que no transforman las posiciones estructurales de las entrevistadas pero que tienen una enorme importancia para ellas. Así, este tipo de movimientos hace referencia a una experiencia subjetiva, articulada con elementos objetivos, que se manifiesta en el modo en que las mujeres relatan sus propias circulaciones y decisiones destacando el carácter procesual de las mismas (Dalle 2016).
El trabajo de campo se realizó durante el período 2010-2020 con mujeres migrantes procedentes de Bolivia, Paraguay y Perú residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y Córdoba, y se desarrolló con base en entrevistas en profundidad. Para este artículo, se utilizan los resultados cualitativos relacionados con las mujeres cuya primera inserción laboral en destino ha sido el trabajo doméstico. En el marco de ese trabajo de campo, se entrevistaron en profundidad a un total de 40 mujeres (20 en AMBA y 20 en Córdoba), en algunos casos en más de una ocasión. En ambos lugares, la muestra se compone de mujeres en «edades económicamente activas» (se anexa tabla de entrevistadas).
El trabajo doméstico[2] y las migrantes en Argentina
Como punto de partida, es importante señalar las particularidades de los empleos que realizan las mujeres migrantes en el país. Si bien se trata de trayectorias laborales compartidas con el conjunto de mujeres de sectores populares, presentan ciertas especificidades. En las grandes ciudades, como el AMBA y Córdoba, se concentran en trabajos marcados por la informalidad, la inestabilidad y la precariedad, como sucede con el trabajo doméstico, la costura y el comercio informal. Tal como indica Magliano (2017), la sobrerrepresentación de mujeres migrantes en estas ocupaciones pone de manifiesto que las jerarquías de género son constitutivas de la conformación del mundo del trabajo, mostrando la imposibilidad de considerar a los trabajadores como «sujetos neutrales que existen independientemente de las relaciones de poder ligadas al género, a la etnia, a la raza que se encuentran inscritas en sus cuerpos» (Mezzadra y Neilson 2016, 165). En el caso de las mujeres migrantes, esa jerarquización se sostiene en la premisa de que son las «más aptas» para el ejercicio de determinados trabajos, en general precarios, mal pagados e informales.
En particular, el trabajo doméstico tiene una relevancia fundamental en las experiencias migrantes, pues funciona como la puerta de entrada al mercado de trabajo local. Se trata de un sector laboral altamente feminizado (el 99,3% de quienes lo realizan son mujeres) e informal, en tanto más del 75% de las trabajadoras no tiene regularizada su situación laboral (ECETSS 2020). Si bien las mujeres migrantes no representan a la mayoría de las trabajadoras domésticas en Argentina, son el 9,1% del total, se encuentran sobrerrepresentadas en este sector ya que se trata de un porcentaje de concentración mayor al que tienen en el resto del trabajo asalariado, que es apenas del 3,9% (ECETSS 2020).
El trabajo doméstico no solo es la principal inserción de las mujeres migrantes, sino que la mayor parte de sus trayectorias laborales se encuentra estructurada por el trabajo doméstico (Mallimaci Barral y Magliano 2018). Primero, por su importancia numérica dentro del conjunto de las trabajadoras migrantes: el 49% están ocupadas en el sector (MTEySS 2017). Ese porcentaje aumenta cuando el foco se coloca sobre algunas nacionalidades: aglutina al 70% de las paraguayas y al 60% de las peruanas (Mallimaci Barral y Magliano 2016). En este sentido, y retomando el estudio de Maguid (2011), el trabajo doméstico es un empleo relevante para el total del empleo femenino, ocupando al 17% del total de asalariadas del país, pero para las mujeres migrantes sudamericanas representa el principal nicho sectorial de inserción. Segundo, por su relevancia para organizar el proyecto migratorio. El trabajo doméstico permite una incorporación rápida al mercado laboral, independientemente de las experiencias laborales en el país de origen y de las credenciales educativas con las que cuentan las mujeres al migrar (Maguid y Bruno 2010). Más que por características personales de las migrantes, la relevancia del trabajo doméstico se explica por la persistencia de mecanismos de segregación laboral basados en el género, la adscripción étnico-racial y la clase, entre otras formas de clasificación social. En cuanto a la permanencia en el empleo, Tizziani (2011) propone discutir una visión tradicional que asume que el trabajo doméstico es un trabajo provisorio para las mujeres, un escalón necesario hasta alcanzar el trabajo que realmente se desea. En su investigación, Tizziani (2011) pudo demostrar cómo, en el caso argentino, las inserciones en el trabajo doméstico son, generalmente, de largo plazo, permitiendo «circulaciones horizontales», es decir, movimientos dentro del sector que les permiten a las mujeres mejorar las condiciones de trabajo y el monto del salario percibido. Como se verá más adelante, se trata de una experiencia que se repite para muchas mujeres migrantes.
Además, es fundamental remarcar las condiciones normativas que permiten la regulación de la residencia. En este sentido, las poblaciones migrantes que provienen de países del Mercosur y asociados que llegan al país pueden, desde el año 2004, acceder a la regularización de su situación migratoria a partir del criterio de nacionalidad (Ley N° 25.871). Independientemente de las dificultades y barreras en el acceso a la regularización que suelen ocurrir (falta de tiempo, dinero, dificultades en el acceso a la información, etc.), esta singularidad se refleja en la vida cotidiana de personas migrantes y su vínculo con las instituciones locales.
Por otro lado, en el año 2013 se sancionó la Ley N° 26.844 (Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares). Aunque mantiene la regulación especial del empleo doméstico por fuera de la Ley de Contrato de Trabajo de 1974, la normativa incorpora importantes reformas: jornada laboral de 8 horas, salario mínimo, licencia anual ordinaria calculada a partir de los años de servicio, licencia especial para las mujeres embarazadas, entre otras (Magliano 2018). Fruto de la lucha organizada de las trabajadoras en casas particulares, la ley es parte, además, de una acción colectiva tendiente a construir nuevos significados sobre el trabajo. Si bien esta Ley apuntó a resolver la histórica informalidad del sector, el trabajo doméstico continúa siendo una de las ocupaciones con peores índices de registro laboral (cerca del 75% de las trabajadoras no están registradas). De este modo, para las entrevistadas, la sanción de la ley no ha tenido repercusiones relevantes en sus trayectorias.
Considerando este marco contextual, a continuación, serán analizadas las trayectorias laborales de largo plazo de las mujeres migrantes que se dedican al trabajo doméstico.
Las circulaciones dentro del trabajo doméstico
Como se ha señalado, un primer tipo de circulación es horizontal y se manifiesta en el interior del trabajo doméstico. Dentro del universo del trabajo doméstico, hay circulaciones al compás de la propia inestabilidad que distingue al sector, la permanencia en el lugar de destino y las características peculiares del contexto argentino. Una mirada diacrónica de las trayectorias laborales permite mostrar estos movimientos, que son, generalmente percibidos por las propias mujeres, como una mejora en relación con las experiencias anteriores.
En torno a ello, se contemplan dos dimensiones: en primer lugar, la reconstrucción de la centralidad del trabajo doméstico para las mujeres migrantes, sus diferentes modalidades y temporalidades; y, en segundo lugar, el análisis de las movilidades posibles dentro del sector y los sentidos que las mujeres migrantes les otorgan.
El trabajo doméstico como destino
En Argentina, como en otros países, el trabajo doméstico es la principal actividad laboral para las mujeres migrantes, la cual involucra un conjunto heterogéneo de tareas y de formas de prestación. En particular, entre estas mujeres se observa una sobrerrepresentación en dos actividades del sector: la limpieza de casas (tanto bajo la modalidad «cama adentro» como externa, ya sea fija para una sola persona empleadora, o por horas para varias personas empleadoras) y el cuidado de personas (infantes y personas mayores), reconociendo las fronteras difusas que muchas veces existen entre esas tareas. [3] De acuerdo con los resultados de la investigación, las mujeres migrantes son contratadas, generalmente de manera informal, para realizar ambas tareas como parte de un mismo trabajo. [4] La informalidad laboral, que como ya se ha señalado, no se encuentra necesariamente atada a la irregularidad migratoria, se vincula con los rasgos del sector y con la manera de concebirlo política y socialmente: discreto, feminizado y como una extensión natural de las tareas que competen a las mujeres, ya sean migrantes o nativas.
Para un número importante de las mujeres sudamericanas que llegan al país, no hay ninguna sorpresa en la obtención de un trabajo como empleadas domésticas, aun cuando muchas de ellas no desarrollaban esta tarea en sus lugares de origen. Se trata de un trabajo que a veces se presenta como posibilidad a partir de la migración. «Yo salí de Perú sabiendo que iba a trabajar de doméstica cuando llegara, como todas las peruanas» (Marcela, comunicación personal, 13 de febrero de 2016). Marcela, migrante peruana de 36 años que vive en Córdoba desde el 2003, indicó en la misma entrevista que cuando llegó a Córdoba no estaba en sus planes permanecer mucho tiempo en ese trabajo, un gesto que se repite entre las mujeres migrantes. La configuración inicial de este empleo como una opción temporaria y provisoria que corresponde a un momento del ciclo de vida y del proyecto migratorio, está, generalmente, seguida por la búsqueda de otros trabajos a los que, sin embargo, no siempre acceden (Mallimaci Barral y Magliano 2016; Rivera Cusicanqui 2004; Tizziani 2011). «Yo venía con la idea de estar un tiempo trabajando como doméstica y después encontrar otra cosa, pero no fue fácil. Yo había estudiado para maestra en Perú pero acá no pude trabajar de eso» (Marcela, comunicación personal, 13 de febrero de 2016). Es importante mencionar que al momento de la entrevista continuaba trabajando como empleada doméstica. Lo que sí se modificó para Marcela fue la modalidad de prestación de su trabajo. Cuando llegó a Córdoba comenzó trabajando como empleada «sin retiro» a partir de la recomendación de una compatriota que había migrado antes que ella para hacer la misma tarea. En los inicios de la migración, en especial si las mujeres son jóvenes solteras o pioneras del proyecto migratorio, esta forma de inserción laboral presenta algunos «beneficios»: resuelve la cuestión del alojamiento a la vez que permite ahorrar dinero para enviar a la familia que quedó en el lugar de origen en calidad de remesas. Marcela estuvo cerca de dos años trabajando bajo esa modalidad hasta que cambió su proyecto familiar: se casó y, al tiempo, nació su primer hijo. El trabajo «cama adentro» suele ser difícil de compatibilizar con la vida familiar y la maternidad. Así, cuando la migración involucra a toda la familia, se produce la reunificación familiar (esposo e hijos/as) o se modifica el estado civil y la composición familiar (casamientos, maternidades), esta opción de trabajo es más resistida. La vida en familia significó para Marcela un cambio en su trayectoria laboral como trabajadora doméstica: de cama adentro pasó a un empleo externo fijo para una única persona empleadora.
Las redes de contacto y las recomendaciones fueron fundamentales para acceder a este nuevo trabajo. La informalidad y el tipo de saberes requeridos, naturalizados hacen que primen las recomendaciones morales a las técnicas (Gorban y Tizziani 2018a) para acceder y circular por dicho sector. Por ello, las redes son centrales y pueden activarse incluso en el contexto pre-migratorio, lo que implica que la persona migra con un trabajo ya definido; o bien en el contexto post-migratorio, una vez que se arriba al lugar de destino.
La salida del trabajo doméstico cama adentro fue configurado por Marcela como un cambio positivo en su experiencia laboral. «Yo no volvería a trabajar sin retiro, no tienes descanso, trabajas todos los días y todo el día. Estás siempre ahí» (Marcela, comunicación personal, 13 de febrero de 2016). La falta de cumplimiento de los horarios de trabajo y la sobre explotación aparecen como las quejas más recurrentes que señalan las mujeres migrantes a la hora de referirse a esta modalidad laboral. «Yo tenía que irme el viernes en la noche y ellos siempre me decían: ‘no, el sábado al mediodía te tienes que ir’» (Estefanía, comunicación personal, 20 de abril de 2016). Estefanía es también una migrante peruana que reside en la ciudad de Córdoba, desde el 2004. Fueron principalmente las condiciones laborales las que empujaron a Estefanía a buscar otro trabajo dentro del sector. Al momento de la entrevista, hacía 10 años que se desempeñaba como trabajadora doméstica externa para un único empleador.
La mirada diacrónica en las trayectorias laborales de las mujeres migrantes que se dedican al trabajo doméstico pone de relieve que la mayoría se mueve dentro del sector como consecuencia de las facilidades que tienen para ello, a partir de la construcción de un «saber-hacer» específico. En esas circulaciones ciertos cambios son percibidos como mejoras en su trayectoria laboral.
La circulación por el trabajo doméstico: ¿cuándo se perciben las mejoras?
Este apartado se propone describir aquellas circulaciones al interior del sector del trabajo doméstico buscadas y, muchas veces, deseadas por las mujeres migrantes. Estas movilidades se explican por las transformaciones en los proyectos migratorios y familiares, y por la propia informalidad que distingue al sector que vuelve inestable las relaciones laborales. Además, se sostienen en la construcción de una especialización en el trabajo doméstico por parte de estas mujeres a partir de laborar varios años en este sector.
La sistematización del trabajo de campo permite identificar al menos tres formas de circulación horizontal consideradas como «mejoras» dentro del universo del trabajo doméstico, las cuales muchas veces se solapan: cambios en las modalidades de prestación del trabajo y en las tareas a realizar; cambios en el horario de trabajo; formalización laboral y el acceso a mayores derechos. Estas mejoras no se asocian con una mayor valoración social por el trabajo realizado, sino con la redefinición de las condiciones laborales dentro del mismo sector.
En este sentido, y tal como ha sido reconocido en numerosos trabajos, el paso de la modalidad de trabajo «cama adentro» a la externa fija para un solo empleador (que supone unas 8 horas de trabajo diarias) es, quizás, una de las circulaciones más positivamente valoradas por las trabajadoras migrantes en su trayectoria laboral. Además de la sobreexplotación de la inserción sin retiro, la valoración se asienta en el hecho de que imposibilita la vida en familia, algo que la permanencia en destino vuelve fundamental. En efecto, como han destacado otros estudios, las movilidades entre las diversas modalidades de inserción están fuertemente asociadas a las trayectorias familiares (Pereyra y Tizziani 2014) y, en el caso de las migrantes, al tipo de proyecto migratorio.
De manera similar, otra de las cuestiones que emergen de manera recurrente de los relatos de las trabajadoras domésticas migrantes es el hecho de que, en los inicios del proyecto migratorio, son especialmente requeridas para los horarios nocturnos de los empleos por hora. Se trata de los horarios menos deseados, en tanto demandan formas alternativas de organización familiar –en especial cuando tienen hijos en primera infancia y en edad escolar– y, en algunos casos, el desarrollo de proyectos educativos. La disponibilidad para el horario nocturno aparece como un factor clave a la hora de obtener el trabajo. «Es el trabajo que nadie quiere hacer» sostuvo Vania en el 2015, en especial para cuidados de adultos mayores [5]. Trabajadora doméstica peruana, Vania llegó a Córdoba a fines de los años ochenta, con 18 años, y, desde ese momento, se desempeña como trabajadora doméstica. La restricción al horario nocturno es una de las maneras en que la condición migratoria se imprime en la lógica del mercado de trabajo, operando en la construcción de mecanismos de segregación laboral. Si se tiene en cuenta que la nocturnidad se encuentra en la base de la jerarquía valorativa, la posibilidad de modificar el horario de trabajo y comenzar a trabajar durante el día es vivenciada por las trabajadoras migrantes como una mejora sustantiva en su situación laboral.
La gran mayoría de las mujeres migrantes entrevistadas ingresaron a este trabajo de manera informal y a través de recomendaciones de compatriotas que garantizan sus aptitudes morales más que sus conocimientos sobre el empleo. Con el paso del tiempo, y ante el reconocimiento de la falta de acceso a derechos laborales, la informalidad comienza a ser considerada un problema que no siempre logran resolver (cerca del 75% de las trabajadoras domésticas no está registrada). En especial, esa falta de derechos se expresa en el incumplimiento de la jornada laboral, de las vacaciones y licencias pagas, en los despidos sin aviso ni indemnizaciones, y en la ausencia de aportes patronales para poder contar con una obra social y con la jubilación futura. Así, las opciones de circulación dentro del trabajo doméstico se buscan con la mira puesta en la posibilidad de acceder a la formalización laboral. La obtención de un trabajo registrado es configurada como una mejora sustancial por parte de las mujeres migrantes en comparación con sus trayectorias previas.
La circulación de las mujeres migrantes dentro del sector del trabajo doméstico se explica no solo por la propia inestabilidad que distingue al sector, sino también por una perseverancia que deriva del proyecto migratorio mismo y, cuyo fin principal, no es otro que mejorar las condiciones de vida familiares. En este sentido, la permanencia en el sector puede experimentarse como una mejora en términos materiales (nivel de ingreso) y de acceso a derechos, pero, especialmente, en el vínculo con el resto de las actividades no remuneradas realizadas por las mujeres. Los cambios de horario, la posibilidad de acumular horas en pocos hogares y acortar las jornadas laborales, permiten que las mujeres puedan contar con mayores facilidades para articular el trabajo remunerado con el no remunerado.
Circulaciones por fuera del trabajo doméstico
Un segundo grupo de movilidades se compone de itinerarios que suponen la salida, a veces provisoria, del trabajo doméstico. En algunos casos, estas circulaciones son el resultado de mejoras previas en el sector, detalladas en el apartado anterior, y en otras expresan formas de movilidad social ascendente. En cualquier caso, se trata de movimientos que requieren tiempo de permanencia en el país y el (re)conocimiento de las oportunidades disponibles para las mujeres migrantes. Estas salidas, además, no representan siempre una mejora en las condiciones de empleo y de vida para las mujeres migrantes, lo que las lleva a resignificar el valor del trabajo doméstico en sus trayectorias y a estimar la construcción del «saber-hacer» especializado en el sector.
Para algunas mujeres poder salir del trabajo doméstico constituye un horizonte de deseo. Entre los principales motivos, figuran la expectativa de mejorar las condiciones de trabajo, el salario y el acceso a un empleo formal con mayor reconocimiento social. Sin embargo, como se ha señalado, el significado de mejorar no es unívoco. Entre aquellas que desean este tipo de «salida», mejorar significa, también, poder gestionar con mayor autonomía las jornadas laborales para obtener un tiempo libre. En relación con este último punto, la búsqueda de este plus temporal tiene diversos destinos imaginados: el estudio, una gestión más eficiente de los cuidados familiares, el activismo político y/o comunitario o poder disfrutar de un tiempo propio. A continuación, se señalan dos trayectorias posibles de salidas del sector: las intermitentes, que no siempre logran cumplir los objetivos de mejora, y las salidas definitivas.
Salir para volver: las trayectorias intermitentes
Una manera de canalizar el deseo de salida es la búsqueda de empleos asalariados en otros rubros (especialmente en la industria y el comercio) o el intento de construir emprendimientos propios. Sin embargo, para las migrantes, el horizonte de posibilidades por fuera del trabajo doméstico es acotado y, generalmente, en puestos precarios en los diferentes rubros elegidos. Así, las entrevistadas logran emplearse como operarias de fábricas, cuidadoras en diferentes tipos de instituciones, empleadas en comercios barriales y trabajadoras en pensiones y hoteles.
Tal es el caso de Mara, entrevistada en el año 2017, a sus 39 años, luego de 12 años de su llegada a Buenos Aires. Nacida en una región rural de Paraguay, Mara trabaja desde joven como trabajadora doméstica, en Asunción, primero, y, luego, en Buenos Aires. Su trayectoria laboral está atravesada por su maternidad. Mara tiene a parte de su progenie en Paraguay y otra en Buenos Aires, dependen de ella como único sostén económico. Por eso, destaca en su relato la necesidad de generar las ganancias suficientes para sostener a la familia de manera transnacional. De esta manera, después de sus primeros años en Buenos Aires, Mara relata sus reiterados intentos por trabajar en otros sectores. No obstante, vuelve una y otra vez al trabajo doméstico sin lograr «mejorar», es decir, acceder a empleos con mejores salarios y condiciones de trabajo.
En la historia de Mara puede verse que una primera dificultad para circular por otros sectores es la necesidad de moverse por fuera de los circuitos tradicionales en los que se mueven las personas migrantes. Así, se requieren otros tipos de vínculos más allá de los que enmarcan el trayecto migratorio y que no siempre están presentes entre las mujeres. Por otro lado, los empleos a los que acceden las mujeres migrantes por fuera del trabajo doméstico son también precarios e informales. Según datos registrados por un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM 2019), la condición migratoria afecta el tipo de empleo al que pueden acceder las mujeres migrantes en Argentina, cuya tasa de empleo no registrado supera al de las mujeres nativas (51.1% frente al 35,2%). Incluso cuando acceden a empleos formales lo hacen de manera desigual, tal como se expresa en la brecha salarial registrada: las trabajadoras migrantes ganan un 13% menos que las trabajadoras no migrantes (SRT 2020).
De este modo, las mujeres advierten que los nuevos salarios no superan los que obtienen como trabajadoras domésticas, que la seguridad en el empleo no está garantizada y que las jornadas laborales pueden ser más extensas y, sobre todo, menos flexibles que las que tenían como trabajadoras domésticas. Este último aspecto es central y está presente en casi todos los testimonios: los nuevos empleos son menos compatibles que los anteriores con el resto de las actividades que suelen realizar las mujeres. Además de las condiciones laborales, la elección por el trabajo doméstico se relaciona con la posibilidad de tener cierta independencia y flexibilidad para asegurar sus propias obligaciones domésticas y comunitarias (Pereyra y Tizziani 2014).
Una segunda forma de salida la constituye la generación de diferentes emprendimientos que las migrantes desarrollan (textiles, de cocina, de estética, de venta informal, etc.). Algunas de las mujeres entrevistadas, con cierto capital acumulado y otras necesidades básicas resueltas (especialmente la vivienda), deciden interrumpir el trabajo doméstico para dedicar más tiempo a sus emprendimientos con el fin de poder vivir de ellos. No solo las moviliza el deseo de obtener mayores ingresos sino, especialmente, poder ganar cierto margen de autonomía («no tener más jefes», «manejar mis tiempos»). El caso de Mara también sirve para ilustrar este tipo de trayectoria, dado que, después de 8 años de combinar empleos precarios, decide iniciar un emprendimiento de costura: cose sábanas que vende en distintas ferias que se instalan en los barrios periféricos del sur de la ciudad.
Sin embargo, en estos emprendimientos la comercialización de los bienes producidos no siempre es sencilla y depende, en gran medida, de la situación económica general y de la de los sectores populares en particular. La inestabilidad económica suele impedir la recaudación necesaria, llevando a que las mujeres se reinserten en el trabajo doméstico, de forma total o parcial. En este último caso, muchas continúan con sus emprendimientos de manera paralela a sus empleos. Esto es lo que sucedió con Mara: «Ahora estoy trabajando como empleada doméstica, tres veces a la semana, a veces cuatro y a la vez, hago trabajos en casa, ruedo de sábanas para vender, y algunas camperas de mujeres que hago para vender también» (Mara, comunicación personal, 2 de marzo de 2017). Ante la necesidad de acortar y flexibilizar la jornada laboral para poder seguir con los emprendimientos, estas mujeres prefieren los trabajos de limpieza por hora a los empleos de cuidado de infantes o personas mayores por entender que estos últimos requieren mayor disponibilidad temporal por parte de las trabajadoras y un estricto cumplimiento del horario. Así, a pesar de que el trabajo de cuidados puede ser mejor pago y tiene un mayor reconocimiento social, los trabajos de limpieza son preferidos por su compatibilidad con otras formas de generación de ingresos.
Este camino de salidas y entradas, tan difícil de ser percibido por las estadísticas, puede darse en diferentes momentos a lo largo de la vida laboral de las entrevistadas y, en ocasiones, se encuentran vinculados con eventos familiares: embarazos, nacimientos, nietos, nietas, que requieren aumentar el trabajo de cuidados no remunerados que estas mujeres realizan en sus propios hogares o familias y/o una flexibilidad temporal mayor a la que obtienen en la mayor parte de los empleos disponibles. «Yo seguía con mi hijo vendiendo ropa, después empecé acá en parque Lezama, después creció mi hijo, ya empezó a gatear, se me escapaba entre los clientes, no podía seguir. Y ahí dejé y volví a ser doméstica porque el tiempo que iba al jardín era poco tiempo para ir a la feria» (Mara, comunicación personal, 2 de marzo de 2017).
Lo que estas intermitencias muestran es que la precariedad del mundo del trabajo cercano a estas mujeres vuelve deseable, en algunas circunstancias, el trabajo doméstico a pesar de las amplias tasas de no registro, sus bajos salarios, el desprestigio social en otros estratos sociales y el vínculo asimétrico establecido con las personas empleadoras. Este trabajo es, para muchas mujeres, un empleo «refugio» (Rosas, Jaramillo Fonnegra, y Blas Vergara 2015), un trabajo al que se siempre se puede volver.
Por otra parte, la conciencia y el conocimiento de las migrantes sobre su propia posición en la sociedad (Skeggs 2015), los condicionamientos que deben afrontar, las limitantes y posibilidades de los empleos disponibles y las propias circulaciones dentro de las diferentes ocupaciones, mencionadas en el apartado anterior, ocasionan que muchas trabajadoras domésticas migrantes, aun teniendo calificaciones que a priori podrían habilitarlas para circular por fuera del sector, prefieran mantener sus empleos, no solo en el momento de la llegada sino en el mediano y largo plazo. Así, la decisión de permanecer en el sector, tema expuesto precedentemente, se explica también por la existencia cercana de este tipo de salidas poco exitosas, condicionadas por las características de la oferta de empleos para las mujeres migrantes sudamericanas en el país.
Las salidas por arriba: carreras laborales en el sector del cuidado
El segundo caso de itinerarios laborales por fuera del sector supone un abandono del trabajo doméstico como destino laboral. Si bien no es posible afirmar que se trata de una transformación definitiva, para las mujeres que recorren este tipo de trayectorias, el trabajo doméstico ha quedado en el pasado desde la perspectiva de un presente que consideran mejor.
En este punto también se distinguirán dos posibilidades. La primera, corresponde a las migrantes que, a diferencia de los itinerarios desarrollados en el punto anterior, encuentran un empleo asalariado con mejores condiciones laborales y salariales que las diferentes opciones del trabajo doméstico remunerado. Un caso paradigmático es el de las mujeres que, a partir de las mismas redes disponibles para el trabajo doméstico, ingresan a trabajar en tareas de limpieza y maestranza en alguna institución o empresa, o son contratadas por empresas de limpieza y seguridad tercerizada. Este fue el caso de Alicia, una migrante peruana que llegó a Córdoba a mediados de los años noventa, cuando tenía 26 años, para trabajar como empleada doméstica. En la entrevista realizada en el 2014 mostraba orgullosa el carnet de la obra social del SUVICO (Sindicato Único de Vigilancia y Seguridad Comercial, Industrial e Investigaciones Privadas de Córdoba). Desde hacía unos meses se desempeñaba como trabajadora de seguridad privada, después de estar más de 17 años como empleada doméstica cama adentro, primero, y por horas, luego de que se casara y tuviera a su primer hijo. La persistente informalidad del trabajo doméstico era vivenciada por Alicia como una preocupación principal. «La diferencia principal es que ahora yo estoy estable, me pagan el aguinaldo, las vacaciones, tengo obra social. Y si me despiden me tienen que indemnizar» (Alicia, comunicación personal, 21 de octubre de 2014). Como su testimonio indica, la posibilidad de acceder a un trabajo registrado es experimentada como una mejora sustancial en las condiciones laborales, aun cuando los trabajos en empresas tercerizadas de limpieza y seguridad reproducen formas concretas de precarización laboral (Capogrossi y Magliano 2021).
La segunda posibilidad se corresponde con trayectorias de mujeres migrantes que, a partir de su inversión de tiempo y dinero en estudios superiores, logran inserciones acordes a sus estudios. Entre las mujeres con esta peculiaridad, resulta interesante detenerse en el caso de las trabajadoras domésticas que estudian la carrera de enfermería y logran laborar en dicha profesión por ser una opción presente en muchas de las entrevistas realizadas, ya sea como un futuro deseado o como un presente logrado.
Este tipo de trayectorias pueden definirse como «carreras» en el sector de los cuidados remunerados en el país [6]. Se trata de migrantes que recorrieron diferentes empleos relacionados con el trabajo doméstico, en general de manera informal, y que lograron atravesar la barrera de la informalidad a partir de la obtención de un título terciario y el desarrollo de una carrera profesional. Las mujeres que encarnan este tipo de recorridos consideran que «mejoraron» su vida, y los experimentan como parte de una movilidad social ascendente. En sus relatos, el trabajo doméstico es considerado un elemento central de las trayectorias, en tanto fuente de saberes y adquisición de herramientas de cuidado por fuera de los vínculos familiares.
El itinerario laboral de Juana, una mujer boliviana entrevistada en varias ocasiones entre los años 2016 y 2021, ilustra esta situación. Juana nació en Oruro, donde culminó sus estudios secundarios. Migró a Buenos Aires, 15 años antes de entrevistarla, junto con su hija para reunirse con su pareja. Al enviudar rápidamente, se convierte en el único sostén económico de su hija, lo que la lleva a la necesidad de un rápido ingreso al mundo del trabajo. Como se ha señalado reiteradamente en este artículo, ante este tipo de urgencias, el relativamente fácil acceso al trabajo doméstico se impone como la mejor opción laboral. En el caso de Juana, rápidamente logra trabajar como empleada doméstica de limpieza dejando a su hija al cuidado de una guardería que podía costear ajustadamente a partir de su salario. El hecho de ser la única responsable económica del hogar la obligó a extender sus jornadas laborales y dedicar la totalidad del tiempo transcurrido por fuera de su empleo a las tareas de sostén del hogar. Sus primeros ahorros son consecuencia tanto de una trayectoria de movilidad horizontal a partir de la permanencia en el trabajo doméstico, tal como los casos analizados en el primer apartado de este artículo, como del ingreso de su hija al sistema público bonaerense de educación inicial y primaria. El mejoramiento de sus condiciones laborales y la posibilidad de acceder a instituciones públicas de cuidado le permiten extender su jornada de trabajo y obtener mayores ingresos. Otro punto de inflexión en su trayectoria es su segundo matrimonio que, en lo relativo a su propio recorrido laboral, suma un salario al presupuesto familiar y multiplica las redes de cuidado. La posibilidad de distribuir las tareas de cuidado, una situación inédita en su experiencia migrante, le permite ausentarse de su hogar una mayor cantidad de horas de las requeridas por su empleo. Asimismo, puede reducir su jornada laboral al contar con otro ingreso en el hogar. El matrimonio de Juana le quita el peso de ser el único sostén del hogar, tanto en términos económicos como de cuidados. Esto último no necesariamente por una distribución equitativa de las tareas del hogar con su marido, sino por la incorporación de su suegra y demás familiares a la gestión del cuidado no remunerado del hogar. En este nuevo contexto, Juana encuentra las condiciones de posibilidad para iniciar sus estudios terciarios en enfermería, lo que le permite cumplir una antigua añoranza. A diferencia de las trayectorias analizadas en los apartados anteriores, pero de manera similar al resto de los recorridos que habilitan estudios terciarios, Juana pudo generar un tiempo «extra» por fuera de la temporalidad de la responsabilidad laboral y de cuidados.
Resulta interesante que el inicio del estudio no suponga el fin del empleo doméstico. Por el contrario, a lo largo de toda su carrera de enfermería profesional Juana continúa trabajando como empleada doméstica. De manera similar a lo que se marcó en el punto anterior, en relación con el vínculo con otros empleos presentes en el horizonte de las entrevistadas, Juana y otras migrantes enfermeras relatan que siendo estudiantes recibieron múltiples ofertas de empleos en instituciones de salud privadas y en empresas de emergencias de salud. Sin embargo, los salarios ofrecidos eran más bajos que los que percibían como trabajadoras domésticas, después de años de circulación en el sector. Además, los consideraban más difíciles de compatibilizar con el estudio. Así, durante los años de curso de la carrera, el trabajo doméstico en actividades de limpieza resulta la opción de trabajo ideal para las entrevistadas, tanto por su flexibilidad, la posibilidad de cambiar los horarios para las prácticas profesionales y los períodos de exámenes, como por la existencia de «menores presiones» que las asociadas a los trabajos de cuidado de personas dependientes. «Mientras limpiaba repasaba las materias que tenía que rendir. Cuando cuidas a alguien eso no lo podés hacer» (Juana, comunicación personal, 15 de junio de 2016).
De manera similar a lo señalado por Mallimaci Barral (2018) y por Tizziani (2017), la acumulación de experiencia en el sector del trabajo doméstico les permite reconocer y recuperar una serie de saberes y competencias (técnicas y relacionales) que definen como esenciales para la elección, el estudio y el ejercicio de la carrera de enfermería. El «saber-hacer» acumulado y valorizado, que se mencionó en la primera sección de este escrito, como condición de mejoría durante la permanencia en el sector, se convierte, en estas trayectorias, en un antecedente relevante para sus carreras profesionales. Más que una dicotomía entre ambas ocupaciones, que separaría un «antes» no deseado a un «presente» valorado, en sus relatos, las migrantes conectan simbólicamente el trabajo doméstico y la enfermería como parte de un mismo proceso escalonado, dando sentido a la idea de la existencia de una «carrera laboral» en el sector del cuidado.
En términos analíticos, la trayectoria de Juana permite remarcar aquellos aspectos contextuales y personales que pueden considerarse relevantes a la hora de habilitar este tipo de movilidad social ascendente entre las trabajadoras domésticas y, asimismo, destacar la existencia de barreras visibles e invisibles que moldean las aspiraciones y los deseos que se encarnan en las diferentes trayectorias laborales.
En primer lugar, existen elementos de las sociedades de destino, en este caso AMBA y Córdoba, que vuelven posible este tipo de trayectorias. En este sentido, es fundamental la normativa migratoria local, que permite regularizar las residencias de migrantes sudamericanas, y la existencia de un sistema público de educación terciaria que ofrece, en ambas regiones, el acceso a carreras no aranceladas en instituciones de nivel terciario. Pero, además, existen características de estas mujeres que potencian las posibilidades locales: la presencia de credenciales educativas en sus propias trayectorias o en sus contextos familiares, el hecho de no tener que enviar remesas o sostener familias transnacionales y, por último, poseer recursos materiales y relaciones que permiten resolver las exigencias de las tareas de cuidado no remunerados en sus hogares argentinos.
Credenciales educativas
Para estudiar enfermería en Argentina, en cualquiera de sus niveles, es necesario contar con un título de estudios secundarios completo, una credencial académica no distribuida de manera universal entre la población migrante residente en el país. Según una encuesta realizada en el 2011 por parte del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la nación (MTEySS), hay un 13,5% de la población extranjera que tiene como máximo nivel de educación alcanzado la primaria incompleta, un número que duplica a la población nativa en esas mismas condiciones (OIT 2015). En cuanto a la tasa de escolarización secundaria, es de un 69% para la población extranjera frente al 83% de la población nativa (Lepore 2015). Por ello, el hecho de contar con un título secundario desde el país de origen refleja un vínculo con el estudio e, incluso, puede utilizarse como un indicador de clase social en origen. Aun cuando sea necesario revalidarlo en el país, como le ocurrió a Juana, el hecho de tener los estudios secundarios completos posiciona de manera diferencial a las mujeres frente a las posibilidades del contexto de residencia, entre ellas, las de acceder a un estudio terciario. Existe otro grupo de mujeres que logran terminar sus estudios secundarios en el país, a partir de planes específicos de conclusión educativa en poblaciones adultas, como primer escalón a los estudios terciarios.
Más allá del acceso a un título secundario, los testimonios dan cuenta de la relevancia que el estudio ocupa en las aspiraciones familiares de ascenso social, tanto en origen como en destino. Sin embargo, tal como se viene señalando en este artículo, estos elementos son comunes a otras mujeres migrantes, por lo que deben entenderse como condición necesaria, pero no suficiente para poder acceder a una carrera terciaria. Las credenciales educativas y el valor otorgado a la educación no alcanzan para explicar por sí solas las formas de salida del trabajo doméstico.
Ausencia de Remesas
El peso de remesar y encarnar el sostén de una familia transnacional es un factor fundamental que incide en las formas de las trayectorias de las migrantes. La necesidad de contar con un extra de dinero para las remesas dificulta la traza de estrategias que amplíen las posibilidades laborales, educativas y sociales de las mujeres. Las migrantes que logran una movilidad social ascendente, como es el caso de Juana, no suelen sostener familias transnacionales (progenie, padres u otros familiares), lo que les permite orientar sus proyectos únicamente hacia el hogar de residencia y ensanchar el horizonte de sus posibilidades.
Gestión del cuidado domiciliario y familiar
Por último, es interesante resaltar que las migrantes que construyeron este tipo de carreras laborales pudieron resolver, además de la presión económica, el déficit temporal que supone sostener la gestión del cuidado familiar no remunerado (local y/o transnacional) y que resulta ser uno de los principales impedimentos para iniciar o completar estudios secundarios o terciarios para las mujeres. Juana logra iniciar sus estudios de enfermería cuando le fue posible reducir y flexibilizar sus jornadas laborales y pudo ausentarse más tiempo de su hogar. En este sentido, la importancia de las redes resulta fundamental, dado que permite multiplicar la disponibilidad de personas que pueden cuidar y sostener el hogar sin la necesidad de la presencia constante de las mujeres en el hogar. El hecho de que existan redes, familiares o comunitarias, constituye un elemento central para generar las condiciones materiales y simbólicas que permiten a las mujeres ausentarse del hogar para poder participar en actividades laborales, sociales, políticas y educativas.
Estos últimos dos puntos (la gestión de los cuidados y la ausencia de remesas) son esenciales para constituir escenarios que supongan una menor carga de trabajo, remunerado y no remunerado, para las mujeres, y permitan generar un plus temporal y económico posible de ser invertido en la educación superior. De esta manera, en las experiencias de las migrantes, las dimensiones familiares, migratorias y laborales se articulan constantemente y de manera dinámica.
Conclusiones
A partir de un análisis diacrónico y retrospectivo de las trayectorias laborales de mujeres migrantes en la Argentina contemporánea, este artículo describió las formas y modalidades de circulación laboral que tienen como base el sector del trabajo doméstico. Para ello, reparó en dos premisas fundamentales desarrolladas a lo largo del texto: en primer lugar, que el trabajo doméstico es estructurante de las trayectorias migratorias y laborales de las mujeres que migran desde la región sudamericana; en segundo lugar, que una mirada sostenida en el tiempo sobre la presencia migrante en destino da cuenta que la permanencia en el país habilita movimientos y circulaciones laborales, ya sean horizontales o verticales, en el marco de la consolidación del proyecto migratorio. Es en este contexto que se indagó en los sentidos que las mujeres le otorgan a esas movilidades y circulaciones a partir de su propia concepción sobre lo que implica una «mejora» en las condiciones laborales.
aboral y que la mayoría de las veces es configurado como provisorio, pese a que el paso del tiempo y los renovados mecanismos de segregación laboral lo convierten, en muchos casos, en permanente. Es un trabajo que se quiere abandonar, sobre todo cuando se consideran algunas de sus características distintivas, como la precariedad, la informalidad y la inestabilidad (que a su vez repercuten en las condiciones en las que se lleva a cabo), pero también uno que se vuelve a elegir frente a las precariedades del resto de las opciones laborales posibles. Además, es un trabajo al que siempre las mujeres migrantes pueden volver considerando las facilidades que encuentran para conseguir un empleo en este sector. Es un empleo «refugio» cuand
La consideración de estas dos premisas resulta clave para otorgar mayor centralidad analítica a las decisiones y prácticas que las mujeres migrantes despliegan en los lugares de destino para sostener la vida en condiciones más dignas. A medida que el tiempo de llegada se aleja, las mujeres migrantes van perdiendo su especificidad migrante para habitar las estrategias, sueños y vulnerabilidades del mundo popular en Argentina. Y en ese mundo, el trabajo doméstico es central para la reproducción social. Se trata de un trabajo que funciona como la puerta de ingreso al mercado laboral y que la mayoría de las veces es configurado como provisorio, pese a que el paso del tiempo y los renovados mecanismos de segregación laboral lo convierten, en muchos casos, en permanente. Es un trabajo que se quiere abandonar, sobre todo cuando se consideran algunas de sus características distintivas, como la precariedad, la informalidad y la inestabilidad (que a su vez repercuten en las condiciones en las que se lleva a cabo), pero también uno que se vuelve a elegir frente a las precariedades del resto de las opciones laborales posibles. Además, es un trabajo al que siempre las mujeres migrantes pueden volver considerando las facilidades que encuentran para conseguir un empleo en este sector. Es un empleo «refugio» cuando la situación socioeconómica apremia y es un empleo «castigo» cuando las expectativas de una rápida salida del sector no se concretan en el corto y mediano plazo, y cuando las credenciales educativas de las mujeres están subvaloradas en relación con el trabajo que realizan.
Frente a visiones que reproducen una supuesta «quietud» que caracteriza al trabajo migrante, en especial cuando solo se enumera el listado reducido de opciones de inserción laboral a las que comúnmente acceden en los lugares de destino y las dificultades que tienen para ampliar esas opciones; la apuesta de este artículo fue mostrar que, aun en contextos de fuertes constreñimientos sociales y económicos, las mujeres migrantes encuentran resquicios por donde moverse y circular en el ámbito laboral. Las decisiones que van tomando, pese al escenario restrictivo que habitan, expresan formas de agencia desde los márgenes del mundo del trabajo que es preciso reponer. Decisiones que tienen como fin la concreción, con mucho esfuerzo propio y familiar, de carreras terciarias y universitarias, como sucede con la enfermería; las entradas y salidas intermitentes del sector del trabajo doméstico; y la permanencia en ese sector bajo distintas modalidades de prestación del trabajo.
Contribución de las personas autoras: La contribución de las autoras al presente artículo es de 50% y 50%.
Apoyo financiero: La investigación que sustenta este artículo pudo realizarse a partir de un proyecto PIP «Mujeres migrantes latinoamericanas y la gestión del cuidado en Buenos Aires y Córdoba» financiado por el CONICET.